Un remake a la italiana sin referencias al original
P or suerte para nuestro trabajo, a algunos la memoria cinéfila nos funciona mejor que la otra, y me sorprende que para hablar de “Lasciati andare” todo el mundo tome como referencia el humor judío de Woody Allen, el de los Coen, el de Mel Brooks, el de los hermanos Marx, e incluso el de Ernst Lubitsch. Nadie parece acordarse de la comedia de Herbert Ross “La gatita y el búho” (1970), basada en una obra teatral de Bill Manhoff, y que protagonizaron George Seagal y Barbra Streisand, aunque ella no cantaba y la banda sonora era de Blood, Sweat and Tears. Me parece justo mencionarla, porque es a mi entender la que mejor define el esquema de relación entre un serio intelectual y una chica divertida más preocupada de su atractivo físico que del mental.
Dada la evolución de la mujer en las casi cinco décadas transcurridas desde entonces, resulta un poco chocante que la comedia italiana se interese por dicho tipo de emparejamiento antitético. Toni Servillo es el sicológico judío al que su médico recomienda hacer ejercicio, y ahí es donde entra Verónica Echegui, como su entrenadora personal. La comicidad derivada del choque entre opuestos es explotada por el debutante en la ficción Francesco Amato, que hasta ahora se había dedicado al documental.

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