BADALONA SIN ALBIOL, ESCOCIA SIN COMISARÍAS COMO CHINCHILLA
Un ejemplo escocés y otro catalán mostraron en Donostia que otro modelo policial es posible. John Finnie explicó cómo se habría tratado en su país la muerte de alguien en comisaría y Laia Sabater relató el final de la unidad Omega tras el cambio de Gobierno.

Sabe muy bien de qué habla John Finnie, porque fue policía primero, parlamentario en Edimburgo ahora y activista por una seguridad pública democrática en todo momento. Laia Sabater lo está aprendiendo a marchas forzadas desde su responsabilidad como teniente de alcalde del Gobierno de cambio de Badalona, una ciudad de 215.000 habitantes, más que Donostia o Iruñea. Uno y otro ejemplo demuestran que otros modelos policiales son factibles, incluso desde puntos de partida bastante similares al que padece Euskal Herria.
Finnie, además, demostró ser buen conocedor de este país, porque citó un caso que lamentablemente muchos ciudadanos vascos seguirán desconociendo: la muerte en Iruñea del senegalés Elhadji Ndiaye en manos de la Policía española. «Si eso hubiera ocurrido en Escocia, automáticamente se hubiera iniciado una investigación por ‘accidente fatal’. Y todos los agentes implicados en el hecho habrían pasado ante el Juzgado en un máximo de 24 horas», explicó. Nada que ver con lo ocurrido en la Jefatura de la calle Chinchilla, despachado con un par de notas de prensa oficiales, una autopsia invisible hasta la fecha y un informe toxicológico que puede tardar meses.
Pero las cosas no fueron siempre así. Este parlamentario del Partido Verde Escocés y exoficial de Policía detalló su lucha por que los agentes dejaran de llevar armas en actuaciones rutinarias o por reducir el número de cacheos, que en su momento en las rurales Highlands llegaron a superar las cotas de Londres o Nueva York: «No tenía sentido».
Sobre las pistolas, lo estipulado legalmente era que debían guardarse en una caja fuerte dentro del vehículo policial, que se abría solo tras la orden de un superior. Pero llegó un momento en que la práctica habitual era llevarlas siempre encima. Cuando Finnie inició una campaña para denunciarlo, «me dijeron que necesitaban 20 minutos para sacarlas, y yo respondí que entonces no estaban capacitados ni para llevar armas ni llevar coche siquiera». Destacó el papel de la prensa para cambiar todo esto: una foto publicada de tres policías armados abordando a tres jóvenes por un incidente banal, a la salida de un McDonalds, fue decisiva para abrir los ojos a mucha gente. Y Finnie ganó.
Se siente orgulloso también de haber contribuido a que la Policía escocesa tenga denominación también en gaélico o a que en el juramento policial se haya incluido un compromiso con los derechos humanos de la ciudadanía. Añadió que «a la gente de las Highlands le gusta que sus policías sean de las Highlands, como la gente vasca preferirá que sean del País Vasco. Hace falta algún tipo de apoyo de la población a las fuerzas policiales; si no, eso no va a funcionar».
Del Mar del Norte al Mediterráneo, el Ayuntamiento de Badalona fue ganado por fuerzas de izquierdas en 2015, desbancando al polémico regidor del PP Xavier García Albiol, que había convertido la Alcaldía en un surtidor de mensajes xenófobos. «Todavía estamos experimentando», admitió Sabater, pero abordaron el tema policial desde el principio y de frente. «Recuerdo bien la reunión con el cuerpo de la Guardia Urbana para decirles ‘vamos a cambiar las cosas’». Necesitaban «un gesto» para reflejarlo, y en realidad fueron varios: la disolución de la unidad especial Omega, «que ejercía como antidisturbios sin tener competencia siquiera»; la coordinación con los Mossos, creando las llamadas Unidades Tándem; las jornadas ‘‘Una Badalona amable, una ciudad segura’’, para conocer la opinión ciudadana sobre cuestiones como la iluminación de las calles, las restricciones al espacio público…
Le han seguido actuaciones como esta que calificó «de justicia poética»: las furgonetas de la Omega son ahora unidades móviles con ventanilla abierta a la ciudadanía. Y se ha determinado atención preferente a los conflictos de convivencia entre comunidades. Frente a la estrategia de García Albiol de darles gran impacto mediático y estigmatizar a sus protagonistas, ahora se abordan no solo policialmente sino en conexión con el tejido ciudadano, buscando soluciones. El último detalle es la implantación de «guardias de barrio que patrullan a pie por calles que conocen y cuyo trabajo está conectado con el de dinamizadores comunitarios».

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