María SUÁREZ
ACTIVACIÓN DEL BREXIT

Jeremy Corbyn, líder de un laborismo ingobernable

El voto del Brexit ha reabierto la crisis en el Partido Laborista, que se prepara para una nueva rebelión tras la acontecida esta misma semana. A las críticas sobre la ambigua oposición, reflejada en su doctrina de voto a favor del artículo 50 del Tratado de Lisboa, se unen nuevas dudas sobre la autoridad de un líder que ve cómo cada nuevo escenario repercute, de una u otra manera, de manera negativa sobre su formación.

No está siendo un fin de semana fácil para Jeremy Corbyn. El Partido Laborista se prepara para la escenificación de una nueva rebelión en sus filas, cuando esta semana se debata y vote por segunda vez el texto del proyecto de ley que dará el poder al Gobierno para activar el artículo 50 del Tratado de Lisboa, y dar inicio así al proceso que culminará con la salida de Reino Unido de la Unión Europea. Se espera que el texto se apruebe sin que ninguna de las enmiendas que se introduzcan salga adelante. El escenario es, por tanto, muy previsible y raro sería que hubiera sorpresas.

Como las crónicas de esta anunciada ley están ya prácticamente cerradas, el foco mediático se centrará, más si cabe, en la bancada laborista, mucho más imprevisible dentro de lo previsible. Y es que lo que se espera es, para desgracia de Corbyn, otra rebelión de diputados laboristas que decidan desobedecer a su líder y voten contra el texto que abre la puerta al Brexit.

Y ocurrirá cuando Jeremy Corbyn no ha terminado aún de digerir la rebelión de 47 de sus diputados que esta semana se pronunciaron contra el proyecto en el primer voto. El líder laborista había requerido a los parlamentarios, bajo amenaza de sanción, que no bloqueasen el ca- mino del proyecto de ley en la Cámara y, aún así, una quinta parte del partido en Westminster le desafió, argumentando su deber de mostrar fidelidad al voto por la permanencia de sus respectivos distritos electorales.

Tres de los miembros del gabinete en la sombra (el equipo de diputados de la oposición que reproduce los cargos del Gobier- no), que, recordemos, fue reformado en verano tras otra crisis del partido, dimitieron antes de votar contra al texto. Incluso miembros del equipo disciplinario del Partido Laborista se abstuvieron de votar a favor. Tampoco se pudieron evitar las sos- pechas sobre una de las mayores aliadas de Corbyn, Diane Abbott, quien anunció su baja por enfermedad en la votación cuando tres horas antes había asistido al debate parlamentario. Fuentes laboristas aseguran que fue debido a una migraña.

Ahora, Corbyn se encuentra en la difícil tesitura de decidir cómo sanciona a los díscolos, aunque algunas fuentes aseguran que incluso podrían librarse de cualquier castigo. «Ha sido el propio Jeremy Corbyn quien ha convertido el voto del proyecto de ley en un asunto sobre su autoridad, porque no estaba obligado a amenazar con serias sanciones a quienes no respetaran la disciplina de partido», explica a GARA Steven Fielding, director del Centro de Política Británica y autor de varios estudios sobre el Partido Laborista. Jeremy Corbyn tiene poco margen de maniobra. El hecho de que una quinta parte de la representación laborista en el Parlamento le desobedeciera denota falta de autoridad. Y ahora, «si finalmente no sanciona a los parlamentarios díscolos, va a dar una imagen de debilidad todavía más clara».

Sin embargo, no todo es achacable a la figura de Corbyn. Lo cierto es que se sabía que la maniobra laborista con el asunto del referéndum y el Brexit «no iba a ser fácil, pero está ocurriendo todo lo peor para el partido», asegura Fielding. Al debate sobre el liderazgo de Corbyn se une su actitud para con el Brexit, sin un mensaje claro y con vaivenes (hace unas semanas Corbyn sorprendió asegurando que el laborismo «no estaba casado con la libertad de circulación de los trabajadores europeos»). Pero es que el actual líder laborista tiene la difícil tarea de unir a un partido dividido y con extremos: «Los distritos electorales que más votos aportaron al Brexit eran laboristas, pero también los que más votaron por la permanencia –explica Fielding–. Además, la mayoría de los diputados laboristas son contrarios al Brexit, pero los votantes están divididos. No es una situación fácil y no creo tampoco que otro líder diera con la solución».

¿Cuál es el camino que debe seguir el Partido Laborista? Aunque no es una posición muy atractiva, «lo mejor es que espere a ver cómo se desarrollan los acontecimientos, con la esperanza de que el Gobierno consiga un acuerdo terrible con la Unión Europea». Una posición que seguro, no es la deseada cuando se tiene el rol de principal partido de la oposición. La posición oficial del Partido Laborista ha sido la de no bloquear el inicio del Brexit y, a partir de ahí, trabajar para que las negociaciones no afecten a los derechos de los trabajadores y de las clases más desfavorecidas.

Esto ha ahorrado preocupaciones a Theresa May, cuyo Ejecutivo da por hecho que habrá ley sobre la activación del artículo 50 dentro del calendario previsto, ya que la verdadera oposición en este aspecto, ejercida por los 54 diputados el Partido Nacional Escocés –cuyo papel es mucho más sencillo por los abrumadores resultados proeuropeos en Escocia– y por los nueve liberal demócratas, no es suficiente. Es más, según Fielding, «la actitud laborista ha desanimado incluso a los miembros del Partido Conservador contrarios al Brexit, que han visto cómo su voto desafiando a Theresa May no serviría de gran cosa».

La situación del Partido Laborista es muy complicada, a la que suman las al menos mil ochocientas bajas entre sus simpatizantes en las últimas tres semanas, según ha revelado el diario “The Guardian”. Y Jeremy Corbyn tiene ante sí la difícil tarea de tratar de juntar los diferentes perfiles, reforzar su autoridad e intentar cambiar las encuestas electorales, que hoy por hoy sitúan a su formación muy por detrás del gobernante Partido Conservador.

El final de esta crisis está lejos de vislumbrarse y queda la duda de si realmente existe hoy en día en el espectro laborista alguien que pueda reunir al partido, o si será, como ocurre en muchas ocasiones, el paso del tiempo el que facilitará las cosas para que el laborismo pueda alzar la voz ya lejos de los votos extremos que han acentuado su división y con lo que sí une a la formación: el deseo de proteger los derechos de los trabajadores y de las clases menos pudientes.