EDITORIALA
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Insumisión, una lucha del siglo XX con valores para este XXI

El homenaje que desde ayer se tributa en el solar de la antigua cárcel de Iruñea al movimiento insumiso devuelve al primer plano informativo una de las grandes luchas de las últimas décadas de Euskal Herria. Y lo primero que sorprende es precisamente que hasta ahora no existiera un reconocimiento de este nivel. Efectivamente, la insumisión pasó como un vendaval por la escena sociopolítica vasca pero su eco duró demasiado poco, acallado en parte por un conflicto armado que todo condicionaba y absorbía, y minusvalorado por la impresión general de que los insumisos solo habían acelerado lo inevitable.

El tiempo hace pertinente una relectura de esta segunda cuestión. Aunque el servicio militar obligatorio en el Ejército español pareció caer finalmente por su propio peso (así lo reflejó aquella campaña masiva a nivel estatal titulada «Tonto el último» que desencadenó 130.000 solicitudes de objeción), la fotografía actual muestra que son muchas las instituciones del Estado que llevan tiempo tambaleándose, pero ninguna se ha derrumbado con el estrépito de esa «mili».

También ha creado el paso del tiempo la falsa impresión de que aquella era una pelea ganadora desde el inicio. Para tumbar la mili hicieron falta más años de los que se recuerdan hoy, más de una década desde el estallido de la lucha hasta la despenalización. Antes que insumisos hubo objetores, y antes que ellos, desertores que acabaron en tribunales militares, todavía en los años 80. Aquellos pioneros, sin duda utópicos y a menudo incomprendidos por unos y otros, en absoluto tenían las de ganar frente a un Estado que todavía disponía del palo de la cárcel y la zanahoria de la Prestación Social Sustitutoria (PSS). Pero lo que al principio parecía una ensoñación de un grupo de jóvenes rebeldes sin clara adscripción política terminó convirtiéndose en un movimiento masivo, convencido, transversal, ganador.

Un movimiento, además, con clara impronta vasca. Fue Euskal Herria, y especialmente Nafarroa, quien pagó la factura más cara de la represión: de los 188 insumisos presos en el Estado español en octubre de 1994, 126 eran vascos, bien en segundo o bien en tercer grado, y 46 estaban en huelga de hambre en la cárcel de Iruñea. El progresismo español quizás lo recuerde y agradezca, aunque tampoco lo haya valorado como debe.

Una batalla anticipatoria...

La batalla de los insumisos tuvo otras características a poner en valor, casi premonitorias del momento actual. Generó, por ejemplo, un debate intenso sobre cuestiones como los métodos de lucha (dando a la desobediencia civil una efectividad que no ha vuelto a tener) o sobre la legitimidad y eficacia de la violencia, que ha tenido más desarrollo y consecuencias un par de décadas después. Y provocó una movilización importante de la juventud vasca, sobre pautas que no solo incluían el elemento reivindicativo sino también el imaginativo, incluso el festivo; trasplantado a la actualidad, sin duda habría sido un movimiento muy viral.

Como queda apuntado, en Nafarroa el movimiento insumiso tuvo un impacto especialmente importante. No se trata de que las instituciones del cambio estén reconociendo en 2018 a los insumisos de los años 90. Es más bien al revés; en aquellos jóvenes estaba ya la semilla de este cambio, aunque entonces todavía quedara lejos de materializarse en las urnas y necesitara una maduración general de las condiciones. De hecho, quizás fue la única lucha que reunía a todas las familias políticas sumadas en lo que hoy llamamos cuatripartito.

...y un legado a recuperar

La pálida memoria colectiva sobre este movimiento insumiso quizás haga creer a quienes no lo vivieron que este asunto no es más que una «batallita», el corolario final más o menos jocoso de décadas de «historias de la puta mili». Al contrario, esta lucha no solo merece evocarse hoy, sino también estudiar y emular sus valores. Para empezar, porque el retorno de la «mili» o un servicio sustitutorio con objetivo de adoctrinamiento patriótico ya está en el horizonte en una parte del país, Ipar Euskal Herria, y se avecina en otros estados europeos de referencia para España como son Alemania e Italia. Y, más allá de ello en concreto, porque contenía unos valores que siguen siendo claves en este fin de segunda década del siglo XXI: rebeldía, ambición, pluralidad ideológica, juventud, empoderamiento, radicalidad en el fondo y flexibilidad en la forma... insumisión.