Joseba VIVANCO
Fútbol internacional

Dejar huella

Un club maltés quiere a Usain Bolt, un refugiado sudanés marca con Australia, el Torino recuerda a Gigi Meroni y Jardim deja el Mónaco.

El fin de semana nos teletrasportó al fútbol australiano, donde el exvelocista y ahora metido a futbolista Usain Bolt firmó sus primeros dos goles con el equipo en el que entrena, el Central Coast Mariners, en un amistoso, y a renglón seguido las autoridades del país le sometieron a un control antidopaje que molestó y mucho al récordman de la velocidad. Goles y publicidad a nivel mundial que han llamado la atención de un equipo europeo al que le ha faltado tiempo para ofrecer un contrato de dos años al jamaicano. Se trata del Valleta FC maltés, con un estadio para solo 2.000 espectadores, aprovechando que detrás de la entidad el que pone la pasta es un fondo de inversión saudí, reciente accionista mayoritario. Y mientras los agentes de Bolt se lo plantean y él se frena para no adelantar al balón, otro, o mejor dicho, otros dos nombres propios han puesto al descubierto una historia de superación mucho más reparadora en el balompié aussie. Nos referimos a Awer Mabil y Thomas Deng, dos refugiados africanos huidos de la cruenta guerra del joven país de Sudán del Sur y que estos días han debutado, y marcado uno de ellos, defendiendo los colores de ‘OZ’, nombre cariñoso que los australianos dan a su propio país, que con su acento viene a pronunciarse algo así como “Ozstrelia”.

Mabil vivió durante 11 años en un campamento keniata de refugiados en el que también nació, pasando las mismas penurias y difíciles condiciones de vida que los de 3,5 millones de sudaneses del sur refugiados. Allí formó parte de unos de los numerosos equipos de fútbol con los que pasar el tiempo, hasta que en 2006 su familia pudo viajar a Australia donde recibió asilo y fue donde su camino se cruzó con el de otro joven como él, Deng. Ambos fueron reclutados para las inferiores de un club del país, hasta que en 2015, Mabil fichó por un equipo danés, y acabó cedido en el fútbol sueco y ahora en el Paços de Ferreira luso. La sorpresa ha saltado con su convocatoria, la de él y de Deng, que milita en la liga australiana, para un amistoso ante Kuwait, en el que no solo coincideron en el campo unos minutos sino que Mabil anotó un gol. Por cierto, el hermano mayor de Deng es también internacional, con Sudán del Sur.

Historias para contar, sueños cumplidos, trayectorias imposibles... Que se lo pregunten a Raphael Le´ai, un chaval de las Islas Salomón, reyes del fútbol sala en Oceanía y en cuya selección entró a jugar con solo 12 años; hoy, con 15, es un auténtico cazagoles cuya capacidad llamó la atención del seleccionador juvenil de fútbol 11, que le reclutó y gracias a sus ocho dianas el país ha logrado la primera clasificación de cualquier categoría a un Mundial, el sub-17 de 2019 en Perú. «Una semana entreno dos días fútsal, la que sigue tres de fútbol. Y así», confiesa. Quién sabe si algún día le veremos compartiendo césped con el mismísimo Usain Bolt.

Con quien seguro que ya no coincide es con nuestro querido Antonio Cassano. Demasiado bonito para que fuera cierto. El italiano ex de tantos clubes de campanillas apenas ha durado una semana de entrenamientos en el modesto Virtus Entella de la tercera división italiana. En una carta ha reconocido que «lo dejo de verdad, me he dado cuenta que no tengo la cabeza para entrenarme con continuidad. En este momento tengo otras prioridades». El adiós de un indomable que cuando debutó en Primera a los 17 años un periodista le preguntó: «¿Qué ha sido lo primero que ha pensado después de marcar ese gol al Inter de Milán?». Le respondió: «En que me he hecho rico».

