Iratxe FRESNEDA
Periodista y profesora de Comunicación Audiovisual

Dirty Dance

Dirty Dancing” se estrenó en 1987. Han pasado 30 años desde que descubrimos que Baby (Jennifer Grey) se llamaba Frances y que su personaje resultaba de lo más irritante. “Dirty Dancing”, además de ser, en apariencia, una película de “verano”, un musical, provocó revuelo: la cuestión del aborto (entonces prohibido en EEUU), el “perreo”, la sexualidad de la época capturada sin tapujos, el retrato del clasismo norteamericano, etc., marcaban un antes y un después dentro de la cultura popular.

Tras el envoltorio de una película pop había una intencionalidad, la de dibujar un universo social obsoleto y algo ridículo, la esperanza, según la historia, residía en los suburbios donde la clase obrera bailaba.

Cualquier crítica que se realice a “Dirty dancing” será cierta, pero existe algo de rebeldía en su planteamiento, incluso, si se observa con atención, hasta el final, la idea del amor romántico esta algo alterada. A la película le costó pasar las pruebas de audiencia preliminares tan habituales en el entorno hollywoodiense. Algún patrocinador cayó por el camino. En el lago hacía frío, era otoño y las hojas de los arboles ensuciaban el set. 

La dirigió Emile Ardolino, la escribió Eleanor Bergstein y su música suena a Ottis Redding, The Contours, The Drifters y, sorpresa, el propio Patrick Swayze, actor protagonista, firmó “She’s Like the Wind”. No puedo evitar volver a verla y tampoco permitiré que la arrinconen.