Pablo GONZÁLEZ

CRISIS EN MOLDAVIA, DONDE LA UNIÓN EUROPEA ES POBREZA Y CORRUPCIÓN

La república es otro campo del enfrentamiento entre Rusia y Occidente. Ello deja una sociedad cada vez más polarizada, al borde del conflicto social por la corrupción, la pobreza y la geopolítica regional.

La UE no siempre sabe elegir bien a sus socios en los países que formaban la extinta Unión Soviética. Moldavia es un caso claro. Gobernada desde hace años por el oligarca Vlad Plajotniuc, el país se encamina hacia la ruptura social debido a la pobreza y corrupción que marcan su día a día. 2018 se presenta clave para ver si el país se confirma en la vía de la integración europea, si gira hacia Rusia o si se queda en la zona gris que separa ambos bloques.

Este año los moldavos tienen dos citas con las urnas. En mayo eligieron a los alcaldes y a finales de año, con posibilidad de que sea incluso a comienzos de 2019, tienen unas cruciales elecciones parlamentarias. De manera tradicional hay dos tendencias antagonistas: la que aboga por la integración europea y la que desea acercarse a Rusia. Recientemente ha reaparecido una tercera opción: integrarse en Rumanía.

La opción europea es la más amplia en cuanto a alternativas políticas. El Partido Demócrata gobierna sin haber ganado las elecciones y vive marcado por numerosos casos de corrupción. Se mantiene en el poder gracias a los tránsfugas de otros partidos y a sobornos y chantajes a otras fuerzas políticas. El mayor escándalo fue el robo de un banco público en 2015 del equivalente a 1.000 millones de euros, cifra que sigue sin recuperarse. Con este Gobierno la situación económica no ha hecho más que empeorar y el país sigue perdiendo población. Desde 1991 ha perdido casi un tercio de sus habitantes, pasando de 4,3 millones a 2,9 actualmente.

Por ello en la sociedad se da una asociación involuntaria entre la UE y la corrupción y la pobreza. «Existe una crisis del sistema democrático por eso», señala Victor Stepaniuc, jefe de la comisión para fortalecer el Estado creada por el presidente Igor Dodon. Para Stepaniuc, «la sociedad moldava tiene un grave cisma por la elección geopolítica entre Oriente y Occidente» y, o se obtiene un pacto de Estado entre todas las fuerzas políticas para un proyecto común de país, o se darán problemas constantes que ponen en duda la existencia misma de Moldavia.

Frente a la opción europea está la rusa. Su máximo exponente es el Partido Socialista de Dodon, quien ocupa un cargo sin prácticamente poder en una república parlamentaria. Su partido es el más popular, con cerca de un 40-50% de apoyo. Su razonamiento es socioeconómico y uno de sus miembros más desatacados es Bogdan Tirdea: «Moldavia ya es casi una colonia, sólo faltan las tropas de la OTAN para serlo del todo». Tirdea subraya que Occidente marca su deseo mediante el control económico y que «casi un tercio de los presupuestos del Estado (el 28%) depende de ayudas internacionales y préstamos», algo que hará disminuir aún más el ya de por sí bajo nivel de vida.

En el mismo sentido, Stepaniuc subraya que los productos moldavos pueden aspirar ante todo al mercado ruso, donde las normativas son más relajadas que en la UE y donde los vinos y la producción agrícola moldava tienen todavía un mercado. Otro punto por el que los moldavos tienen presente la opción rusa son las posibilidades laborales. Si bien pueden viajar a la UE sin visados, no pueden trabajar sin un permiso adicional. En Rusia, en cambio, tienen mucho más fácil obtener permisos y la mayoría habla bien ruso, algo que también ayuda.

Ahora se han añadido dos partidos. Dos iniciativas proeuropeas han juntado fuerzas para dar un nuevo impulso a una eurointegración que anda en horas bajas. Son Acción y Solidaridad, de Maia Sandu, y la Plataforma Dignidad y Derecho, de Andrei Nestase. Intentan romper con la anterior administración proeuropea, altamente corrupta. Pueden ser claves para formar mayoría.

La otra fuerza es la Unidad Nacional del ex presidente de Rumanía Traian Basescu. Obtuvo la nacionalidad moldava en 2016 y desde entonces hace carrera política en Moldavia para promover la integración en Rumanía. Este «Saakashvili rumano» de momento no ha participado en elecciones, pero en la sociedad moldava coge fuerza poco a poco la idea de integrarse en Rumanía. La mala situación económica puede inclinar a parte de la población a integrarse en un país de la UE perdiendo así su independencia.

Los partidos usan la geopolítica para promover su programa. Aleksandr Roshko, candidato del partido de izquierda Nuestra Casa Moldavia a la Alcaldía de Chisinau, cree que esto es una distracción: «Todos los moldavos tenemos problemas para pagar las facturas. Debemos solucionar los problemas económicos y sociales antes de decidir si vamos a Oriente o a Occidente; o si nuestro idioma se llama moldavo o rumano».

La mala situación económica no suele aportar estabilidad política. Además, como señala Tirdea, hasta 2019 Moldavia tiene aplazados parte de los pagos que debe hacer al Banco Mundial y al FMI. En su opinión, es muy probable que si sale un Gobierno no prooccidental, a Moldavia se le exija pagar de inmediato sin aceptar negociación alguna. Moldavia es un claro ejemplo de Estado débil y endeudado. Tras lo sucedido recientemente en Armenia, las autoridades moldavas deberían tomar nota si no quieren perder su posición de una manera inesperada y no mediante las urnas.