Nora FRANCO MADARIAGA
Opera

Pastiche insulso

En este titánico proyecto Tutto Verdi de ABAO-OLBE descubrimos gratas sorpresas como la desconocida “Stiffelio” de la temporada pasada, pero también anodinos pastiches como “I masnadieri” que, con aspiraciones a melodrama, se quedó en folletín de rocambolesco argumento.

A pesar de que comienza con una bella obertura que ya es puro belcanto en la que Verdi cede la voz al cello –deliciosamente interpretado por Diego Val, solista de la BOS–, la ópera carece de esas arias inspiradas que encontramos en otras obras del de Busseto, llena de fragmentos que recuerdan a otras de sus piezas, como si se tratase de una suerte de patchwork con sobras de óperas de más enjundia.

Tampoco ayudó a dar cohesión la dirección de Gómez Martínez, un tanto rígida y de tempos poco adecuados que, como en el juego de las siete y media, o se pasaban o no llegaban, dejando casi abandonados a los cantantes. Afortunadamente, la BOS se mantuvo elegante y trató de aportar la fluidez y el calor que las voces necesitaban desde la escena.

En cuanto a los solistas, el conocido tenor Aquiles Machado en el papel protagonista lució su timbre claro y de bello color pero, aunque sin llegar a estar forzado en el registro agudo, sonó algo justo y vocalmente fatigado. Por su parte, el barítono Vladimir Stoyanov aportó una voz brillante de gran legato aunque su presencia escénica resultó más irregular.

La soprano Marta Torbidoni debutaba en ABAO con un papel difícil e ingrato que supo desarrollar vocalmente de manera elogiable con una voz muy limpia de amplio fraseo aunque escasa de color. Pero, si bien flotó por encima de las dificultades de la partitura, no supo transmitir emoción.

El bajo Mika Kares, que ya se ganó al público bilbaíno en Don Carlos, lo volvió a hacer en esta ocasión como Maximiliano Conde Moor, a pesar de que se echan de menos en su voz unos graves de mayor profundidad. Especialmente acertado en los dúos y haciendo gala de dotes interpretativas, mostró en escena un carisma difícilmente igualable por el resto del elenco.

El coro masculino, con gran presencia, sonó solvente y empastado (mejor barítonos que tenores) aunque muy atropellados en los textos y por momentos perdidos en una escena de la que sólo merece mención la iluminación de Alessandro Verazzi.