U na comunidad judía ortodoxa de Jerusalén acaba de sufrir una horrible tragedia. Durante la celebración del Bar Mitzvah de uno de sus más jóvenes miembros, el balcón de las mujeres de la sinagoga se ha desplomado. Pasado el susto, toca levantarse, curarse las heridas y empezar a planificar una reconstrucción... en la que por lo visto, no hay medios suficientes para restaurar dicho espacio. Será por la crisis, por la providencia divina o por la maldita guerra de sexos, resuelta, por los siglos de los siglos, en favor del mismo bando.

La primera película de Emil Ben-Shimon gira en torno al eterno conflicto entre hombres y mujeres. Choque de trenes universal tratado aquí con el factor distintivo de la Torá como juez híper-arbitrario que inclinará la balanza hacia un lado u otro. La narración bascula también, y de forma constante, entre dos tonos igualmente enfrentados: la comedia y el drama. El problema es que esta última pelea no se resuelve en favor de ningún contendiente. Decisión conciliadora (casi salomónica) que le viene bien a la defensa de las tesis sociales de la historia, pero que para nada ayuda al seguimiento de una propuesta demasiado asentada en la indefinición.