Pablo CABEZA
BILBO
Entrevista
ANARI ALBERDI
VOZ, GUITARRA ACÚSTICA...

«Cuando digo: ‘Buenas noches, somos Anari’, es algo muy real»

Anari Alberdi recibirá hoy su Adarra Saria en el Teatro Victoria Eugenia de Donostia, por su «gran aportación al legado de la música vasca», según el jurado. Un incontestable reconocimiento por más de veiente años de singular trabajo, duro esfuerzo y resultado artístico derivado del talento.

«Los premios son raros. Me costó reaccionar y responder. Me fui a cenar con Mikel y Drake –apunta Anari– y lo celebramos recordando historias. Decidimos, de paso, que el concierto relatara (casi) toda la historia de Anari». «Es verdad –matiza– que yo ya me he sentido reconocida. Estoy muy satisfecha y agradecida con lo que me ha devuelto la música, aparte del público o la crítica: una forma de vivir, conocer a mucha gente, poder ser testigo de Errekaleor en Gasteiz, por ejemplo, o la parte de Iparralde. Muchísimas cosas que creo que no habría llegado a vivir si no fuera por la música».

Con entradas agotadas, el acto de entrega del premio, una escultura de Marijose Recalde, se completa con un concierto especial donde Anari repasará parte de su obra con varios invitados. Un merecido premio por la personalidad demostrada a lo largo de más de dos decenios. En el inicio como solista, después con el apoyo de una banda de sobrios músicos, de amigos, que han sabido retorcer las composiciones y melodías vocales bajo el susurro del característico trémulo de Anari, el nombre de una solista, el nombre de una banda.

Todo comienza en Pysh Out tocando la batería. Debía de ser una veinteañera inquieta. ¿Qué le motiva?

Tanto mirar hacia atrás en estos días, también me he puesto a pensar en esa Anari. Todo comienza el verano que me compro la batería y me encierro en el bajo de casa para tocar la batería durante horas y horas. Esto debe de ser en el 90. Me pongo discos de REM, Pixies y toco por encima. Conozco a Roge (Akauzazte) desde la escuela, somos muy amigos, luego conocemos a Joxe (también de Akauzazte). Empezamos a tocar y componer juntos en el Matadero de Azkoitia. Fue desde el minuto cero, aunque por fuerza mayor, ya que no sabemos tocar, y no podemos tocar versiones. Damos algunos conciertos, y somos los bichos raros del pueblo, muy popero. Por otro lado, soy muy lectora de poesía y literatura, sobre todo hispanoamericana. Por medio de Ruper descubro a Atxaga: “Etiopía”. Inmensa. Y también a Sarrionandia.

¿Qué le induce a tomar el camino solista? ¿Contaba con algún modelo a seguir?

Soy estudiante de Filología en Gasteiz, 1994, y aunque me llevo unas baquetas, no puedo tocar la batería; así que me pillo una guitarra española. Cada fin de semana Roge me enseña dos acordes y ensayo durante la semana. En esta época, empiezo a tocar la batería con Gorka y Jon, una onda a lo Yo la Tengo, The Dream Syndicate, Neil Young... Poco a poco empiezo a componer melodías y a escribir imitando lo que leo. En muy pocos meses paso de tocar a grabar el primer disco. ¿Primeras influencias...? R.E.M., Kristin Hersh, P J Harvey…

Creo que el primer concierto en el que le vi fue en una taberna a las afueras de Murueta, sola con la guitarra, quizá 1995. Allí estábamos 30 o 40 aficionados siguiéndole con atención, viendo algo nuevo por tenue que fuese el peso de un/una solista. ¿Tenía algún tipo de ambición prosaica o todo era ilusión, entusiasmo, aunque no se supiera a dónde se iba? O sí...

Recuerdo perfectamente ese concierto, y la entrevista que me hiciste en él. No me recuerdo entusiasta. El ir a tocar sola siempre me ha sido duro: el viaje, el no saber a dónde vas, el enfrentarte sola a las condiciones, al público. Si no hubiese formado la banda, no sé si hubiera seguido tanto tiempo. No me podía imaginar a dónde iba. Empecé a tocar mucho en gaztetxes, cosa que a priori era extraña para una cantautora. Enseguida percibí el sentimiento que aún tengo: sentirse solista entre bandas, y banda entre solista.

