Gloria LATASA
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El más suave de los vientos

Cuenta la leyenda que los primeros moradores de las islas Eolias, también conocidas como Eólicas, fueron dioses y monstruos. Uno de ellos –el que les dio su nombre– fue Eolo, virrey de Zeus, al que le habían sido otorgados poderes sobre los vientos. El archipiélago, situado en el mar Tirreno, a menos de 40 km de la costa noreste de Sicilia, lo forman las islas Lipari, Alicudi, Filicudi, Panarea, Salina, Stromboli y Vulcano. Su aparición tuvo lugar hace dos millones de años al emerger un conjunto de volcanes submarinos.

Este maravilloso entorno –declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 2000 por su belleza e interés vulcanológico– está relacionado con el firmamento ya que sus islas dibujan una «y» del mismo modo en que lo hacen las estrellas que conforman el cinturón de la constelación de Orión. Y también está relacionado con las estrellas cinematográficas, algunas de las cuales –Ana Magnani, Ingrid Bergman o Roberto Rosellini– trabajaron y vivieron en este archipiélago durante algún tiempo, haciendo posible que se hicieran conocidos algunos de sus rincones más secretos.

No es de extrañar que Homero eligiera un lugar como éste para que Odiseo (Ulises) hiciera escala en su viaje de regreso a Ítaca, según relata en la Odisea. A su llegada a las islas Odiseo se encuentra con Eolo –capaz de calmar o agitar los vientos según su deseo– que lo acoge y agasaja. Cuando llega el momento de la partida decide protegerle con un misterioso regalo: un odre –con instrucciones de no abrirlo– que ata delicadamente a la nave mediante un hilo de plata. Le obsequia, también, con la compañía de Céfiro.

El viaje de regreso se inicia dulcemente gracias al soplido de Céfiro que resulta ser el dios del viento del oeste, a la sazón, el más suave de los vientos. Sin embargo, las excelentes condiciones que disfrutan en un principio desaparecen bajo una terrible tempestad cuando la tripulación, sospechando que el odre esconde un tesoro de oro y plata, lo abre y provoca que se escape lo que realmente contenía, todos los vientos.