Núria VILÀ
Sofía (Bulgaria)
CRISIS DEMOGRÁFICA Y SOCIAL EN BULGARIA (Y II)

GITANOS BÚLGAROS: INVERTIR EN EDUCACIÓN PARA SALIR DEL GUETO

El Gobierno búlgaro impulsa un nuevo programa para fomentar la asistencia de la población gitana a la escuela, única manera de sacar del gueto a una comunidad que, en plena crisis demográfica, podría igualar a los búlgaros eslavos y otros en 2050.

Muchos miembros de la comunidad romaní descono- cen aspectos alegóricos de su historia como que la cultura flamenca tiene orígenes gitanos, que algunos de los en su día cantantes más emblemáticos de la escena musical española –como Lola Flores y Antonio González– eran gitanos o que algunos de los mejores violinistas de Hungría también son gitanos. Al menos, en el caso de los gitanos de Bulgaria. ¿Quién les contará que hay vida más allá del gueto en el que viven, y que existen profesiones como bombero, doctora o arquitecta, a las que pueden tener acceso si no se alejan de los pupitres?

Raycho Chaprazov está hastiado de ver cómo los jóvenes gitanos de su alrededor menosprecian a su propia comunidad. Es por eso que, desde hace años, vuelca sus mayores esfuerzos en Amalipe, una asociación que trata de promover el acceso a la educación de los gitanos en Bulgaria. «Tengo mucho miedo de la forma de pensar de los jóvenes gitanos. Es el pensamiento de sus padres, que no serán más que barrenderos», lamenta Chaprazov, que también es gitano aunque se ha criado, igual que la mayoría de miembros que integran la organización fuera de lo que él entiende como gueto.

Combatir el consumo de drogas en estos degradados barrios y el desprecio a su propia cultura es el acicate del trabajo diario de Chaprazov, quien antes de involucrarse en las labores de esta asociación se ganaba la vida como fotoperiodista. «Los niños solo dicen: ‘Somos mala gente, somos mala gente, somos mala gente. No está bien tomar drogas, robar… Somos mala gente’ –afirma–. Cuando durante cuarenta años le dices a alguien que se quede en un rincón, que no vaya al centro de la ciudad, que no coja el transporte público… ¿Qué puedes esperar?». La inclusión de esta comunidad es tan importante que, debido al decrecimiento poblacional de Bulgaria, a finales de siglo varios estudios apuntan al hecho que los gitanos búlgaros podrían acercarse o incluso igualar en proporción al número de búlgaros no-gitanos residentes en Bulgaria. En la actualidad, este país balcánico es, además, el más pobre de la Unión Europea.

Empuje a la asistencia escolar

Este curso escolar, como novedad, el gobierno de Bulgaria impulsa un programa que pretende fomentar la inserción en la escuela de los niños y niñas gitanos, con la finalidad añadida de abordar el creciente analfabetismo y el alto número de embarazos adolescentes en esta empobrecida comunidad, que constituye el 10% de los cerca de siete millones de ciudadanos búlgaros. Según anunció el ministro de Educación, Krasimir Valchev, alrededor de 130.000 niños no van a la escuela en Bulgaria, la mayoría de ellos pertenecen a la comunidad romaní. Según estudios recientes, el 22% de los niños gitanos son analfabetos y solo el 9% completa la educación secundaria, a pesar de que es obligatoria. El Gobierno búlgaro ha desplegado a un millar de especialistas en educación a lo largo y ancho del país para tratar de atajar ese fenómeno.

En Amalipe llevan ya siete años viajando por los pueblos búlgaros, casa por casa, para pedir a las familias gitanas que envíen a sus hijos a la escuela. Trabajan en 270 centros escolares de todo el país. Además, imparten clases extraescolares de folklore gitano, impulsan clubes en los que participan los padres y las madres y han constituido una especie de Parlamento donde los estudiantes pueden exponer sus inquietudes. «En Amalipe decimos que invertir ahora en los niños romaníes es invertir en el futuro de Bulgaria. Maestros, gobiernos… todos deberían pensar en el futuro de estos niños», subraya Chaprazov.

«Somos los culpables de la situación»

Raycho Chaprazov visita un instituto de formación profesional donde se instruye sobre el trabajo con productos textiles y cuero. El centro está situado justo al lado de Fakulteta, el mayor barrio –o gueto, según este fotoperiodista– gitano de Sofía, capital de Bulgaria, que se encuentra en las afueras de la ciudad. En él, están matriculados 250 estudiantes, la mayoría de ellos gitanos –solo cinco son búlgaros no gitanos–. «Los alumnos solo van del gueto al colegio; no ven nada más», comenta en la entrada la directora del centro, Valia.

Conversamos con cinco estudiantes gitanos de primer curso; tres chicas y dos chicos de 14 años. Los adolescentes expresan, sobre todo, su disconformidad sobre la vida en Fakulteta, donde residen. «Me gustaría vivir en un sitio más limpio. Queremos cambiar la vida dentro del barrio; matrimonios tempranos, drogas, suciedad…», sostiene Sisi, aunque confiesa que no cree que nada vaya a cambiar. «Somos los culpables de esta situación; la culpa se encuentra en nosotros mismos», añade. Pero, ¿cuáles son las razones, según ellos, que conducen a buena parte de estos adolescentes al fracaso escolar? «Los gitanos solo están interesados en tener dinero y una vida feliz», explica Niki.

«Queremos trabajar», agrega Sisi. Traicho, el más movido y charlatán del grupo, tiene claro que le gustaría ser taxista. Cuando termine sus estudios, a Sisi le gustaría montar su propio centro de belleza y dar empleo a varios trabajadores.

Las familias de la mayoría de ellos trabajan en el extranjero. La madre de Milka es limpiadora en un hotel en Chipre, aunque vuelve a menudo a Bulgaria. El padre de Traicho, por su parte, fabrica mesas en Holanda.

Pero no todo es negativo. Niki destaca el hecho que en su comunidad «ayudan con dinero a otra gente» cuando surge una necesidad y también «ayudan a los enfermos», resalta Sneja, que desea seguir viviendo en Sofía cuando finalice sus estudios. Les gustan sus tradiciones y, sobre todo, disfrutan con la celebración de una de sus festividades, el 14 de enero.

A tan solo unos metros del instituto donde estudian estos adolescentes, en Fakulteta, donde residen alrededor de 40.000 personas, algunos hogares son simples chabolas, mientras que otros edificios se encuentran mal acabados, con aspecto de estar todavía en construcción aunque su situación es definitiva.

Mientras se desplaza en coche por sus calles, inundadas de carros empujados por burros que cargan mercancías de todo tipo –desde chatarra hasta alimentos–, Raycho Chaprazov señala que «el Gobierno viene aquí en período electoral para que los gitanos les voten. Son fáciles de manipular. Es mejor mantenerlos sin educación, estúpidos; si no sería tan fácil manipularlos. Los políticos –lamenta– necesitan a alguien que tenga la culpa de todos los problemas» y esa es la comunidad romaní.

Los reproches, sin embargo, se reparten: «Seguro que estos gitanos no tienen ningún libro en su casa, pero sí una gran televisión y equipo de música. Quizás nunca han oído hablar de Emir Kusturica o de Víctor Hugo», añade. Chaprazov insiste –y se le nota– en que no le gusta conversar con otros gitanos que piensan que la comunidad romaní es mala. Prefiere invertir sus esfuerzos en potenciar la historia y la cultura de la mayor minoría étnica de la Unión Europea.