El 30 de mayo de 1997 aparece «Anari» (Esan Ozenki). No podía tener mucha experiencia, por lo que cabe preguntarse de dónde salían esas composiciones tan rupturistas. Quizá solo encontraríamos a Mikel Laboa («Tren bat zure barrura»), pero más por intencionalidad que por paralelismo musical estricto. Consigue que le acompañen músicos como Mikel Azpiroz, Pello Ramirez o Xabi Strubell.

En mi casa no se escucha música, y aunque estudio en la ikastola, no recuerdo una transmisión. Primero me inclino por la música externa y luego empiezo a descubrir a los grupos y solistas de aquí. Pero creo que es un error hacer una genealogía directa de todo lo que va surgiendo. En una cultura como la nuestra, pecamos demasiado de esto. En el Estado español, por ejemplo, no me imagino a un periodista preguntando al Sr. Chinarro por José Luis Perales. A veces se apechuga con una carga demasiado pesada para los que empiezan. Yo he entendido con el tiempo todo lo que significa ser parte de una tradición y una cultura como la nuestra, pero cuando me preguntabais al principio por Lourdes Iriondo –este es otro de los errores, con todo el respeto, considerar que las mujeres venimos de otras mujeres– no tenía ni idea de lo que me hablabais. A posteriori, si haces la genealogía, puedes ver una cadena, pero no creo que siempre venga una cosa directamente de la otra. [Esperamos no haber sido uno de los que relacionó Lourdes Iriondo-Anari; es decir, Joan Baez-Anari. Una relación imposible]

En la batería está Mikel Abrego, su tímida sonrisa le ha acompañado desde el primer disco hasta el presente. Es el único escudero en el tiempo.

No se puede imaginar lo que Mikel supone para mí. Es uno de mis mejores amigos, y, aparte de la amistad, ordena mi naturaleza caótica. Coordinar una banda es difícil, y Mikel es el que lleva el peso de la parte más prosaica. Todo lo que él asume, me libera a mí para que me dedique a componer y a cantar. Cuando digo: «Buenas noches, somos Anari» no es un juego de palabras, es algo muy real, asumo la mayoría de las decisiones, pero las comparto mucho con Mikel y Drake. Aparte de esto, es un batería increíble, discreto, pero elegante, con un estilo muy personal.

El 3 de octubre de 2000 se publica «Habian». Con él llega otro de sus «guardaespaldas», Drake. Sigue con teclados y cuerda, es quizá más lírico. Y ya aparece otro premiado Adarra, Ruper Ordorika. Y Mikel Abrego se apunta aunque sea para dar vida a lo exterior. La propia canción «Habiak» le va guiando hacia el futuro...

Sí, “Habiak” es el primer disco concebido como banda, y estoy de acuerdo en que la canción homónima tiene unas características que luego desarrollo en muchas canciones. Tengo mala relación con este disco, pero hay temas que aún toco muy a gusto: “Habiak”, ‘Denbora” o “Zubiak”.

El 25 de octubre de 2003 se une a Petti. Se cruza con Maite Mursego, con Joseba Irazoki... El 12 de noviembre de 2005 en las tiendas ya está Zebra (Metak). El posible inicio de su etapa actual, la que mayor base aporta. Inoren Ero Ni está más cerca, colaboran Audience, Lisabö... Es como ver el nacimiento de su presente con todos los hilos de las costuras, las tramas y asimismo un sonido más sólido y rockero... Recuerda, quizá casualmente, a Thalia Zedek.

“Zebra” rompe la cuerda en un momento. Surge de una crisis, y es muy catártico. Y sí, nace el presente. No había oído mucho a Come ni a Thalia Zedek, aunque me puse a escucharlo por las comparaciones que se hicieron. Yo creo que es la mezcla de las guitarras de Borja, la producción de Txap y mi voz que empieza a cascarse.