La serie televisiva japonesa de los años 70 hizo una relectura de la obra original del alemán Waldemar Bonsels, quien en 1912 comenzó a publicar las aventuras de la famosa abeja Maya. Este autor de su época era filonazi y concibió la colmena como una especie de estado totalitario, algo que sería convenientemente modificado al ir transformando a nuestra heroína alada en una figura traviesa, pero cuyos errores o atrevimientos servían como lección pedagógica para reconducir lo que se entiende por un buen comportamiento infantil. Un mensaje tan positivo como conservador que no ha variado con el paso del tiempo, porque lo que caracteriza al producto, hoy como ayer, es su dedicación exclusiva a los niños y niñas de corta edad, sin dobles sentidos o lecturas pensadas para los acompañantes adultos.

En la actualidad el relanzamiento de la franquicia corresponde a la compañía australiana Studio 100 Film, que es la misma que creó el largometraje inspirado en la fauna autóctona de las Antípodas “Blinky Bill, el koala” (2015). Justo antes presentaban en el mercado internacional “Maya erlea: pelikula” (2014), de la que “Ezti-jokoak” (2018) es su continuación. Su planteamiento consiste en trasladar a la colmena el espíritu participativo que el Barón de Coubertin promovió como fundador de los modernos Juegos Olímpicos.

Es comprensible que la nostalgia por la serie de 1975 haga preferir la animación artesanal del estudio Nippon, pero es justo reconocer que la nueva versión en 3D digital conserva la inocencia del diseño de los personajes y el colorido en tonos pastel que hace el conjunto tan cándido y enternecedor. No hay malicia alguna, ni el contrapunto cómico aportado por la pareja de hormigas-soldado en algunas de las pruebas.

La rivalidad entre Maya y Violet se dispara por culpa del padre de la segunda, un Zumbón que representa la obsesión de quienes presionan a sus hijos para ganar.