Julio FLOR
córdoba
Entrevista
JULIO ANGUITA
POLÍTICO

«Esta entrevista es un acto de rebeldía»

Julio Anguita (Fuengilora, 1941) hace tiempo que no concede entrevistas. En esta ocasión se sincera con su amigo y compañero, el periodista vasco Julio Flor. El que fuera secretario general del Partido Comunista de España (PCE) y coordinador general de Izquierda Unida se muestra desesperanzado, pero no por eso abatido. No evita temas y sus análisis son radicales, sin concesiones.

Rodeados de libros, en su domicilio de Córdoba, busco con Julio Anguita razones para una esperanza fértil en estos tiempos oscuros. Desde el primer momento dirá que es una tarea imposible. Pero Anguita nunca se ha limitado a describir lo que hay. Él siempre viene con propuestas.

Quiero hablar con usted de razones para la esperanza en estos tiempos de desesperanza.

No tengo ninguna razón para la esperanza. Estamos en un momento en el que uno llega a pensar que el ser humano no tiene remedio. Uno puede exculpar y ver las razones en las que nos movemos de dominio ideológico por parte de la derecha, de pesimismo debido a la situación económica de mucha gente que está en el margen de la marginación.

Hemos visto que no hay un discurso fuerte de la izquierda frente al discurso fuerte de la derecha. Y ese discurso de la izquierda existe, pero creo que a mucha gente que está en política le da miedo asumir esa posición. Hay miedo al vacío de los medios de comunicación. Hay miedo a afrontar en solitario la travesía en el desierto cuando yo aseguro que hay discurso, pero es un discurso radical de contestación al sistema.

¿Qué más ve en estos momentos?

Veo cómo la gente vuelve a votar a ladrones, a sinvergüenzas, a estafadores, a cínicos. Veo cómo las altas magistraturas del Estado, protegidas por algunos tribunales, salvan del ingreso en la cárcel a delincuentes poderosos… No hay nada, mirando alrededor, que te permita vislumbrar que en algún momento pueda haber siquiera un asomo de justicia, por elemental que esta sea.

«No tengo ninguna razón para la esperanza». ¿Significa que la esperanza está muerta?

La esperanza no puede morir, pero puede encontrarse hibernada. No veo reacción alguna. Veo que se pone en marcha el atropello del artículo 155 de la Constitución, pero las medidas que se han tomado cesando a un Gobierno no están en la Constitución. Catedráticos de Derecho y medios de comunicación dan por buena una auténtica estafa. ¿Dónde dice la Constitución que se puede cesar a un Gobierno? Que lean, por favor. ¿Dónde?

Además, veo que el estado de opinión que se ha generado con tanta bandera constitucional ha recogido lo peor del patriotismo. El patriotismo es pensar qué va a ser de nuestros jóvenes. Si fuesen patriotas estarían exigiendo justicia y no volverían a votar a los ladrones de siempre.

¿En qué medida lo que ha ocurrido en Cataluña, su movilización cívica, es una razón para la esperanza?

Si observo la respuesta de la gente de Cataluña, sí veo esperanza. Si miro al Gobierno, no. Creo que el Gobierno de la Generalitat vendió humo e ilusionó de una manera inmerecida a su gente. Cuando la gente, con la Policía delante, fue y votó, ahí la gente ganó el pulso a Mariano Rajoy. Esa reacción me pareció positiva, la gente creyó en algo y lo manifestó jugándosela, independientemente del papel de sus dirigentes, que me recordaron a Alexis Tsipras, otro gran vendedor de humo.

En el resto sólo encuentro miseria. Miseria en el apoyo del PSOE al 155. Miseria de discursos trapaceros hablando de patriotismo por parte de poderes públicos que no cumplen la Constitución, a la que violentan sistemáticamente. Miseria de tribunales que dan golpes de Estado, como dice el catedrático de Derecho Constitucional Pérez Royo, cuando un Estatuto que está aprobado por la población y aprobado por el Congreso lo echan para atrás. Es una situación extraña, de estado de excepción, pero no un estado de excepción llevado a cabo por un Estado donde lo ilegal, donde lo inmoral, se vuelve normal.

¿Euskadi significa esperanza en algún sentido?

En Euskadi ha habido cosas muy importantes. Para empezar es un pueblo de una entidad cultural superior al resto de España, eso es verdad. No se le pueden vender mensajes mendrugueros, como se venden fácilmente en otros lares, donde cuatro topicazos, cuatro cosas de la cultura más demodé y más franquista pululan a la orden del día.

En segundo lugar, Euskadi ha sabido pasar un trance difícil con la violencia de ETA, una violencia que le venía muy bien a determinados poderes públicos que contra ETA vivían muchísimo mejor. Veo en Euskadi un sentido común, un seny que no han tenido los catalanes.

Euskadi es la lucha y la cultura política al servicio de una época en la que se avecinan tiempos muy duros. Se van a perder derechos sociales, se van a perder libertades, ya se están perdiendo, se está imponiendo un pensamiento parafascista, las bandas fascistas campan a sus anchas, vuelve el discurso franquista, vuelve un discurso de medianía cultural y político, el discurso cutre y casposo por excelencia.

En su querida Andalucía, ¿dónde anida la esperanza?

