Envueltas en papel de estraza
Cnuando hace 15 años el conservador Jean-Louis Debré dio la palabra a Nicolas Sarkozy y desde el fondo del Parlamento se escuchó una voz desconocida entonando una canción bearnesa, el presidente de la cámara no dio crédito. Llamó al orden al diputado tenor y preguntó en vano a su asistente, ¿cómo se llama ese tipo? En aquel entonces Jean Lassalle no tenía nombre en París. Y fue justamente aquel tema provinciano el que le metió de lleno en la escenario nacional. Aquí, a Lassalle, como a Bayrou, se les conoce desde hace tiempo. Ambos, centristas conservadores y bearneses de pura cepa, o lo que es lo mismo, gascones que están hasta las carótidas de que se les tome por vascos. Lo cual, viene provocándoles una comprensible animadversión hacia lo nuestro. Hasta el punto de que hace unas semanas, entrevistado en una televisión de la capital, Lassalle, en una defensa de las lenguas que él sigue llamando regionales, añadió que la enseñanza en estos idiomas debe realizarse en el marco de la República para evitar que a los críos se les enseñe el uso de las armas, lo que ocurre, según él, en las ikastolas. Acuciado por la prensa y por un amago de demanda, le ha salido un gallito con el perdón. Pero la cantada ya está hecha, y esto no es Eurovisión, sino la vida real en la que se quiere dejar al euskara sin partitura. No nos queda otra que elevar el tono.

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