Beñat ZALDUA
LA INCREÍBLE HISTORIA DE LA PRIMERA PILOTO DE GUERRA CHILENA

«YO SOLO QUERÍA VOLAR», VIDA Y MILAGROS DE MARGOT DUHALDE

Contra viento y machismo, Margot Duhalde, de abuelo vasco, fue pionera de la aviación femenina en Chile. Antes, participó como piloto de guerra en la II Guerra Mundial en las filas de la Fuerza Aérea Británica. Falleció el pasado 5 de febrero a los 97 años de edad.

Cuando a Margot Duhalde las fuerzas francesas libres con base en Londres le asignaron cuidar pilotos heridos, dejó a un lado las tropas del general Charles de Gaulle y se enroló en la británica Royal Air Force. No sabía inglés, pero sabía volar. Y no había cruzado el Atlántico con 20 años para cuidar enfermos.

«Los franceses del comité no sabían qué hacer conmigo, confundieron mi nombre con el de Marcel, es decir, pensaron que era un hombre. Y como ellos no usaban pilotos mujeres (...) a alguien se le ocurrió la fantástica idea de mandarme a un pueblo para cumplir la aburridísima labor de ayudar a una francesa que tenía una casa de reposo para pilotos», escribió en su día la propia Duhalde en un documento recogido por Eusko Ikaskuntza.

Ni corta ni perezosa, se presentó ante la Real Fuerza Aérea Británica: «No dominaba el idioma, por lo que se me hizo cuesta arriba. Logré que no me echaran y me dieran el puesto de mecánico mientras aprendía los términos técnicos». Y finalmente logró engrosar las filas, junto a 165 mujeres más, de la Air Transport Auxiliary, la unidad encargada de llevar los aviones de guerra al frente. Era la única latinoamericana presente.

Una niña con catalejos

Duhalde murió el pasado 5 de febrero en Santiago de Chile tras una vida marcada por el deseo –realizado– de volar, volar y volar. Nació en 1920 en Río Bueno, al sur de Chile, en el seno de una familia tradicional: «Mi padre era agricultor, un hombre de esfuerzo que debía mantener a una familia muy numerosa; la imagen que tengo de mamá grabada en la mente es la de ella esperando a un hijo o dando de mamar a un bebé». Tuvo 12. Era la senda que también ella tenía marcada en aquella familia rural procedente de Euskal Herria –«Cuando murió mi abuelo, quien era originario de Luhuso, yo tendría unos nueve años. Era un vasco imponente que usaba unos tremendos bigotes y le gustaba hacer de sus relatos canciones»–. Pero el cielo se cruzó en su camino.

En una entrevista concedida al canal chileno Tele13 el año pasado y que está disponible en la red, a sus 96 años de edad, Duhalde explicaba cómo con 8 ó 10 años subía al techo de la casa para ver los aviones «más de cerca». Hasta que un día uno tuvo que realizar un aterrizaje de emergencia cerca de su casa: «Cuando me acerqué y lo pude tocar supe inmediatamente que quería ser aviadora. Por supuesto que todos pensaban que estaba loca, pero se me metió en la cabeza ser piloto, y no hubo nada ni nadie que me lo impidiera». Y así ocurrió, literalmente.

El primer reto, solo parcial, lo encontró en casa: «Me costó un par de años, me enfermé gravemente de escarlatina, que era muy grave en esos años, y ahí me dijeron que me autorizaban a volar si me mejoraba... y yo me mejoré», explica entre risas en el mencionado reportaje audiovisual. Sigue diciendo: «Pero no fue tan fácil, mi papá me decía ‘si tu mamá te da permiso, yo no me opongo’; y mi mamá contestaba lo mismo, pero luego nunca me daban el permiso. Así que por fin les dije que me iba a matar, y ahí parece que me tomaron en serio».

En busca de un instructor de vuelo

Tenía 16 años y el trabajado apoyo –o resignación– de su familia, pero aún iba a faltar mucho ingenio y mayor audacia para llegar a volar. También alguna que otra mentira. El Museo Nacional Aeronáutico de Chile conserva dos licencias de vuelo de Duhalde. En la más antigua de ellas consta como fecha de nacimiento el 12 de diciembre de 1916; en la más reciente, el mismo día pero del año 1920. Es decir, Duhalde falsificó su fecha de nacimiento para poder darse de alta en el Club Aéreo de Chile: «Mentí, dije que tenía 20 años, y como no había ningún certificado, me creyeron. Y mi padre se quedó callado no más, no dijo nada».

