Victor ESQUIROL
TEMPLOS CINÉFILOS

Un magnífico Lav Diaz gana el León de Oro

La proyección no estuvo acompañada por muy buenas sensaciones. El ambiente llegó a tibio en los mejores momentos, y aún así, al final, el público aplaudía con ganas. Acabábamos de ver “Los siete magníficos”, de Antoine Fuqua, remake del clásico western de John Sturges... a su vez, remake del clásico chanbara de Akira Kurosawa. La película de clausura este año en Venecia, a pesar de su potencia en la producción, es un ejercicio de mínimos, que si triunfa es por la aglomeración de activos, no por la manera que tiene de gestionarlos. Una descompensada película de acción en la que se juega la carta del carisma y la simpatía para suplir las carencias en lo que a espectacularidad y emoción se refiere. Entonces, ¿a qué tanto entusiasmo?

Pues a la mítica partitura de Elmer Bernstein, que sonaba de nuevo con fuerza en una sala de cine. Así de primario; así de infalible. Terminó la 73ª edición del Festival de Venecia, y lo hizo con ración doble de “Siete Magníficos”.

En la pantalla, como se ha dicho, y en el Palmarés, pues siete premios entregó también el Jurado Presidido por Sam Mendes, el cual acabó concediendo los máximos honores a “The Woman Who Left”, de Lav Diaz.

Se llevó el León de Oro un drama de cuatro horas de duración, sobre venganzas y posibles redenciones. Una victoria de prestigio, sin duda, tanto para el cineasta filipino como para un certamen que necesitaba reivindicar un salón de la fama que había perdido lustre y prestigio en los últimos años. Y todos tan contentos. “The Woman Who Left” puede que acabe perdida en su propio laberinto de miserias, pero sin duda va sobrada de contundencia en su propuesta estética, lingüística y, por qué no decirlo, espiritual. No es magnífica, pero sí apabullante. Suficiente.

El resto de galardones se repartieron entre el sentido común y el disparate. En el apartado negativo, los Premios del Jurado, para la endeble “Nocturnal Animals”, de Tom Ford y la fallida “The Bad Batch”, de Ana Lily Amirpour.

Por suerte, todo quedó compensado con lo siguiente. La Mejor Dirección se la repartieron dos de los autores más valientes este año en la ciudad de los canales, Andrei Konchalovsky y Amat Escalante.

Las Mejores Interpretaciones recayeron, también merecidamente, sobre Emma Stone por “La La Land” y Óscar Martínez por “El ciudadano ilustre”.

Por último, el Mejor Guion lo conquistó Noah Oppenheim gracias a su texto para “Jackie”, un preciso y muy sentido estudio sobre el luto y la trascendencia histórica.

Y poco más. No obstante, hubo tiempo también para premiar, en la sección Orizzonti, el trabajo de Ruth Díaz en “Tarde para la ira”; para encumbrar aún más al maestro documentalista Wang Bing, a razón de su imprescindible “Bitter Money” y para iluminar (apunten) la escalofriantemente desternillante “Liberami”, de Federica Di Giacomo. Trabajos todos ellos quizás no magníficos, pero sí memorables. Como el Festival de Venecia, mismamente. Vuelve a sonar de fondo aquella inmortal melodía de Bernstein, y de nuevo, todo parece brillar. Arrivederci.