Jaime IGLESIAS

ARCO arranca con censura y con presencia de una única galería vasca

La Feria de arte contemporáneo más importante de cuantas se celebran en el Estado español abrió ayer sus puertas al público con la polémica, aún muy viva, que ha suscitado la retirada de la obra «Presos políticos» de Santiago Sierra, una decisión sin precedentes.

La retirada de la obra “Presos políticos” del stand de Helga de Alvear antes incluso de que ARCO abriera sus puertas seguía trayendo cola veinticuatro horas después cuando la Feria celebraba su inauguración oficial que tuvo lugar ayer con una ausencia destacada, la de la alcaldesa de Madrid Manuela Carmena quien, de esta manera, quiso expresar su rechazo al acto de censura cometido contra la obra de Santiago Sierra por parte de IFEMA, un organismo público, recordémoslo, participado en un 31% por el propio ayuntamiento de Madrid, estando el resto de su gestión en manos de la Comunidad y la Cámara de Comercio.

La propia Alvear, en un primer momento, afirmó que fue una decisión suya a petición de la dirección de IFEMA y se resistió a hablar de censura. Término que sí empleó, sin embargo, Antonio Caballero, responsable de registro de su galería quien, en declaraciones exclusivas a GARA, reconoció que «esperábamos que la obra suscitase polémica pero no que llegase a ser censurada». El director de ARCO, Carlos Urroz criticó la decisión remarcando que «en 37 años es la primera vez que ocurre una cosa así».

Él mismo intentó convencer a Helga de Alvear para que no retirase la obra aunque al final fue la propia galerista la que tomó la decisión, quién sabe si por miedo a ser censurada ella misma de cara a próximas ediciones o buscando rentabilizar la polémica.

El caso es que la obra “Presos políticos” no tardó en venderse, antes de que decidieran retirarla. El comprador –trascendió más tarde–, fue el empresario catalán Tatxo Benet, cofundador de Mediapro, quien puso la obra a disposición de aquellos museos o espacios culturales que quieran exhibirla.

El primero en recoger el guante fue el Museu de Lleida que se mostró encantado de recibir la obra y aceptó exponerla en fechas próximas.

La obra en cuestión, recordémoslo, está formada por una serie de fotografías pixeladas de varios perfiles debajo de los cuales un texto aducía los motivos de índole político por los cuales estas personas habían acabado en las cárceles españolas. Entre los perfiles estaban los de Otegi, Junqueras, los responsables de “Egin” o los tres jóvenes detenidos en Altsasu.

Ironía

Con todo, lo más curioso fueron las razones esgrimidas por IFEMA para solicitar la retirada de la obra, razones sobre las que ironizaba el galerista vasco Ignacio Mugica: «Si su objetivo, como dicen, era no desviar la atención del visitante hacia territorios de polémica para no perjudicar la visibilidad del resto de obras, lo que han conseguido es el efecto contrario. Santiago Sierra ha abordado temas mucho más hirientes en su obra, como por ejemplo la situación de los espaldas mojadas. Pero ya sabemos que sobre la pobreza, y más sobre aquella que pilla lejos, puedes decir lo que quieras».

En este sentido, llamaron también la atención las declaraciones del ministro de Interior, Juan Ignacio Zoido, quien tras señalar que «con esta decisión se le ha dado mayor protagonismo a la obra», manifestó que «el arte siempre es arte y ha de ser respetado».

Sobrepasados por el ruido mediático generado y, seguramente, conscientes de su torpeza, los responsables de IFEMA se apresuraron a emitir un comunicado horas antes de la inauguración oficial de la feria donde decían que en su petición inicial a Helga de Alvear «no hubo mala fe» ni pretensión alguna de «ejercer censura a la creación». La galerista, por su parte ha dejado en manos de IFEMA la posibilidad de que la obra de Santiago Sierra vuelva a ser mostrada en ARCO, algo que parece muy poco probable ya que, una vez vendida y al precio que está el metro cuadrado para la exhibición en esta feria, lo lógico es que el espacio dejado por “Presos políticos” continúe siendo ocupado por los cuadros del artista Thomas Ruff, traídos como solución de emergencia por la propia Helga de Alvear, quien quiso zanjar la polémica alegando que «todos hemos hecho el ridículo, la primera yo».

