Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «El orden divino»

El año en que las mujeres suizas empezaron a votar

Las mujeres constituyen un colectivo al que la lucha por sus derechos les hace avanzar y colocarse por delante de la realidad social más inmovilista, algo que se está comprobando durante estos días en nuestro entorno más cercano cuando la población vuelve a echarse a la calle para protestar por unas decisiones judiciales contaminadas por la herencia patriarcal del franquismo. Un desfase histórico que también se dio en Suiza, país al que el voto femenino no llegó hasta el año 1971, gracias a un tardío reverdecimiento del movimiento sufragista.

La introducción de “El orden divino” establece de manera muy gráfica las diferencias entre los cambios surgidos del Mayo del 68 y la quietud en los pequeños pueblos de postal de los cantones suizos, ajenos a la convulsión que se vivía en el exterior, y apegados a un tradicionalismo a ultranza. Orgullosos de su sistema democrático, se pudo comprobar entonces que de idílico y de representativo no tenía nada, puesto que las mujeres no podían votar por culpa de un fallido referéndum de posguerra. El comienzo de la década de los 70 traía consigo una segunda oportunidad que no se podía dejar pasar de nuevo.

La cineasta Petra Biondina Volpe rinde homenaje en su tercer largometraje a aquellas mujeres que hicieron campaña a favor del voto y se pusieron en huelga, en un afán de sumar posturas individuales de cara a conseguir un objetivo común. Una joven ama de casa llamada Nora (Marie Leuenberger) se rebela dentro de su matrimonio cuando su marido le deniega el permiso legal para poder trabajar fuera de casa. Otras cuatro amigas, con otros tantos problemas de desigualdad, se le unen enfrentándose a las fuerzas vivas de su localidad, representadas por la doctora Charlotte (Therese Affolter) y el suegro de la protagonista (Urs Bosshardt). Pero la transformación personal de las integrantes del grupo será ya imparable e irreversible.