Pablo CABEZA
BILBO
Entrevista
NADER KOOCHAKI
SOCIÓLOGO. ÁMBITO ARTÍSTICO. VIDEO, FOTOGRAFÍA, EXPLORACIÓN...

«Parto de elementos ausentes en las ciencias sociales y en las artes»

Una caja con tres vinilos que recopilan el sonido de los cencerros de multitud de rebaños de ovejas, más cartografías de las zonas de pastoreo, fotos de cencerros y diferentes textos conforman la obra que el donostiarra Nader Koochaki recoge en una caja titulada «Soineko pasaia. Dorsal Landscape». Un trabajo complejo con cientos de horas de grabaciones por diferentes zonas de Euskal Herria.

Nader Koochaki nace en Donostia en 1983. Crece en la barrio de Gros, donde vive hasta los once años. Después la familia se muda a Errotaburu, después vendría el barrio del Antiguo... Bilbo. Sin obviar Marruecos, Túnez, Turquía, Londres, Cleveland e Irán. No obstante, no se considera un viajero, no al menos hasta definir cuál es el estándar.

Desde la infancia hasta la adolescencia practica diferentes deportes, al tiempo que estudia siete años de piano, además de bajo eléctrico, percusión africana y guitarra, «aún no he aprendido a tocarla, pero la utilizo».

Koochaki estudia sociología de rebote. Mientras cursa bachillerato de humanidades mira de reojo a una clase que está frente a la de él. Es la clase de bachillerato artístico. «Yo me moría de ganas por estar ahí. Pero nunca pedí que me cambiaran. Es una putada porque aquí, nada más terminar el segundo de bachiller, te inducen la idea de que tienes que meterte directamente a la universidad o hacer un curso de FP. Creo que en ese momento lo que necesitas es descansar, después de toda la paliza de disciplinamiento a la que te han sometido desde la educación obligatoria. Levantar un poco la cabeza, mirar lo que hay alrededor, y, al de un tiempo, poder elegir con más criterio; creo que eso sería más sano. Pero en nuestro caso, todo sucedió como en una mesa de pinball».

Nader Koochaki lo que tiene claro es que quiere salir de casa, por lo que esta premisa se convierte en objetivo para elegir carrera. «Pensé que por no haber hecho el bachillerato artístico, no podía matricularme en bellas artes. Me gustaba leer, alguien nos dijo que en la carrera de sociología te pedían leer y poco más, estaba también el prejuicio de poder entender mejor la sociedad. Estudiar sociología no fue un error, pero siempre tuve un ojo puesto en la facultad de Bellas Artes y he vivido con la duda de si debería matricularme algún día».

Entre 2005 y 2006 disfruta de la primera beca de investigación junto a Diego Carbajo. «La investigación que desarrollé con Diego fue algo parecido a hacer la mili en sociología. Nos involucramos mucho en el trabajo. Además, quisimos escribir en euskera. El arte de escribir es algo que no se trabaja mucho en la carrera, y mucho menos en euskera. Es ahí cuando tomamos conciencia de la parte creativa de nuestro trabajo. No era posible hacer ciencia, o dicho de otro modo, la ciencia no nos dejaba hacer».

“Soineko paisaia» es un trabajo de campo de años con el pastoreo como base, pero prestando atención a su aspecto sonoro, el de los cencerros, con sus diferentes afinaciones y sonoridad a golpe de martillo. Un trabajo único que contrasta con los numerosos estudios e investigaciones sobre la práctica del pastoreo. Con todo, Usue Arrieta, Vicente Vázquez e Iñaki Martínez de Albéniz aportan también interesantes reflexiones al respecto y que van incluso más allá del propio pastoreo, quizá como un ejercicio para incidir, finalmente, sobre él.

¿Cuál es el objetivo de su propuesta?

Trabajar partiendo de una serie de elementos ausentes en las ciencias sociales y en las artes. Encontramos diversos trabajos que desde una perspectiva científica han abordado la práctica del pastoreo, pero ninguno de ellos lo ha hecho desde lo sonoro, ni ha incorporado una reflexión política en torno a su propia labor, ya que en aras de reivindicar el poder del conocimiento, ha evitado problematizar el trabajo creativo que exige cualquier tipo de articulación del saber. En el caso de la cultura, se han proporcionado bienes destinados mayoritariamente al consumo visual, alimentando un dispositivo totalmente ligado a la economía. También se ha tratado de forzar una aproximación epistemológica que hablara de actantes humanos y no humanos y atraer un modo de hacer simétrico, donde natura, cultura y ciencia medien a un mismo nivel.

¿La caja es la materialización de todos esos años de intenso trabajo?

Es la materialización de un cúmulo de objetivos. Algunos de ellos responden a una pulsión racional, pero muchos otros resultan inexplicables y circulan ya sin causa. Desde el principio tenía claro que las grabaciones debían de publicarse en vinilo. Este punto de partida impuso una serie de limitaciones y abrió un camino al formato. Es interesante aceptar unas reglas de juego y ver qué se puede hacer con ellas. El proceso ha sido bastante costoso, pero también satisfactorio en sus resultados. Existe cierto juego de escala en las partes del conjunto. La totalidad no lo domina todo, ni significa más que las partes. Cada uno de los elementos puede tener su propia autonomía y además se remiten entre sí. Puedes aproximarte o alejarte al contenido a través de la forma, o bien, puedes disfrutar la forma y estar saboreando el contenido. El artefacto es un cuerpo, y en ese sentido nos permite tener una experiencia táctil. Hemos trabajado en ello. Elementos como la cartografía, el índice, los tracks de calibración, las descripciones etc. hacen de la publicación un cuerpo, un territorio por y con el que poder caminar.