51 años de La Farfalla Granata

Inter y Milan se ven las caras esta jornada en el Derby della Madonnina, recordando como cada año viejas pasiones y rivalidades que arrancan en su primer enfrentamiento en 1908. Pero si este duelo vivió momentos álgidos fue en los ochenta y principios de los noventa, entre el Milan tulipán y el Inter alemán, el de los Gullit, Rijkaard y Van Basten ante los Brehme, Matthaus y Klinsmann. Aquellos años...

Añoranza como la que estos días embriaga a la afición del Torino, el club que recuerda en estas fechas, cada 15 de octubre, y ya hace 51 años, la figura de Gigi Meroni, un futbolista diferente que dejó huella y con cuya muerte en un atropello a los 24 años de edad nació el mito de La Farfalla Granata. Fue justo tras un Torino-Sampdoria cuando su personalidad irrevente y libertaria, dentro y fuera del campo, terminó de fundirse para siempre en el alma de la afición.

Sus paseos por las calles turinesas con pantalones acampandos diseñados por él, sus biseras, gafas de sol, muy Beatle, el George Best italiano, que paseaba por su Como natal con su gallina a modo de mascota, al que le gustaban los coches, la poesía, la pintura, el jazz, que se llevó del altar a su novia de siempre antes de dar el ‘sí, quiero’, capaz de vestirse como si de un periodista se tratara y salir a la calle a preguntar a la gente por él mismo, que se negó de primeras a ir con la Azzurra porque Enzo Bearzot le dijo que iría si se cortaba el pelo... Como le espetó una vez Diego Maradona a Daniel Passarella cuando este era seleccionador argentino, «Passarella, vos querés que los jugadores se corten el pelo porque se lo tocan mucho; entonces, si se tocan lo huevos ¿que hacés?». Meroni murió embestido por un coche cuando cruzaba la calle para ir a comprar un helado frente al hotel de concentración. Al domingo siguiente, su Torino le infligía un 4-0 a su rival la Juventus. Años después, 33 para ser exactos, el joven de 19 años que conducía el Fiat 124 Coupé aquel fatífico día, de nombre Attilio Romero, se convertía en presidente del club granata. Historias del Calcio. Gigi Meroni, uno del Toro, sempre con noi.

El ‘Toro’ visita esta jornada al Bologna, el equipo del que era fiel seguidor Pier Paolo Pasolini, el cual llegó a montar un partido de fútbol entre el set de rodaje de su ‘‘Saló o los 120 días de Sodoma’’ contra el de ‘‘Novecento’’ de Bernardo Bertolucci que rodaba a escasos kilómetros de distancia. Es más, su equipo perdió y se enfadó tanto que entró en cólera, peleado con el mundo. Él diferenciaba entre el fútbol de prosa y el de poesía, donde Sergio Ramos es la prosa y Messi poesía, y a veces surge el que como el gran Gianni Rivera «de vez en cuando interrumpe la prosa e inventa dos versos».

John Terry sería más de prosa, aunque su currículum, ahora que anuncia su despedida a los 37 años y 23 como futbolista, suene a poesía: más de 700 partidos y más de 60 goles, sin olvidar los numerosos títulos cosechados. Unos que se van, otros a los que echan. Despedido del banquillo monegasco el luso Leonardo Jardim, con los del Principado en descenso. En cuatro años obtuvo 764 millones de euros en ventas de jugadores, pero también una Ligue 1 histórica, cuatro temporadas sin bajar del cuarto puesto, unos cuartos y semifinal de Champions.

Decía el filósofo Ralph Waldo Emerson que «una vida exitosa es si alguien respiró mejor porque vos exististe. Fracaso es no haber dejado esa huella». Jardim no ha fracasado. Ni Cassano. Ni Meroni. Maurizio Sarri y Jurgen Klopp se enfrentaron hace poco en Champions. «El partido fue un espectáculo extraordinario. Vi a Klopp mirándome con el juego en marcha. Le pregunté: ‘‘¿Por qué sonríes?’’. Respondió: ‘‘¿No te estás divirtiendo?’’. Dije: “Mucho”. Y agregó: “Yo también”. Iba perdiendo».