Koldo CAMPOS
Escritor

Catalunya

La primera vez que oí hablar de ella era un niño y fue gracias a mi abuelo. Vivía en Barcelona y cuando en Navidades regresaba a Pamplona no era él quien volvía sino los Reyes Magos. Me enamoré de Catalunya escuchando a Serrat y a su “Tieta”, su “Hernández”, su “Mediterráneo”. La amé cuando conocí a Lluís Llach y de su voz “L’Estaca”, su “Viatge a Itaca”, sus “Campanades a Morts” en homenaje a los cinco vitorianos asesinados en marzo de 1976. Y ese amor fue agregando nombres: Xirinacs, Julián Grimau, Gaudí, Ferrer Guardia...

La he seguido amando todos estos años en que también se ha vuelto patria de mi hija Irene. A ella debo la estelada que cuelga en mi habitación y la que llevo en mi muñeca. Hasta me volví culé... un culé del Athletic, pero si alguna imagen guardo de ese amor allá donde ni el olvido ni el miserable llega, es la de esa Catalunya unida y cohesionada, la de ese generoso tejido social que puso en la calle a estudiantes, obreros, trabajadoras, bomberos, deportistas, enfermeras, músicos, vecinos y vecinas defendiendo su derecho a parir una república catalana, a pesar del escarnio, de las amenazas, de los golpes, de la cárcel y el exilio. Y es verdad que el parto va a ser doloroso pero mientras pujen unidos, de la mano, habrá república.

(Euskal presoak Euskal Herrira)