May advierte a la UE: «mejor que no haya acuerdo a un mal acuerdo»
La primera ministra británica, Theresa May, anunció su intención de llevar a cabo un «Brexit Limpio», con la salida del mercado único y de la unión aduanera, en el discurso en el que detalló sus planes sobre la salida de la UE. May combinó el tono conciliador con la crítica a Bruselas y el rechazo a que se castigue políticamente a Gran Bretaña.

«Ni mitad fuera, mitad dentro, ni miembro asociado, ni miembro parcial». Es una de las frases que más repercusión mediática tuvo del discurso de ayer de la primera ministra Theresa May, anunciando su intención de conseguir un «Brexit limpio» de la UE.
Ante decenas de embajadores de multitud de países europeos y sin perder la sonrisa, May esgrimió uno por uno los doce puntos en los que pretende basar sus negociaciones con la Unión Europea. Un discurso muy estudiado, con términos conciliadores pero no falto de reproches y de alguna que otra advertencia a quienes pretendan «castigar políticamente a Gran Bretaña» por su elección.
El pronunciamiento se prolongó algo más de cuarenta minutos, en una repleta sala del palacio de Lancaster House del distrito de Westminster, un edificio históricamente ligado a reuniones entre el gobierno británico y altos mandos extranjeros.
De hecho, hace más de veinticinco años, la primera ministra Margaret Thatcher había utilizado la misma estancia para, paradójicamente, alabar las ventajas de pertenecer al mercado único europeo.
Ayer el guion exigía la otra postura. Desde su atril, donde se podía leer el mensaje «A Global Britain», Theresa May confirmó que «no se adoptará ningún modelo de relación mutua del que se esté beneficiando otro país».
La primera ministra quiere buscar algo nuevo, a medida, «una nueva alianza entre iguales, entre una Gran Bretaña independiente y autogobernada» y la UE, con quien se pretende seguir siendo «compañeros, aliados y amigos».
Las aspiraciones de Gran Bretaña no se quedan en el interior del continente, sino que se pretende llegar «más allá de las fronteras de Europa», aunque comenzando con «nuestros vecinos y amigos», este último término, muy utilizado durante todo el discurso.
La primera ministra quiso dejar claras sus intenciones por medio de un mensaje en el que se tendía la mano a la cooperación con la «amiga» UE, con la que a su vez, quiere mantener distancias.
De hecho, May no tardó en reprochar la falta de habilidad de las instituciones europeas para lidiar con las aspiraciones británicas que el entonces primer ministro David Cameron trasladó a Bruselas antes del referéndum del pasado 23 de junio: «Sé que Gran Bretaña ha sido visto como un miembro incómodo en ocasiones, pero la UE no ha sabido abordar la diversidad de intereses existente entre los estados miembros», algo que, en opinión de la primera ministra, ha desembocado en este divorcio.
Fuera del mercado único
Ya más en concreto, Theresa May enfatizó de nuevo en la necesidad de ejercer el control de las fronteras, confirmando por primera vez lo que ha venido siendo un secreto a voces: que la primera ministra ya se ve fuera del mercado único.
«Continuar como miembros implica acatar las cuatro libertades de movimientos: mercancías, personas, capitales y servicios. Por eso, no buscamos seguir siendo parte del mercado único, pero sí el mejor acceso posible a él», explicaba.
Tampoco seguirá siendo parte de la Unión Aduanera. Pero Gran Bretaña perseguirá un ambicioso acuerdo de libre comercio con Europa «que otorgue la mayor libertad posible a las empresas británicas para comerciar con la UE» y viceversa.
Y precisamente por abandonar el mercado único, «el tiempo de las grandes aportaciones anuales de Gran Bretaña al presupuesto de la UE ha terminado», aunque no se descartan aportaciones puntuales en aspectos en los que interese participar.
A pesar de querer reducir la inmigración europea en el territorio, Theresa May se comprometía a garantizar los derechos de los trabajadores europeos que habitan en la isla –más de tres millones– de la misma manera que se espera que «Europa garantice los derechos de los trabajadores británicos que residen en cualquiera de los estados miembros», algo más de un millón de personas. Consciente de las críticas de estos últimos meses sobre su cerrazón y sobre la falta de claridad en sus intervenciones, May se guardó un as bajo la manga para intentar contentar al Parlamento de Westminster, que lleva meses pidiendo voz y voto en el proceso de salida de la UE.
