Corina TULBURE
Tiraspol

Elecciones en Moldavia: hacia la Unión Europea o Rusia

Igor Dodon, candidato del Partido Socialista Moldavo, se ha quedado cerca de la victoria en la primera vuelta de las elecciones presidenciales. Se espera una reñida segunda vuelta que movilizará el voto de los indecisos en una campaña centrada en decidir entre un giro hacia Rusia o hacia la UE.

Un tour por la corrupción de la capital, de Chisinau, en eso ha consistido la campaña organizada por la Asociación Oberliht en vísperas de las elecciones. Se trata de una iniciativa ciudadana que quería llamar la atención sobre cómo el debate geopolítico que ha acaparado la campaña electoral ha silenciado los problemas de la mayoría de ciudadanos moldavos. A pesar de que muchos medios habían previsto como ganadora la abstención, la participación ha sido de más del 49% del censo. «La gente quiere un cambio», ha declarado la candidata Maia Sandu, que se enfrentará a Dodon en segunda vuelta.

A los políticos y a las instituciones judiciales del país se les acusa de tener demasiada amistad con los oligarcas. «Parece que haya un solo candidato, Vlad Plahotniuc. Cualquiera que levante la cabeza, queda excluido del juego electoral», comenta la periodista Elena Pahomova en referencia al magnate Vladimir Plahotniuc, que controla la mayoría de los negocios del país y que ha sido acusado de estar detrás de la política moldava durante los últimos años. Muchos de los que en los años 80 presumían de «comunistas» o de «pioneros», de mayores se han hecho oligarcas.

Tanto es así que la excursión electoral organizada por esta Asociación Oberliht invitaba a los ciudadanos moldavos a una ruta guiada en la que pudieran tomar nota de las privatizaciones fraudulentas de los espacios públicos o de los fraudes bancarios que culminaron con la desaparición de mil millones de dólares de tres bancos en el año 2015. Sin embargo, los responsables de este mapa urbano de la corrupción ni se encuentran en las cárceles, ni son figuras inofensivas expuestas en un museo. Forman parte de diferentes partidos políticos y afirman querer cambiar el país.

«No confío en ningún político», comenta Vitalie, un joven que trabaja desde hace cinco años en Barcelona. Ha sufrido un accidente laboral que afectó la movilidad de su mano derecha. Ahora vive angustiado por si no puede seguir trabajando. Sus tres hijos, que se han quedado en Chisinau, dependen de sus envíos mensuales, que les permiten costear el alquiler y el pago de la guardería.

El mal menor

Como Vitalie, un alto porcentaje de los votantes saben que su voto no cambiará su futuro. «¡Queremos recuperar el Estado!» ha sido el eslogan de algunos en la campaña. «Muchos van a votar por el mal menor, no existe otra opción. Se ha instalado una atmósfera de desinterés por la campaña electoral. En lugar de programas económicos, el debate se ha centrado en el conflicto geopolítico, elegimos entre la Unión Europea o Rusia», explica un miembro de la Asociación Oberlicht.

Este debate, que ha divido a la sociedad moldava, ha permitido ignorar las demandas reales de los moldavos que se resumen en el aumento de los puestos de trabajo y de los sueldos. «Ninguno de los candidatos tiene un programa económico real, no existen estrategias a largo plazo. Obligar a los ciudadanos a elegir entre dos opciones geopolíticas, acercamiento a la Unión Europea o a Rusia. crea un ambiente nocivo para el país. Sólo favorece las rivalidades políticas. No se establece ningún equipo político, ningún plan de desarrollo a largo plazo, sino que se mantienen las luchas políticas individuales, es el camino más corto para que el Estado siga siendo secuestrado por los intereses de los oligarcas», asegura Pahomova.

