Segundas partes casi nunca fueron buenas
H abía muchas esperanzas puestas en la continuación de “Kingsman: Servicio Secreto” (2014), debido a que la segunda entrega de esta parodia bondiana la vuelve a dirigir el siempre inventivo Matthew Vaughn, apoyado en su fiel colaboradora, la guionista Jane Goldman. Pero aún así quedan dudas sobre hasta dónde va a poder prolongar dicha pareja el universo creado por el autor de cómics escocés Mark Millar. Y, ante el secretismo que rodea a la producción por parte de la Fox, la primera decepción llega con un trailer de perfil muy bajo, porque en él todo resulta demasiado obvio. Es como si con el nuevo argumento se hubiera perdido la capacidad de sorpresa.
Se supone que el personaje de Colin Firth había muerto al final de la anterior película, pero nos lo resucitan como si nada. La sastrería que los Kingsman utilizaban como cuartel general fue destruida, y para hacer resurgir a la organización de sus cenizas no se les ha ocurrido otra cosa que tirar de lo conocido. La novedad la representa que ahora trabajan asociados con sus equivalentes yanquis, los Statesman, cuyos agentes han sido bautizados con nombres de bebidas alcohólicas en otra preocupante falta de originalidad. ¿Alguien se puede creer a Halle Berry como científica experta en tecnología?