gara, donostia

La faja

Rojo mártir sobre blanco candor

E n sanfermines hay que ir de blanco riguroso y hay que vestirlo con la ceremoniosidad de una mujer católica y casta el día de su matrimonio hetero como Dios manda. La tradición nos dice también que ese blanco que simboliza la pureza ha de romperse con dos prendas rojas que, según nos enseña nuestro pastor el Arzobispo Francisco Pérez, viene a simbolizar a nuestro santo patrón, ya que el rojo es el color de los mártires y, por tanto, el color de nuestro San Fermín.

Al santo morenico le cortaron la cabeza los perros infieles, gente de esa de mal vivir que ni siquiera va a misa, como ese alcalde que nos han traído los abertzales. O su compañera de filas, esta tal Patricia Perales, que ni siquiera se suma a la procesión, como si le diese urticaria el agua bendita. Dios les ama, pero ellos en su malevolencia no lo saben o no lo quieren ver. Lo pagarán con una eternidad en el infierno.

Como decía, el pañuelo simboliza la sangre del cuello del santo al ser degollado. El origen de la faja, sin embargo, sigue siendo un misterio, como el de que nuestro Señor es uno y trino. Hay que entender que llevar la faja es un acto de fe y hemos de anudarla al cuerpo con gozo. Como cuando nos atamos bien prietico el cilicio siguiendo las directrices de Escrivá de Balaguer.

 

Menos fajas y más tricornios

P or las barbas de Fede de los Ríos! Mirad con qué sandeces nos viene el caracartón. Llevar faja en sanfermines es contranatura. No es de recibo la faja y tampoco el cinturón, pues estos días son para ganar unos kilates a base de fritos y txistorras. Además, ¿qué demonios es una faja? No sujeta bien el pantalón y a poco que te despistas se le mancha la punta y la mugre comienza a subir por la tela como cuando se moja la esquina de un azucarillo en el café. ¿Y qué decir de los flecos? ¿No os recuerdan los bigotillos de la Esporrín?

Propongo quemar las fajas tal y como se empezaron a darle fuego a los sujetadores en Estados Unidos en 1968, pues también son instrumentos de tortura. La faja oprime y el pueblo ha de liberarse de ella, para crecer como pueblo y también individualmente, barriga por barriga.

Porque estoy hasta mi narizón de que todo Cristo vista igual en sanfermines. Parecéis recién salidos de El Redín y el Miravalles, tan uniformados que vais todos. Fijaos en mí, en lo majo que estoy con un tricornio en la cabeza y sin faja opresora. Mi vestimenta tiene un fin pedagógico y ya llevo casi un siglo enseñando a los iruindarras que, de alguien con tricornio, solo pueden esperar hostias sin consagrar.