Marian Lupu, candidato del Partido Demócrata, ha renunciado a figurar en las listas de su partido en el último momento de la campaña electoral. Ha declarado que apoya a la candidata partidaria del acercamiento a la UE, Maia Sandu (PAS-Partido Acción y Solidaridad), quien, sin embargo, ha rechazado su apoyo. Así pues, en la disputa electoral habían quedado dos nombres con posibilidades de ganar en la primera vuelta: Ion Dodon, candidato del Partido Socialista, apoyado, entre otros, por la Iglesia ortodoxa moldava y que defiende un acercamiento a Rusia, y Maia Sandu, antigua ministra de Educación y candidata de una coalición de tres partidos (Partido Acción y Solidaridad, Dignidad y Verdad –PPDA– y Partido Liberal Demócrata –PLDM–) que promete reforzar las relaciones con la Unión Europea. El país ya firmó en el año 2014 un Tratado de Libre Comercio con la UE.

Según un sondeo realizada por el Barómetro de la Opinión Pública (BOP), un 36,8% de los encuestados ha contestado que «no confían en ningún representante político». No obstante, los últimos momentos del recuento de votos estuvieron marcados por una gran tensión, ya que Igor Dodon perdió en los últimos minutos la victoria al no conseguir superar el porcentaje del 50% de los votos emitidos y quedarse con un 48,26%, frente al 38% de Sandu.

Transnistria, enclave ruso en Moldavia

Si la economía no ha sido el eje central de los programas electorales, la inestabilidad de la región sí ha estado presente en la campaña. Los 40 000 soldados rusos desplegados en la frontera con Ucrania, la guerra que continúa en el Donbass y el millar de soldados rusos que hay estacionados en Transnistria, un territorio dentro de Moldavia que ha declarado su independencia y que funciona a fecha de hoy como un país separado, así como el decreto emitido por el presidente de Transnistria, Yevgueni Shevchuk, sobre la posible anexión del enclave a Rusia han influenciado la campaña moldava.

De forma paralela, en la vecina Transnistria se ha desarrollado una campaña presidencial. Las tensiones geopolíticas han estado presentes en ambas agendas políticas para ocultar el paro o los bajísimo salarios. Aunque Transnistria, un país no reconocido, tenga su moneda, su frontera y tres pasaportes (en Tiraspol uno puede tener pasaporte moldavo, ruso y de Transnistria), para las instituciones europeas Transnistria pertenece a Moldavia. El Tratado de Libre Comercio con la Unión Europea se aplica también en Transnistria. Aunque los jóvenes de Tiraspol vayan a estudiar a Chisinau y los productos moldavos se vendan en las tiendas de Tiraspol, la frontera arbitraria establecida entre los dos territorios mantiene congelado un conflicto que se utiliza con fines políticos.

La relación con Moldavia es la manzana de la discordia entre los dos candidatos de Tiraspol: Shevchuk, el actual presidente de Transnistria, que ha bajado los sueldos de los funcionarios un 30% durante su mandato, y «el candidato del Sheriff», en alusión al representante de los oligarcas que controlan la red de supermercados del país.

«Aquí no hay partidos, en la práctica los candidatos son la cara visible de dos grupos enfrentados. Luego todos hacen lo que dice Rusia», sostiene Alex, una joven del Club 19, centro cultural y de defensa de los derechos humanos de Tiraspol. En la vecina Moldavia, el candidato Igor Dodon defiende también establecer relaciones de colaboración con Rusia: «Resulta extraña la amplitud del debate geopolítico en nuestras elecciones. Se habla de identidad, de Rusia y de Europa cuando los votantes lo que desearían es ver un plan de actuación económica. No se habla de la pobreza, ni de los bajos ingresos de los jubilados. Creo que es sólo un intento de ganar votos, de rentabilizar electoralmente el conflicto que hay en la zona», opina Vladimir Soloviev, periodista en Chisinau.

«Lo mejor de las elecciones es que se han acabado, ahora se irán todos a casa y dejarán de molestarnos», señala Dorin, que tiene un puesto en el mercado de Chisinau y que no ha votado. Si en la primera vuelta la abstención ha sido alta entre los jóvenes, la segunda vuelta que se celebrará el 13 de noviembre anuncia una reñida batalla entre los dos candidatos. Maria, una joven en paro contradice a Dorin. Ningún candidato la ha convencido, pero sí que quiere un cambio: «Ya he votado y lo haré también en la segunda vuelta. Pero le pediré cuentas al candidato después de las elecciones, a ver qué hace con mi voto».