Libe Villa Basterretxea
Profesora de Secundaria de Lekeitio BHI
GAURKOA

¿Qué modelo de escuela queremos para nuestra futura república vasca?

Efectivamente, no podía estar más de acuerdo con el titular del editorial de GARA de 15 del pasado enero que dice “La desigualdad social se corrige desde la escuela”. El problema es que no especifica desde qué escuela: ¿pública?, ¿privada-concertada? ¿o privada-privada? Y en mi opinión eso es hacer trampa porque el editorial no acaba de abordar el tema desde el fondo, un fondo que nos resistimos a debatir por miedo a crear rupturas o enfrentamientos en nuestra sociedad, sobre todo, en una desgastada clase media que ansía cohesionarse. Las cifras de la desigualdad son abrumadoramente preocupantes en Gasteiz, pero en el resto de la CAV la tendencia, con grados y ritmos diferentes, es la misma (ya veremos lo que ocurre en Nafarroa; teniendo en cuenta los cambios favorables a la implantación del modelo D en las escuelas públicas, aún es pronto para interpretar tendencias).

La diversidad es uno de los valores más predicados en nuestra cultura democrática. Sabemos que vivir y experimentar la diversidad trae riqueza material y cultural, apertura mental, mayor empatía y entendimiento del mundo, mayor solidaridad humana; y es muy probable que en ella esté la clave creativa para imaginar y construir alternativas esperanzadoras para este planeta enfermo. Pero cuando esta diversidad se guetiza se crean bolsas de desigualdad social, más aún si esta diversidad proveniente de otros lugares a nuestra tierra se junta a los sectores más desfavorecidos de la sociedad. Y esto, hay que decirlo alto y claro, es lo que está pasando en la escuela pública. Mejor dicho, esto es lo que estamos dejando que pase en nuestra red pública de enseñanza. En todos los planes educativos (Lomce, Heziberri) se habla de escuela inclusiva, un concepto revolucionario y no siempre bien entendido. Y es cierto, sin una escuela inclusiva no se puede construir una sociedad inclusiva; sin un sistema de enseñanza que acoja la diversidad social en todos su espectro (cultural, lingüístico y económico), no podemos construir una sociedad, un país de cultura democrática, y menos aún, la utopía de un república socialista. Luego, en los patios de la escuelas de hoy nos estamos jugando el tipo de sociedad del mañana. Por eso me permito humildemente rebatir el editorial y aportar mi opinión al debate.

Dice el diario GARA que el debate no debería ser «cuál de los dos modelos [público / privado] cumple mejor su función educativa, sino por qué esos padres y madres están abocados a no poder escoger». Pues no señor, no estoy de acuerdo. Precisamente ese debería ser el debate, por lo menos si estamos interesados en poner los cimientos de una sociedad futura, o de una res publica futura. No se trata de escoger como en un supermercado haciendo trampa en los precios y en el etiquetado; se trata de construir y cohesionar una sociedad desde abajo. Es ahí, en los patios de las escuelas, donde se teje, se urde, se cose el tejido social de un país, con lazos y complicidades mucho más fuertes que la afiliación a partidos políticos. Es ahí, en los años de escolarización, donde se adquiere el sentido de pertenencia a un pueblo, a un país, a una lengua.

Hoy por hoy, el camino que se está silenciosamente eligiendo es la segregación. La estructura educativa en nuestro país nos aleja cada vez más de un futuro de integración y cohesión social. Y los medios de comunicación, los sindicatos y los partidos políticos nos están sustrayendo este debate a la sociedad; son pocos los que ante esta cuestión se mojan y hablan con claridad del modelo educativo que defienden.

Dice el editorial del GARA que «es inquietante, en paralelo, la creciente utilización de la enseñanza privada a modo de ‘refugio’, en una dinámica perversa que acaba acelerando ese proceso de dualización». No entiendo muy bien a qué se refiere con lo de la enseñanza privada como «refugio». ¿Se refiere a que cierto sector proveniente de otras tierras opta colectivamente por determinados centros privados porque se sienten más atendidos en su «diversidad», o a que ciertos sectores sociológicos de nuestras sociedades optan en bloque por la red privada para refugiarse de los alumnos que proceden de otras latitudes? Mucho me temo que a pesar de que nos gusta como sociedad vasca mostrarnos públicamente solidarios con los refugiados, en nuestro día a día preferimos que nuestras hijas e hijos acudan a centros donde no haya excesivo contacto con esos otros «refugiados» que ya están viviendo entre nosotros.

En educación Finlandia, que cuenta con un 94% de red pública, es el Santo Grial. Más próximo a nosotros tenemos Portugal, cuyo reciente despegue económico ha venido parejo a los buenos resultados de PISA en el ámbito educativo. Dicen que el llamado milagro portugués se debe en parte a que el Gobierno ha dejado de subvencionar a la red privada, apostando de manera radical por la enseñanza pública. En nueve años el país ha reducido tres veces la diferencia entre el estudiante nativo y el inmigrante, de 59 puntos a 17, cuando la media de la OCDE es de 43 puntos. ¿No va siendo hora de aquí hagamos una reflexión seria al respecto? Es verdad que el debate da miedo, pero cuanto más tiempo dejemos pasar más tejido social se guetiza, más puentes se dinamitan entre unos sectores y otros.

Y por último, ¿Se puede creer de verdad, como señala el editorial, que un Plan de Atención al Alumnado Inmigrante va a garantizar per se una sociedad integrada e igualitaria?, ¿nos podemos creer que las movilizaciones únicamente del sector público van a equilibrar la situación de desigualdad actual (por cierto ¿por qué los trabajadores del sector privado-concertado no son llamados a las movilizaciones laborales?)? Porque no nos engañemos, el verdadero «refugio» educativo, social y euskaldun del sector inmigrante y de las clases autóctonas desfavorecidas, y con tendencia cada vez mayor, es la escuela pública. Quizá la red privada (concertada o no) tenga vocación de ser «refugio» sí, pero para ciertas clases sociales acomodadas. En la utopía del socialismo, las estructuras sociales constituyen el refugio para todas y todos sin excepción cuando se garantiza de forma gratuita la salud, la educación y otros servicios sociales imprescindibles, y cuando la gestión de dichos servicios es transparente, pública e igualitaria para todos.