Ion TELLERIA
«ORAIN PRESOAK», REIVINDICACIÓN EN PARÍS

ALEGRES Y COMBATIVOS, AHORA LOS PRESOS

EUSKAL HERRIA MOSTRÓ AYER SU MEJOR CARA EN EL CORAZÓN DE LA REPÚBLICA FRANCESA. UNA CABECERA PLURAL, SEGUIDA DE LOS FAMILIARES DE LOS PRESOS Y UNA PARTE FINAL DE LA MANIFESTACIÓN QUE CONJUGABA FIESTA Y REIVINDICACIÓN. UNA MUESTRA ALEGRE, Y COMBATIVA, DE UN PAÍS QUE RECLAMA «AHORA LOS PRESOS» PARA AVANZAR HACIA SU FUTURO.

Era difícil hacerse oír ayer en París. A la inmensidad de la capital de la República se le sumó la despedida por todo lo alto del mito, casi dios allí, Johnny Hallyday, fallecido esta misma semana. Era la preocupación que mostraba un parisino sorprendido por la llegada de un autobús tras otro a las inmediaciones de la Gare de Montparnasse. «Hoy tenéis una gran competencia», alertaba tras preguntar por el motivo de la protesta. En los Campos Elíseos una multitud con el presidente de la República y varios de sus predecesores estaba reunida para despedir al rockero.

Eran las 10.30 y ya habían hecho su entrada triunfal por el andén número 9 los cientos de vascos que llegaron en el primero de los dos TGV especiales fletados por la organización de la marcha. Las miradas sorprendidas de quienes aguardaban su tren de salida o llegada eran evidentes. Los petos amarillos de la organización guiaron por la salida de la estación a los recién llegados, que comenzaron desde el minuto uno a gritar por la repatriación de los presos vascos.

En la puerta de Montparnasse, una cuadrilla de catalanes ataviados con el lazo amarillo por la libertad de sus presos políticos. Acababan de llegar de la multitudinaria manifestación del jueves en Bruselas. Tras un cruce de argumentos propios y ajenos, catalanes y vascos se despedían con un «ánimo» y una última palabra en el idioma del otro: «Adéu!», «Agur!».

Los manifestantes avanzaron por la Rue du Départ (calle de salida) hacia el inicio de la marcha, localizado en una plaza cercana a la estación de tren. Ahí se visualizaron tres elementos vitales para que el «Ahora los presos» sea una reivindicación efectiva: la confluencia política, representada en la cabecera; la perspectiva humanitaria, mostrada en el bloque de los familiares de los presos; y un cierre de manifestación caracterizado por el ambiente festivo, muestra de un pueblo cuyas gentes viven su identidad de manera natural y alegre.

Mikela es natural de Arrosa y estudia en París. Ponía en valor el hecho de llevar la reivindicación por los presos hasta la capital francesa: «Las manifestaciones de Euskal Herria no suelen ser mostradas aquí; hoy, quizás, seremos capaces de exponer nuestra reivindicación de manera más influyente». José Luis, vecino de Elgoibar, subrayaba por su parte la importancia del momento: «Hemos venido con mucha esperanza, esta demostración de fuerza puede ayudar a que haya un cambio en la dirección de las políticas penitenciarias». Marian, de Donostia, insistía en igual sentido: «Se está abriendo una nueva vía».

Mariví, madre del preso de Trapagaran Oscar Calabozo, se mostraba muy esperanzada. Tras recordar que este fin de semana no ha habido visitas para secundar esta movilización de los artesanos de la paz, hacía hincapié en la necesidad de seguir con las movilizaciones: «Es vital que los presos vean que estamos peleando y que seguiremos hasta que salga el último».

Ese mismo ánimo ha caracterizado la marcha previa por una veintena de prisiones francesas, cuyas últimas etapas han transcurrido en las cárceles cercanas a París. El último tramo lo recorrieron ayer por la mañana, uniendo los diez kilómetros que separan a la prisión de Fresnes del punto en el que comenzó la movilización. La marcha llegó hacia las 12.00, encabezada por la pancarta que repetía en francés el lema principal de la manifestación: «Paz en Euskal Herria. Ahora los presos». Los kilómetros caminados bajo la lluvia y con temperaturas que, a ratos, han sido bajo cero, no fueron óbice para que este supusiera uno de los puntos de la marcha donde más se gritó. Eso sí, les cambiaron el speaker de la furgoneta y con él las proclamas en francés que incluso aquellos que desconocen el idioma ya habían aprendido durante estos días: «¡Oye, lanza los gritos clásicos!», le interpelaban.

A partir de ahí, todo un abanico de folklore vasco, música y ambiente festivo. Los gaiteros de Lizarra hacían cantar y bailar a los manifestantes, precedidos por una ikurrina gigante. Tras ellos los txistularis de Uztaritze, bombardino incluido, y varias parejas de trikitilaris. En el camión, dispuesta a amenizar la marcha, ya sonaba la txalaparta del grupo iruindarra Hutsun. Ese vehículo fue uno de los elementos fuertes de la jornada, sobre todo con la actuación de Fermin Muguruza. En la confluencia del Boulevard de Montparnasse con Invalides el camión debía tomar una vía alternativa para llegar al final de la marcha antes de los manifestantes, ya que luego serviría de escenario, y la organización tuvo que emplearse a fondo para separar a un grupo incansable que bailaba al compás marcado desde el vehículo.

Curiosidad parisina

Sin lugar a dudas, quienes más atrajeron la mirada de los parisinos fueron los cencerros de los joaldunak de Gasteiz, Zubieta, Zornotza y Hazparne que precedieron la marcha. Desde el punto de partida hasta el final fueron muchas las personas que inmortalizaron el paso de quienes suelen anunciar la llegada del Carnaval y ayer en París pregonaban que los vascos habían llegado a exigir a Matignon que anule la política carcelaria de excepción.

La plaza Vauban, con la torre Eiffel al fondo, aguardaba ya la presencia de los manifestantes. En la primera pancarta, la representación política; y tras ellos, los familiares con el lema en euskara y francés de «los queremos en casa». Momentos antes del inicio del acto final, ambos unieron sus proclamas para atender de manera conjunta a los mensajes del estrado.

El camión que amenizó la marcha se convirtíó en escenario y los manifestantes tomaron la plaza. Ya eran las 14.00 y muchos optaron por reponer fuerzas a base de bocadillos, botellas de vino y termos con café.

El acto finalizó con los bafles sonando al ritmo de ‘‘Sarri sarri’’. Las miles de personas venidas de Euskal Herria recogían sus bártulos y se preparaban para el retorno a casa, también de los presos. En este caso sin necesidad de bafles de camuflaje y como resultado del diálogo entre la interlocución vasca y el Gobierno francés, que seguirá buscando frutos tras esta exhibición de apoyo popular.