Joseba VIVANCO
Athletic

Guruceta, con él llegó el escándalo

Se cumplen hoy cuarenta años de la expulsión de Rojo I por el colegiado guipuzcoano, que desató la ira de las gradas en San Mamés.

«Amonesté a Rojo I, en primer lugar, por protestar una decisión mía. Después de mostrarle la tarjeta amarilla, el jugador se alejaba hacia su campo y me dijo que era un hijo de p... y un c... Por eso le enseñé la tarjeta roja, lo que suponía una expulsión. Todos estos detalles están reflejados en el acta del encuentro». Días después ahondaría en ello: «Puedo decir que fueron dos insultos, uno que no me afecta porque soy soltero y otro dirigido a mi madre. Y eso no se lo tolero a nadie...».

El que se justificaba así un día de febrero como hoy pero de 1977 era el ínclito Emilio Carlos Guruceta Muro, trencilla aquella fecha del Athletic-Atlético en San Mamés. El otro protagonista de la polémica lo negó, argumentó que tan solo se quejó de que no era falta, vio la amarilla y tras espetar un «¡qué fácil es sacar una tarjeta!», vio la roja. Hoy se cumplen cuatro décadas de aquella muesca en las trayectoria de uno y otro, caracteres irrepetibles alineados ese día, y que aquella tarde derivó en una tangana que sigue resonando en la ya desaparecida Catedral.

‘“Escándalo en San Mamés”, se podía leer al día siguiente en algún titular periodístico. Rojo I expulsado, Iribar, Escalza –por su recordado tirón de pelo a la carrera al revoltoso ‘Ratón‘ Ayala– y Reina amonestados, todo aderezado bajo la clásica llovizna sobre el verde bilbaino en un duelo de ‘grandes’ de la Liga, donde los colchoneros ganaron con gol de Rubén Cano, se pusieron líderes, y la grada halló en el árbitro guipuzcoano al culpable.

Minuto 35 de un encuentro con aroma añejo cuando Txetxu y Marcelino caen al suelo, el colegiado interpreta falta del primero, es amonestado, protesta y termina en el vestuario. Ese día, Emilio no recurrió a su habitual latiguillo de «tú, chiquitín...», al margen de su recurrente muletilla de «si eso es penalti, mis cojones...». Pues eso. ¡A la calle! Cinco minutos después, gol madrileño. Huelga decir que la cosa acabó como el Rosario de la Aurora. El arquero Miguel Reina, padre de Pepe Reina, es agredido por un espectador cuando se disponía a sacar de puerta, y al término, varios seguidores bilbainos intentaron golpear a Guruceta mientras ponía pies en polvorosa hacia el túnel de vestuarios, el césped se llenaba de almohadillas de las de alquilar a un duro y la Policía toma el terreno de juego.

«Salí del campo gracias a la ayuda de varios directivos del Athletic, que se portaron conmigo maravillosamente, ya que mi automóvil, con el que me había trasladado desde San Sebastián, quedó prácticamente destrozado por unos espectadores, a las puertas de San Mamés. Tanto a mí como a los jueces de línea nos acompañó el señor Zarza, gerente del Athletic y regresé a San Sebastián», relataría dos días después en el programa ‘Hora 25’ de un José María García que calificó al colegiado de valiente y ‘número 1’ del arbitraje.

El relato radiofónico de Guruceta denunciaba el intento del propio jugador Rojo I de acceder a su vestuario, «llegó hasta mi puerta, me dijo que yo no era hombre, que no tenía derecho de haberle expulsado...». Ni qué decir que la versión bilbaina era diametralmente opuesta. Si el de Begoña lo negó, sus compañeros defendieron que el jugador se había alejado unos ocho metros cuando el colegiado le expulsa. «Pensé que era para Churruca», decía Txetxu.

«Guruceta no debió aceptar este partido», lamentó el capitán Iribar, que también vio la amarilla por objetarle que «se fijara un poco, que no podía hacer lo que estaba haciendo. Había dos jugadores nuestros fuera del campo sacando –Gisasola y Lasa– a un espectador que trataba de agredirle. Él, sin tener en cuenta el detalle, mandó seguir el juego y casi nos meten de nuevo. Fue cuando le dije eso y me contestó: ‘Ahora sí que te saco la tarjeta’». Koldo Agirre, entrenador de los leones, lo tildó de «provocación hacia mis jugadores».

El club de San Mamés salió en defensa de su capitán, acusando directamente de los incidentes a la Federación y al Colegio de Árbitros –eran los años de personajes ‘entrañables’ como Pablo Porta y José Plaza–, al no haber desestimado la elección de Guruceta para el encuentro, tras un polémico arbitraje suyo en un Athletic-Celta y un copero Bilbao Athletic-Las Palmas. «Lo sucedido hay que cargarlo a la cuenta de la Federación. Se nos había prometido que no volvería a pitar en San Mamés», denunció el presidente rojiblanco, José Antonio Egidazu. «La actuación de Guruceta fue una constante provocación», protestó. Y añadió que hasta él «hubiera saltado al campo».

Rojo I y Guruceta declararon ante el Comité de Competición días después, no hubo careo como se sugirió, cada cual se ratificó en sus declaraciones previas, el rojiblanco argumentó que «yo no he insultado a un árbitro en mi vida», y todo se resolvió con tres partidos de suspensión para el de Begoña, más 3.000 pesetas de multa, la sanción mímima aplicable. Sanción también al club por el lanzamiento de aquellas añoradas almohadillas, otros objetos y acceso de espectadores al terreno de juego. Eso sí, a José Ángel Iribar le retiraron la amarilla.

Guruceta quedó marcado desde entonces para la afición rojiblanca, como para otras cuantas, sobre todo la blaugrana, cuyo club, el Barça, lo repudió durante años por un penalti pitado al Madrid fuera del área en el Camp Nou en otro escándalo mayúsculo. Inolvidable su figura arbitral, falleció de manera trágica diez años después, en 1987, en la autopista A-2 entre Barcelona y Zaragoza, a la altura de Fraga, al derrapar sobre el mojado asfalto su BMW y empotrarse contra un camión. Con él un juez de línea. Se dirigían a pitar un Osasuna-Madrid.