Joseba VIVANCO
MUNDIAL 2018

Los Mundiales a ojos de un guerrillero de las FARC

Vieron el error de Higuita en televisión pero se perdieron las siguientas citas hasta la paz firmada en 2014.

El mismísimo Joseh Goebbels, artífice de la política propagandística del Tercer Reich, reconoció en cierta ocasión que «ganar un partido internacional es más importante para la gente que capturar una ciudad». Hoy debuta la Colombia del ‘Tigre’ Falcao y James Rodríguez; hoy, por primera vez, los guerrilleros de las FARC no seguirán el devenir de la selección ‘cafetera’ desde algún recóndito pasto selvático, entre el lodo y un par de porterías de bambú. En la cita de Sudáfrica, Colombia regresaba a la fecha mundialista 16 años después y a la militancia armada le pillaba el plenas negociaciones de paz en La Habana. Luego, felicitarían a los suyos porque a ambos, FARC y futbolistas, les unía «el trabajo en común y la resistencia». ‘‘Gurerrillero, desmovilícese y vuelva a jugar’’ fue un lema-invitación del Gobierno de Santos antes de la cita de Brasil en 2014. El 26 de setiembre de 2016, no pocos de aquellos guerrilleros-futboleros festejaron el fin de la contienda dando patadas a un balón.

Colombia no es ajena a esa fe religiosa que el continente americano, desde el mismo muro de Donald Trump hasta la Patagonia, profesa hacia este deporte. El filólogo local Rufino José Cuervo se quejaba de que «la patria» se reducía a «once adultos infantiles de la Selección». Incluso en la guerrilla. El ‘picado’ de fútbol en su parte de paz diario. Botas de caucho, la ‘pecosa’, trago de ‘guarapo’ bien frío y camaradería. Suficiente.

Gabriel Ángel entró a formar parte de las FARC justo un año después de la Copa del Mundo que Maradona levantó en México´86. «En la guerrilla se sostenía que el fútbol era un negocio sucio en el que los resultados se ajustaban a los intereses de determinados grupos, de manera que el gran público resultaba ser siempre un juguete manipulado por estos», relata en un artículo publicado de su puño y letra en ‘‘Las2orillas’’. Pero si Colombia se clasificaba para un Mundial, la cosa cambiaba. Y es que no olvida que «cuando Fredy Rincón –frente a Alemania en el Mundial de 1990– empató faltando un minuto para el final, la explosión de felicidad general lo compensó todo. La gente se abrazaba y lloraba de alegría, quizás fue lo más hermoso que vi en la vida».

Lo siguieron en un billar que tenía uno de los dos únicos televisores en color en aquella zona donde patrullaban. Como hicieron suyo el histórico error del «orgullo nacional» René Higuita ante el león Roger Milla. Cuatro años después, tras meses de selva, «alguien recordó que estaba por comenzar el partido entre Argentina y Colombia por la clasificación a la Copa del Mundo de 1994». Un televisor a cuestas, una antena casera, el destino les tenía reservado el 1-5 en Buenos Aires de los Rincón, Asprilla y ‘Tren’ Valencia. «Era imposible contener la felicidad y la bulla respectiva», recuerda.

En 2014 iban con Países Bajos

A Gabriel Ángel la siguiente cita mundialista de 2002 le pilló metido de lleno en una operación militar y apenas «escuché por radio que Brasil había sido campeón y Ronaldo su figura... Hasta escuchar la radio resultaba peligroso». Otro tanto cuatro años más tarde, cuando «el famoso cabezazo de Zidane lo miramos tiempo después, en directo fue imposible».

En 2010, cita en Sudáfrica, los combates «adquirían dimensiones épicas» la fecha del partido inaugural. Cada jornada balompédica coincidía con un nuevo bombardeo, «resultaba imposible escuchar las transmisiones de los juegos», salvo cuando cavaban trincheras. Todos se hicieron de Países Bajos en la final en solidaridad con «Alexandra, la holandesa». Ese día no hubo bombardeo. Lo vieron en directo. Fue un mal presagio. Por fortuna, nada que ver con 2014, en La Habana, firmando los acuerdos de paz, donde «los que acudimos pudimos seguir el Mundial que ganó Alemania». Hasta los jefes de las FARC y ELN vieron juntos el Brasil-Colombia. «Las cosas habían cambiado».