Los muertitos como esqueleto de la cultura mexicana

Tanto en su etapa de estudio independiente, como en su actual asociación con Disney, Pixar pone un nivel de exigencia al público familiar que sus competidores no son capaces de emular. Nunca toma a los menores por tontos, apelando a su capacidad de comprensión sin discriminarlos con respecto a los adultos, en cuanto personas en desarrollo que son. La prueba de fuego fue “Del revés” (2015), obra que mostraba una complejidad sicológica elevada, pero resuelta mediante el lenguaje visual y significado simbólico de los colores. “Coco” todavía más allá, al abordar en profundidad cuestiones filosóficas y existenciales relacionadas con la muerte, pero utilizando como juego representativo la tradicional y colorista festividad mexicana del Día de los Muertitos con sus divertidos esqueletos bailones y calavéricas figuras de azúcar.
Las coreografías en animación 3D de los huesos en movimiento hubieran hecho las delicias del mismísimo Ray Harryhausen, aunque a quienes están maravillando de verdad con este espectáculo que parece surgido del universo estético de Frida Kahlo es al público mexicano que acuede en masa a las salas donde se proyecta “Coco”. Dicen que se emocionan con las canciones a lo Jorge Negrete, que han compuesto el matrimonio Robert Lóez-Kristen Anderson, y que interpretan los mismos Gael García Bernal o Benjamin Bratt que hacen el doblaje.
Se entiende que les toque más de cerca, al igual que a cuantos nos apasiona la genuina cultura del país azteca, pero “Coco” posee un mensaje universal que le acerca a las grandes películas que han sabido reflejar el contacto entre los vivos y sus seres queridos fallecidos, con “La habitación verde” (1978) de François Truffaut como sumun de todo ello. El matiz está en que el recuerdo de los antepasados se ajusta a la pervivencia del matriarcado en México, donde dicha memoria se transmite de abuelas a nietas.

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