El empaquetamiento (la amplia caja con su cierre abotonado, cierto misterio, su distribución de elementos en su interior, el peso...) es denso; quizá ambicioso, singular...

El resultado es la suma de varias circunstancias. Cuando ves el artefacto, parece que es el resultado de una idea preconcebida, que ha respondido a un diseño previo... pero no ha sido así. El artefacto ha tomado forma desde dentro hacia fuera. Ha crecido como una cebolla, capa por capa. Partiendo del sonido, editándolo, fabricando los vinilos, produciendo sus fundas, dando lugar a la cartografía, escribiendo los textos, maquetándolos, dimensionándolos para su impresión, seleccionando el papel, los pliegos, toda la coherencia de los números de inventario y sus ordenes, las dimensiones de los cuadernos, las fundas para ellos, rechazando ideas constantemente, yendo mil veces a la copistería, haciendo maquetas, dejándolas de lado, dejándolas reposar, volviendo al trabajo y retomando, desechando la idea del día anterior, concibiendo una nueva, desechando esta también y rescatando la antigua, decidiendo hacer un estuche, pensando en la portada, haciendo una maqueta, concibiendo el dentro y el afuera, su tactilidad, el modo en el que encontrar los contenidos, el proceso de ir abriéndolos... así, hasta que se acabó el tiempo. Básicamente, lo que existía era la necesidad de despojarme de ciertos materiales y un compromiso por tratarlos bien.

¿Por qué grabar los sonidos de los cencerros en un soporte como el vinilo, quizá aún no del todo restaurado?

No conozco a nadie que adore los cedés, al contrario, así que quizá san ellas las que tendrían que explicar su pasión. No he crecido con la cultura del vinilo, pero tampoco he crecido con otro tipo de culturas con las que ahora disfruto. La forma y el contenido entran en tensión y es entonces cuando las propuestas nos atrapan. Es una forma es estética, pero también una estructura de trabajo y un modo de organizar materiales. Podría haber metido todo el archivo en un pendrive, pero toda forma viene a ser una mala forma. Cualquier tipo de formato hubiera supuesto un tipo de limitaciones. Los lectores de cedés, los usamos cada vez menos. La forma impone un ritmo, no solamente en los tiempos de preproducción, sino también en los tiempos de consumo y distribución. A mí me ha gustado mucho hacerlo así, estoy muy contento y quizás, la respuesta más sincera sería decirte que lo he hecho así porque lo he hecho yo, sin que nadie me lo haya pedido, porque me ha dado la gana de hacerlo así. De todas formas (valga la redundancia), el trabajo no comienza y tampoco termina aquí. Los vinilos son una mutación temporal del archivo y con el paso del tiempo probablemente se convertirán en otra cosa.

¿Es un trabajo bucólico, reivindicativo de un pasado, de una forma de vida rural o todo nace de algo tan teórico/sociológico como la Teoría del Actor Red?

El trabajo lo motivó la identificación del pastoreo como una forma básica de pensamiento (sujeto-mediador-objeto) y la posibilidad de pensar sobre él. Al principio comencé a prestar atención a los concursos de perros de pastor. Los concursos de perros de pastor son un tipo de espectáculo, nacido en los años 50, donde el pastor, el perro y las ovejas son llevados a un escenario público para exponer una versión simplificada de su oficio, subrayando la habilidad que tiene el pastor para trabajar a distancia y gobernar con éxito su rebaño. En ellos, el perro es un agente mediador, una tecnología híbrida, humana y animal. Entendiendo que los cencerros se encuentran en un mismo nivel (que por cierto, para los concursos los retiran) y decidí abrir esta otra vía de trabajo, que trabajaba el mismo tema, pero cobraba forma como antítesis de la supremacía visual que opera en los concursos de perros de pastor. Fue una manera de salir al campo, construir un método de trabajo y articular el saber de otra manera..

¿Se relaciona con los pastores o es un hecho no necesario? ¿Cómo le ven?

Una de las pautas de trabajo ha sido la de no grabar nunca un rebaño que no sé a quién pertenece. Ha habido casos en los que he grabado un rebaño sin saber de quién era. No obstante, han sido casos en los que bien por el lugar en el que se encontraba, o bien por las marcas que he identificado en las ovejas (suelen tener cortes en las orejas, marcas de pintura en la espalda etc.) pensé que podría descubrir después su pertenencia. En el archivo encontrarás algunas grabaciones que carecen de este dato, pero la gran mayoría están identificadas. Teniendo en cuenta esto, en ningún momento he buscado a un pastor, sino que he tratado de encontrar a personas que me aportaran información sobre la pertenencia de cada rebaño. Es una cosa muy diferente. Buscar a un pastor es algo lujurioso. Hay algo de sexual en el tema, igual que en tu pregunta. La ceremonia de seducción que se da entre el antropólogo y el pastor es un modo de relación a superar. Hemos pasado del investigador que desea ganarse la confianza del pastor para obtener información válida y avanzar en su investigación al curioso que sabe lo que esconde su informante, y lo único que desea es disfrutar de la experiencia satisfactoria de quien obtiene respuestas a sus preguntas. Sucede lo mismo en el caso del pastor. Hemos pasado del pastor que no conoce el interés que un antropólogo puede tener sobre lo que hace en su vida cotidiana, al pastor que se sabe pastor y que como tal, interpreta lo que es: que es, lo que de él se espera. El primero se parece más a un periodista, mientras que el segundo viene a ser un performer. En este trabajo he tratado de no alimentar este tipo de inercias.