Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «El autor»

Hay que ser valiente para escribir sin tapujos

Si la creatividad en el cine es para los autores valientes, hay que convenir que lo que le sobra a Manuel Martín Cuenca es arrojo. Películas hechas tan a contracorriente como “La mitad de Óscar” (2010) solo son posibles en manos de cineastas libres de complejos y de prejuicios, algo de lo que puede presumir el almeriense. Con “El autor” se atreve a muchas cosas, y una de las que más me llama la atención es la elección de José Luis Perales como compositor de la banda sonora, y no por capricho o sentido de la provocación, sino porque el personaje de la portera encarnado por la actriz revelación Adelfa Calvo imita a la Pantoja cantando en un karaoke “Se me enamora el alma”, que es de Perales. Desde la inclusión por parte de Carlos Saura en “Cría cuervos” (1976) de su emblemático tema “Por qué te vas”, nadie había vuelto a contar con el de Cuenca, y menos para encargarle la música original de una película.

Martín Cuenca hace una inteligente y divertida desmitificación del miedo a la página en blanco y los fantasmas que envuelven a la escritura en cuanto acto solitario, que obliga al aspirante a Hemingway de turno a desnudarse en toda su literalidad. El protagonista, en la interpretación más puramente física que el menudo pero dotado Javier Gutiérrez haya exhibido en la pantalla, habita ese espacio vacío de la mente recluido en un apartamento igualmente diáfano e iluminado hasta el deslumbramiento sobre sus paredes encaladas. La puesta en escena es tan concreta y realista como para hacer que los acontecimientos de la vecindad ocurran fuera de plano, con lo que la observación del natural se transforma en una labor de espionaje digna de Gene Hackman en “La conversación” (1974).

A través del ventanuco abierto al patio se cuelan los diálogos dichos en días calurosos, que adquieren un eco literario sudoroso a lo Tennessee Williams, mientras esas sombras parlantes se llenan de vivo color.