En “La Ilíada o el poema de la fuerza”, Simone Weil afirma que la violencia ejercida «hasta el extremo, hace del hombre una cosa en el sentido más literal, pues hace de él un cadáver». El estremecedor informe de la Comisión de Inteligencia del Senado de EEUU sobre el programa de detención e interrogatorios de la CIA, revela que, bajo el eufemismo de «interrogatorios intensos» y amparándose en la doctrina de la seguridad nacional y guerra global contra el terror, los órganos de seguridad y espionaje hicieron uso extendido y sistemático de la tortura. Como en el poema, «la brutalidad de los hechos no aparece disfrazada con nada».

Obama no cumplió la promesa de cerrar Guantánamo. Cheney, Rumsfeld, Powell y Rice nunca fueron perseguidos por crímenes de guerra, y Trump amenaza: ¡La vamos a llenar!

Nizar Sassi y Mourad Benchellali, detenidos en 2001 en Pakistán y transferidos a Guantánamo, denunciaron detención arbitraria y torturas. En marzo de 2016, el rey de Guantánamo, general Geoffrey Miller, tenía que comparecer ante la Justicia francesa por una denuncia colectiva por tortura y violaciones. No acudió.

Con impunidad, el crimen desaparece y la justicia no existe. Para que Guantánamo sea algo del pasado, y Nizar y Mourad dejen de ser víctimas de la indiferencia.