Nosotros tenemos en Córdoba el Colectivo Prometeo, pero estamos solos, muy solos. Como cuando hemos denunciado, por ejemplo, cuestiones como las inmatriculaciones de la Iglesia, que se ha apoderado de bienes públicos o de bienes sin titularidad específica con la connivencia del Ayuntamiento, que cuando la Iglesia los inmatriculaba, el Ayuntamiento de Córdoba los borraba de sus bienes.

Yo tengo muy pocas esperanzas. No veo que la gente responda ante tanta injusticia. La cultura que se está imponiendo es la cultura del justificar lo que hay, sin darle más importancia, ‘lo que importa es divertirse’; es decir, una cultura de escapismo. Esta Andalucía no se parece absolutamente en nada a la del 28 de febrero de 1980.

¿Encuentra esperanza en el PCE, que dentro de cuatro años cumplirá cien años de existencia?

Ya se lo he dicho a mi secretario general, y al de Andalucía, y a otros dirigentes, que cuando se cumplan los cien años es una ocasión de oro para decir: ‘bueno, el Partido Comunista tal y como lo entendemos ha terminado una misión’. Ahora bien, ha terminado el PCE tal y como lo entendemos. El Partido Comunista debe ser un pensamiento y un permanente ejercicio de agitación intelectual, de participación en las instancias sociales generando alternativas, fuerza, generando rebelión consciente, rebelión con causa.

La rebeldía se organiza. Romper el discurso tramposo que nos imponen. Desmenuzarlo, desnudarlo, romperlo, arrasarlo de nuestra mente… Ahora hay una inmensa grey que come el pan que les dejan sus distintos jefes de filas. Cuántos políticos hay comiendo del pan de las grandes empresas, que son las que mandan.

Si miramos al mundo, a los usurpadores que deciden el destino de la Humanidad, ¿cuál es el diagnóstico?

Es la crisis de la Civilización. Si el capitalismo muere va a morir arrastrando con él al planeta Tierra. Yo no veo ahora mismo alternativas políticas al capitalismo, porque debían ser alternativas que lo contesten totalmente desde su pensamiento básico.

Es decir, el crecimiento sostenido debe ser negado. El PIB como medidor universal debe ser sustituido por otros índices de desarrollo humano, que ya los tienen las Naciones Unidas. El concepto de comercio debe enfrentarse al de soberanía alimentaria y a una especie de subsidiaridad económica: lo que yo pueda producir no se produce en otra instancia. Esto significa que el comercio no debe ser entendido a través de los monopolios o los oligopolios…

Es una respuesta alternativa al sistema. Se trata de una economía planificada que todos vivan de otra manera distinta. Pero eso es la negación de los alumbrados en las Navidades, del consumo por el consumo, una negación de los modos de vida instalados en una alineación del ser humano. No somos más felices, al contrario, vivimos arrastrados por el consumo. Esa es la crisis de civilización que nos lleva a la ruina, donde el nivel de los mares va a subir... Y no hay valor, salvo grupos ecologistas… no hay valor en sus políticos para decir ‘esto, lo que tenemos ante nosotros, es pueblo».

En un poema, León Felipe se plantea qué pasaría si esta vida nuestra tuviera mil años de existencia. Encontraríamos «los mismos hombres, las mismas guerras, los mismos tiranos, las mismas cadenas, los mismos farsantes… y los mismos poetas».

Los poetas buenos siempre han sido un revulsivo. Siempre han sido profetas. Estoy ahora mismo trabajando con la idea del profetismo, y me llaman la atención los profetas de Israel, que más allá de que dijeran que Dios los iluminaba –que yo no comparto–, ellos veían más que su pueblo, y advertían de lo que iba a pasar, enfrentándose a los reyes, a su pueblo, y a veces los apedreaban. Tenían el valor de decir: ‘pueblo mío, esto es lo que está pasando’. Eso hace falta que lo asuman dirigentes políticos que puedan construir un mensaje alternativo. Con la radicalidad del pensamiento.

Catalunya, Euskadi, Andalucía, el PCE, el mundo… ¿Y en usted? ¿Cuánta esperanza anida dentro de usted? ¿En qué medida es su propio motor?

Yo vivo… físicamente ahora estoy bien. Tengo algún achaque, pero bueno. Tengo una vida austera, hago gimnasia todos los días, tengo amigos, me permito algunos viajes con mi mujer, bien, tengo una pensión, ella también. No tengo lujos, pero ya quisiera que todo el mundo viviera como yo. Miro hacia atrás, en mi vida, y me digo: ‘bueno, yo lo intenté’». Y sigo intentándolo, porque este acto de denuncia que estoy haciendo en esta entrevista es un acto de rebeldía. ¿Es que no lo estáis viendo?

Y mientras tanto, usted, como en el poema de Pablo Neruda, luchando, escribiendo, hablando… esperando.

… Sólo quiero ayudar a pensar.

Usted ya tiene una trayectoria, Julio.

Yo he sido y soy un rebelde esencialmente, no asumo este sistema, no soy de esta sociedad, soy alienígena, no estoy de acuerdo con ella en absoluto. Me rebelo contra sus valores, del consumismo, de la explotación, del cinismo. Lo siento, no lo puedo soportar y lucharé contra ella en la medida que pueda.

Queda claro que es un antisistema.

Totalmente, hasta la raíz más profunda.