Iosu del Moral
Secretario General de Podemos Ahal Dugu Donostia
KOLABORAZIOA

Urbanismo a la carta: Basozabal, la Seseña donostiarra

El último disparate urbanístico que el Consistorio donostiarra trata de impulsar es el de Basozabal, proyecto que entre los propios técnicos del Ayuntamiento de manera jocosa, a la vez que mordaz, califican como «la Seseña donostiarra». No es muy alentador, y mucho menos halagüeño, que el plan sea comparado a Seseña, la que fuera ciudad fantasma del constructor «pocero» y uno de los símbolos más atroces de la burbuja inmobiliaria en tiempos del pelotazo. Una vez más parece que nuestras instituciones, aquellas que debieran ser de todos y todas y servir al interés general de la mayoría, vuelven a ser secuestradas, supeditándose al interés particular de unas pocas personas.

Sin duda, un claro caso de aquello que se ha venido a denominar urbanismo a la carta, donde el binomio formado por una viciada clase política carente de valores y una serie de ambiciosos empresarios del ladrillo sin escrúpulos, se ponen de acuerdo para llevar a cabo un proyecto al servicio de una minoría. Por un lado desde lo público el Partido Socialista, que trata de impulsar un proyecto en el que lleva empecinado desde 2005 y un PNV que da el beneplácito y observa como los mal llamados socialistas ponen en marcha una operación mucho más acorde a la derecha y donde el alcalde Goia deja que su secuaz, Gasco, haga en este caso de poli malo. Por otro, desde lo privado, un empresario, Garmendia, que evidentemente busca el mayor de los réditos económicos y el Club de Golf Basozabal, que aspira en esta operación a la mejora y ampliación del campo con la excusa de repercutir en el beneficio de la sociedad donostiarra, ya que como todo el mundo sabe el golf cumple una labor social encomiable.

Plan, el de Basozabal, que ya fuera presentado en 2005 desde el Ayuntamiento por Odón y los suyos y rechazado por la Diputación y el Gobierno Vasco, en aquel entonces en manos del PNV, ya que al parecer el proyecto incumplía varias premisas reguladas en la ley del suelo. Es cierto que en 2010 sería incluido en el Plan General, dando vía libre al mismo, aunque poco después quedase aparcado durante el mandato de Izaguirre y el grupo municipal de Bildu al entender que no era positivo para el municipio. Así que no es hasta la llegada otra vez del PSOE al Gobierno municipal como socio de los jeltzales, cuando el plan vuelve a ponerse en marcha por iniciativa del primero y con el beneplácito del segundo. Nunca fue complicado para quienes mantienen las instituciones diseñadas a su medida, encontrar algún recoveco dentro de la maraña burocrática que les permita alcanzar sus objetivos.

Al margen de esta pequeña cronología, el proyecto incumple toda una serie de leyes y recomendaciones dadas desde el ámbito autonómico, estatal y europeo, obviando cuestiones fundamentales como el modelo de ciudad compacta, el aprovisionamiento de servicios básicos o el impacto medioambiental. Mientras Europa recomienda apostar por ciudades compactas aprovechando el espacio interior para reducir la excesiva extensión de nuestros municipios, Basozabal supone lo contrario, aumentando superficie edificable en la periferia. A nivel más local sus impulsores tampoco han tenido en cuenta el abastecimiento de servicios municipales y autonómicos que requiere un proyecto de estas características, tales como la red de transporte público, la recogida de basuras, o la propia atención sanitaria. Parece que se hayan olvidado de que por ley cualquier construcción de este tipo debe tener un número mínimo de viviendas protegidas, por lo que una buena gestión de los servicios básicos es primordial.

En definitiva, los donostiarras nos encontramos ante un nuevo proyecto urbanístico que precisamente no viene a mejorar la malograda situación de la vivienda en la capital guipuzcoana, si no a ahondar, aún más si cabe, en el problema reproduciendo políticas del pasado. Poco que esperar del alcalde y de su equipo de gestores que utilizan Donostia como si de un hipermercado se tratase donde todo se puede comprar o vender, sin entender que una ciudad es un espacio donde vivimos personas y donde no todo puede medirse mediante un patrón de rentabilidad económica. Menos aún que esperar de Ernesto Gasco y de su camarilla en el PSOE, a los que tanto les cuesta aplicar políticas socialistas y progresistas de izquierdas, seguramente porque nunca lo fueron, encontrándose mucho más cómodos en la aplicación de políticas neoliberales donde ni los intereses sociales ni los intereses de la clase trabajadora se ven reflejados. Donostia y su ciudadanía se merecen unos dirigentes que miren por el bien de su comunidad y que apuesten por un desarrollo del espacio urbano mucho más acorde con las necesidades de sus habitantes, sin explotar los pocos entornos naturales que quedan en el municipio y sin hacer de un bien básico como es la vivienda, un mero negocio.