Por eso, y a las puertas de que el Tribunal Superior confirme la derrota del gobierno conservador en los tribunales al dictaminar que el Parlamento debe de votar el inicio del proceso, la primera ministra se comprometió a someter el acuerdo final entre Gran Bretaña y la UE a una votación en las dos cámaras parlamentarias.
Asimismo, se pretende conformar un proceso de implementación paulatina de los acuerdos que evite «la caída por un precipicio» que tanto temen los sectores de la City. Quizá ese haya sido el factor principal por el cual, a pesar de haber anunciado un «Brexit duro» en la práctica, la libra respondía con subidas, tras la caída de inicios de semana.
A pesar de todo, el discurso optimista de May escondía una advertencia que dejó para casi el final y que pronunció sin perder la sonrisa: «Sé que existen voces que piden un acuerdo que castigue a Gran Bretaña para evitar un efecto contagio a otros países. Eso sería un acto de autolesión que nunca ocurrirá, porque es preferible que no haya acuerdo a un mal acuerdo».
Y echó mano de las fortalezas británicas en un intento de hacer ver a la Unión Europea todo lo que puede perder si al final se rompieran dramáticamente las relaciones.
Un paraíso fiscal
Del discurso se extraen algunas de las armas que el Gobierno británico utilizará para sus conversaciones, como la fiscal. De hecho, Theresa May dejaba caer sin ofrecer detalles que en caso de fracaso de las negociaciones, no se descarta utilizar la fiscalidad para atraer las inversiones extranjeras. Por eso, el líder laborista, Jeremy Corbyn, no tardaba en advertir del peligro que supone el plan B de convertir Gran Bretaña «en un paraíso fiscal a orillas de Europa».
Recelo laborista
En este sentido, para el Partido Laborista, el pronunciamiento de May carece de la claridad suficiente sobre las intenciones del gobierno y se teme que acabe afectando a «los empleos de los británicos, los servicios y los estándares de vida», al tiempo que se advierte del peligro que supone el retirarse de «uno de los mayores mercados de todo el planeta».
Los sindicatos británicos tampoco acogieron con satisfacción las intenciones de May. Desde el sindicato Unite se afirmó que se trata de un discurso escrito «para apaciguar a la extrema derecha».
En este sentido, el propio líder de UKIP, Paul Nuttal, reconocía ayer con satisfacción que algunos fragmentos del discurso de May parecen recogidos de «un discurso del UKIP».
Sturgeon: «Escocia está ahora más cerca de su referéndum»
De poco han servido los intentos de Theresa May alabando la importancia de los parlamentos de las naciones que componen el territorio y asegurando que está «deseando trabajar con las administraciones en Escocia, Gales y el norte de Irlanda para lograr un Brexit que funcione para el conjunto del territorio».
El «Brexit duro» que la primera ministra plantea tampoco ha sido bien recibido por los escoceses, cuyo gobierno llevaba tiempo advirtiendo de que si no se respetan los intereses de la ciudadanía manteniéndose en el mercado único se le volverá a dar la palabra al pueblo para que decida sobre su futuro.
En este sentido, la ministra principal escocesa, Nicola Sturgeon, denunció que el gobierno de Westminster está actuando movido por las «obsesiones de la extrema derecha de los tories», que apuestan por una salida de la Unión Europea que amenaza con ser «económicamente catastrófica», y que no tiene en cuenta el impacto sobre la «economía escocesa, el empleo, los estándares de vida y la reputación de Escocia como país abierto y tolerante». Por ello, preguntada en una entrevista en la BBC sobre si hoy el segundo referéndum sobre independencia de Escocia está más cerca, la ministra principal contestaba afirmativamente, «sí, sin ninguna duda. Escocia debe ser capaz de elegir entre esta situación y un futuro diferente». El borrador del proyecto de ley ya está hecho.
Paralelamente, desde Belfast también se expresa la preocupación sobre el Brexit. Inmersa en una crisis política y ante unas elecciones el próximo 2 de marzo, el norte de Irlanda debe de lidiar además con la «salida de la Unión Aduanera» que pretende May. Para el líder de Sinn Fein, Gerry Adams, las intenciones del gobierno británico es poco probable que se lleven a cabo «sin realizar cambios significativos en los acuerdos entre el norte de Irlanda y la República».
El portavoz de la formación John O’Dowd va más allá y advierte de que el abandono de la unión aduanera «creará una frontera dura en la isla».M.S.

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