Jon Odriozola
Periodista
JO PUNTUA

El «caso Altsasu»

En el fondo, la justicia –en una sociedad dividida en clases–, no es más que la aplicación de la ley del más fuerte, esto es, una venganza privada que, con la aparición de la racionalidad burguesa y su Estado, se convierte en pública. La sentencia a los jóvenes de Altsasu lo demuestra. Unos lo llaman, con acierto, «derecho penal del enemigo» propio –en mi criterio– del fascismo.

Un fascismo reaccionario en el sentido no ya de vuelta a sus orígenes franquistas, que también, sino a prácticas penológicas feudovasalláticas o del Antiguo Régimen preenciclopédico. Cesare Beccaria (1738-1794), autor de “De los delitos y las penas” –que apareció en 1764 como anónimo contando 26 años de edad–, se horrorizaría si viera la aberrante sentencia a los jóvenes altsasuarras como valedor de la proporcionalidad de las penas y castigos, y no digamos de la llamada barrocamente –algo muy celtibérico– «prisión permanente revisable», eufemismo de la cadena perpetua. Un Estado fascista, vengativo, antijurídico, que ni siquiera se atreve a decir su nombre. Moderación y proporcionalidad en los castigos era la quintaesencia del estilo que la Ilustración inaugura.

Las condenas de la excepcional Audiencia Nacional española son «ejemplares» y «espectaculares», esto es, medievales, injustas y anacrónicas. Incluso, si me apuran, «teológicas», es decir, obviando el concepto ilustrado de «delito» para pasar al divino de «pecado». No se olvide que hubo atorrante ministro recién que ponía medallas a vírgenes: un iluminado.

Los mozos navarros, si bien ya no son «terroristas» –hay que joderse– sí son reos del peor de los «pecados», dizque desacato a la autoridad que incurre en el más grave de los delitos: atentar al orden establecido (en lo que fue una riña callejera). De ahí que te puedan acusar de «terrorista» sin saberlo –«caso 18/98»– o que los hijos y nietos del golpe de Estado del 18 de julio de 1936 llamen «golpistas» a las mayoritarias –y si no lo son déjese votar para saberlo– ansias independentistas del pueblo catalán. En el castigo a sus líderes va implícito el adiestramiento y doma de los pueblos.

Son un peligro público.