No fue la única mentira, ya que también tuvo que ocultar su mala vista en el reconocimiento médico: «El médico era bastante viejito, era corto de vista él, y un poco sordo. Y yo convencí a su oficial, un sargento cuyo nombre no recuerdo, de que me ayudara y me soplara las letras. Y así pasé. Si lo único que yo quería era volar...», explicó a las cámaras de Tele13. Una frase que resume mejor que ninguna toda una vida.

Las dificultades no acabaron ahí. Menos en un país al que el sufragio femenino no llegó hasta 1949: «La verdad es que me costó mucho encontrar a alguien que quisiera enseñarle a volar a una mujer, joven y medio campesina». Según algunas versiones, fue César Copetta, impulsor de la aviación en Chile, quien finalmente decidió hacerse cargo de la instrucción de una Duhalde que dos años después alzó el vuelo. Sin cumplir todavía los 18 años –algo que, por supuesto, su instructor no sabía–, el 23 de febrero de 1938 pilotó por primera vez un avión y, poco después, obtuvo el título de aviadora civil.

Las posibilidades de trabajar como piloto para una mujer joven a finales de los años 30 eran mínimas en Chile y en cualquier lugar del globo, así que cuando el general Charles de Gaulle llamó a «los franceses del mundo» a unirse a su ejército libre para combatir a los nazis, Duhalde, que ya se había presentado como voluntaria, no lo dudó. A sus padres les dijo que se iba de instructora a Canadá. «Zarpé desde el puerto de Valparaíso junto a otras trece personas. Una francesa que era enfermera, algunos chilenos y dos vascos jóvenes, muy buenos mozos: Juan Cotano y un tal Ibarra. Con los dos últimos me hice muy amiga. Como yo era bien inútil y no sabía hacer ninguna labor de tipo doméstica, ellos me planchaban, me lavaban la ropa...», escribió.

Y como ya hemos visto, a esta joven que no sabía ni cómo lavar su ropa, las fuerzas de la resistencia francesas la enviaron... a cuidar enfermos. El patriotismo francés le duró lo que le duró la expectativa de volar.

Faldas y paracaídas

También en filas británicas se topó con el patriarcado. «Las mujeres de la sociedad inglesa criticaban a las mujeres que volaban: ‘¿Qué hacen volando si tienen que estar en casa cuidando a su marido y a sus hijos?’», explicó Duhalde en Tele13, ilustrando gráficamente algunos de los sinsentidos: «Al principio no nos dejaban pilotar los mismos aviones que a ellos, tampoco nos dejaban usar pantalones, y mira que era ridículo usar paracaídas con pollera (falda)».

Finalmente, sin embargo, acabó pilotando más de 60 tipos de aviones diferentes, incluidos cazas y bombarderos. En total, su unidad trasladó al frente más de 300.000 aviones durante toda la contienda militar. «El trabajo nuestro era muy difícil, teníamos que volar en pésimas condiciones atmosféricas, con un mínimo de visibilidad. Era una cosa peligrosa, no teníamos ninguna radioayuda, ningún contacto con tierra, porque si no los alemanes escuchaban».

Al regresar a Chile ejerció de piloto comercial y militar, de instructora y de controladora aérea –la primera mujer en serlo–, manteniendo la independencia también en una vida personal que ella misma describía con sorna: «Casi como un experimento me casé; y no solo una, sino tres veces». Los tres matrimonios acabaron, aunque del segundo nació un hijo que «prácticamente fue criado por la empleada de la casa». «Con mis dos nietos también soy un desastre», añadía en un relato realizado a los 81 años de edad, y que concluía así: «Vivo en mi departamento acompañada por mi perra Maite, que es tan vieja como yo, y por mi joven gato. Cada vez que puedo me arranco y voy a la tierra de mis antepasados, Luhuso, o a Baiona, donde todavía tengo familia».

Genio y figura hasta la sepultura, Duhalde se jubiló a los 80 años, aniversario que celebró lanzándose en paracaídas desde 3.660 metros de altura.

Pedazos de la vida de Margot Duhalde, en primera persona

«Nuestro trabajo era muy difícil y peligroso. Volábamos sin ayuda de radio ni contacto con la tierra, porque si no los alemanes escuchaban»

«Empecé con 16 años. Me costó mucho encontrar a alguien que quisiera enseñarle a volar a una mujer, joven y medio campesina»

«De chica quería ver los aviones de cerca. Me subía al techo de la casa con unos anteojos regalados por mis padres. Pensaban que solo era curiosidad»

«Mi abuelo era un vasco imponente originario de Luhuso, usaba unos tremendos bigotes y le gustaba hacer de sus relatos canciones»