En lo referente al arte vasco cabe destacar que, por segundo año consecutivo, el galerismo de Euskal Herria ha quedado reducido a su mínima expresión en ARCO. Hace doce meses la propuesta de Altxerri no convenció a los organizadores del evento y este año, porlo que se ve, tampoco. Su responsable, Juan Ignacio García Velilla ya reconocía por aquel entonces que ser seleccionado para ARCO se ha puesto muy caro y que, entre la relación de méritos que valora el Comité de Dirección para invitar a las distintas galerías, tiene mucho peso la presencia de estas en ferias internacionales. Una percepción que es compartida por Ignacio Múgica, responsable de la bilbaina Carreras Múgica: «Los tiempos de Rosina Gómez-Baeza como directora, cuando se recorría el Estado contactando con las galerías más significativas de cada territorio, abriéndoles las puertas de ARCO, han quedado atrás. Ahora, en el comité de selección cada vez hay más galeristas internacionales y lo que está claro es que si no acudes a las grandes ferias no te conocen y no van a puntuar bien tu proyecto».

La Carreras Múgica es la única galería de Euskal Herria de entre las 208 de 29 países que este año concurren en ARCO, una cifra menor que la de ediciones pasadas, lo que pone de manifiesto una doble tendencia, de un lado hacia la exclusividad, de otro hacia la internacionalización: «Nosotros seguimos fieles a nuestra apuesta por los artistas vascos, por gente como Txomin Badiola, Jon Mikel Euba, Pello Irazu, Xabier Salaberria, Sergio Prego Maneros Zabala o Itziar Okariz. Pero también exponemos a creadores de talla internacional como Richard Serra. Nos parece un ejercicio muy interesante el hecho de poner en diálogo su obra, o la de otros artistas de fama mundial, con el trabajo de gente como Asier Mendizabal o Juan Pérez Agirregoikoa porque, de este modo, el trabajo desarrollado por los creadores vascos es asumido por el coleccionista bajo una nueva perspectiva». Junto a los nombres anteriormente citados, conviene destacar al navarro Angel Bados cuya monumental escultura “Para ambos lados de la frontera” ocupa un lugar destacado en el estand de la galería bilbaina. Alrededor suyo, otras obras del mismo autor de menores dimensiones destacan como testimonio de ese arte comprometido que invita a la reflexión, aludiendo, en este caso a la odisea de aquellos que se mueven, por pura necesidad de supervivencia, en territorios fronterizos con el mar como protagonista.

La obra de Angel Bados puede verse también en la galería Moisés Pérez de Albéniz que pese a haber trasladado su sede, hace ya algunos años, desde Iruñea hasta Madrid, sigue dando mucho protagonismo al arte vasco. En su estand de este año destacan esculturas de Miren Doiz y Ana Laura Aláez, un cuadro de gran formato de Juan Ugalde, una serie de fotografías de Iñaki Garmendia y una obra de tintas pigmentadas sobre algodón de Carlos Irijalba que, bajo el título de “Walls 2”, concitaba la atención de un selecto grupo de visitantes.

 

Miradas femeninas

Aunque la relación de todos estos nombres puede hacer pensar al visitante que la nómina de artistas vascos es la misma año tras año, Ignacio Múgica asegura que en Euskal Herria hay buena cantera y que están emergiendo nuevos artistas a los que conviene seguir la pista aunque para hacerlo haya que desplazarse fuera de nuestro territorio: «La cantidad y calidad de artistas que tenemos en Euskadi es inversamente proporcional a la de las colecciones privadas con que contamos. No sabría darte una cifra exacta, pero pon que por cada coleccionista vasco hay veinte artistas. Cada año salen nuevas promociones de las aulas de la UPV/EHU y, por lo general, son gente muy talentosa». Ocurre que, habiendo tan pocas galerías en territorio vasco, muchos de estos artistas optan por visibilizar sus propuestas en otras plazas. Tal es el caso de Abigail Lazkoz, que desarrolla su trabajo a medio camino entre su Bilbo natal y Nueva York y que es una de las apuestas más fuertes de la galería madrileña-viguesa Bacelos. En ARCO se exhiben dos cuadros suyos caracterizados por un estilo de líneas rectas y formas geométricas a través del cual Lazkoz invita a reflexionar al espectador sobre la realidad política y social, desde la convicción de que la obra de arte ha de ser capaz de ofrecer a la vez una experiencia estimulante.

En este sentido, conviene destacar también la obra de Elena Aitzkoa. Su trabajo puede verse en el estand de la galería valenciana Rosa Santos. Esculturas de diversos formatos realizadas a partir de objetos usados como piedras de río, fósiles, pinzas de la ropa, bragas o pantalones que conectan a la propia artista (los tejidos usados provienen de su propio vestuario) con el medio natural. Tanto Elena Aitzkoa como Abigail Lazkoz constituyen dos buenos ejemplos de que el futuro, en el arte, tiene nombre de mujer. En este sentido también es justo destacar a Maider López cuyo espectacular mural “Caja de 120 láìces de colores” ocupa un lugar destacado en el estand de la galería madrileña Espacio Mínimo, donde también exponen otros artistas vascos como Manu Muniategiandikoetxea o Juan Luis Moraza.