Mikel ZUBIMENDI
DONOSTIA
Entrevista
BRIAN CURRIN
ABOGADO Y FACILITADOR

«Madrid dijo ‘no’ al proceso de paz porque nunca quiso el fin de ETA»

Tras casi 15 años de trabajo en Euskal Herria, este sudafricano residente en Berlín, referente en la práctica global de construcción de la paz, reflexiona de forma detallada y pedagógica sobre el desarrollo y la excepcionalidad del proceso vasco y sus lecciones.

Pragmático, prudente y muy diplomático, Currin habla con una pasión poco conocida hasta ahora de nuestro país y de sus gentes. Durante estos años, ha visitado Euskal Herria multitud de veces. ¡Ha hablado con tanta gente, y tan diferente! Al llegar la hora de la despedida, cuando el mandato del Grupo Internacional de Contacto llega a su fin, ¿cuáles son sus sentimientos? «Es un momento agridulce para mí. Dulce, porque si miramos al mandato que teníamos, lo que teníamos que hacer para conseguirlo, la felicidad se impone. Pero al mismo tiempo, son casi 15 años de mi vida que he pasado viniendo aquí y para mí Euskal Herria casi se ha convertido en mi segunda patria. Tengo amigos y recuerdos maravillosos, me he encontrado con gente interesantísima y no es fácil aceptar que esta fase de mi vida ha terminado. Y quizá es más difícil aún cuando llegas a mi edad, voy para los 69 años, pronto tendré 70 y, ya sabes, una parte importante de mi vida se queda en este país».

Durante estos casi 15 años, Currin ha tomado riesgos, ha sido controlado por los servicios de seguridad, fue advertido de que estaría cometiendo un delito y podía ser detenido, interrogado y enviado a prisión si, por ejemplo, recibía las armas de ETA. Incluso en cierta prensa ha sido presentado como un mercenario que se estaba enriqueciendo a costa de la sangre de otros. Preguntamos a Currin cómo ha conseguido, en esas condiciones, mantener la calma y ser perseverante.

«Me conozco. Conozco mis valores, en lo que creo, lo que defiendo y tengo confianza en mí mismo. Por tanto, no me importa lo que gente con otras agendas diga sobre mí, porque sé lo que es la verdad en este contexto, lo que significa. He estado involucrado en un trabajo casi político en muchos países, con muchos políticos, durante muchísimos años, y sé que los políticos manipulan la verdad. Si eso es lo que quieren hacer, déjales hacerlo. Lo que yo necesito hacer es seguir enfocado y no permitir estas distracciones, que me distraigan del objetivo».

Dos opciones ante el «no»

Este abogado trabajó en la Comisión de la Verdad y la Reconciliación de Sudáfrica y con sus redes y contactos ha ayudado ha establecer una práctica global de construcción de la paz. No obstante, en Euskal Herria, como profesional, no ha podido trabajar con el manual y los protocolos convencionales. ¿Ha sido el caso vasco excepcional, casi milagroso? «Sí, todos mis manuales, protocolos y experiencias anteriores han sido superados, y de largo. Nos hemos ocupado de un proceso en unas circunstancias excepcionales».

«En circunstancias normales –prosigue– un gobierno sería un importante actor. Y como tal, debe ser y quiere ser un participante. Pero nos enfrentábamos a una situación donde el Gobierno dice ‘no’. Para mí, esa negativa era un desafío muy interesante: ¿cómo mantiene alguien un proceso en marcha cuando debe bailar en solitario? Hasta ahora, en estos procesos se bailaba, por así decirlo, como mínimo, en pareja. Cuando nos dimos cuenta de que el Gobierno español nunca iba a participar, teníamos una o dos opciones. Una: no hay nada más que podamos hacer, cogemos los bártulos y nos vamos. Y dos, lo que hicimos y dijimos a la izquierda abertzale, a Batasuna y, a través de ellos, a ETA: ‘Si decidís no continuar en el proceso, estaríais dando capacidad de veto al Gobierno español. Pero si empezáis dando respuestas a los temas de manera unilateral, estaréis respondiendo de una manera contraintuitiva, porque nadie lo esperara’. Y responder de manera contraintuitiva es una vía no contemplativa. Y lo que estás haciendo entonces es coger la baraja de cartas y echarla entera al aire, ¡y quién sabe como se dará el juego! ¡Nadie! Pero abrirás el juego, sin duda».

Para Madrid no había ningún problema político, solo una banda criminal, y la solución era acabar con ETA y se acabó el problema. Como conocedor de la cultura africana de mediación social y la mentalidad anglosajona que prioriza el pragmatismo y el resultado final, ¿cómo valora Currin esa imposibilidad para un diálogo racional y adulto con el Gobierno español?

«No puedo explicar ese comportamiento. Es absolutamente contrario a la cultura africana de diálogo. Coge como ejemplo la Sudáfrica del apartheid, durante periodos a principios de los 90, donde cada semana morían más de 400 personas. Incluso entonces entendieron que había un valor y una necesidad de comprometerse con la palabra. No entiendo ese comportamiento español, es contrario a la cultura anglosajona, y diciendo esto no quiero denigrar el sentimiento o la cultura española. Creo que la cultura latina en general es más apasionada, vengativa, más épica. Madrid siempre quiere ganar, que haya vencidos, da igual en la guerra o en la paz. Pero con la paz no se gana a nadie, beneficia a todos».

Romper esquemas propios

La solución a elementos claves del proceso, como el del desarme y el decomiso, fue algo extraordinario llevado a cabo por gente corriente, muy normal: activistas sociales, agricultores, alcaldes, etc… La gente se apropió del proceso, arriesgó, se responsabilizó, le planteamos. «Esa es una observación muy precisa –replica–. Refleja la especificidad de este proceso, algo que con los años se estudiará en las universidades del mundo. ¿Por qué? Porque ofrece un modelo y una lección, y no solo para los procesos donde el gobierno no participa, sino de cómo puede la gente corriente comprometerse de manera firme y directa en los elementos críticos de un proceso de paz. Uno de los fantasmas, creo, que están volviendo a Sudáfrica, y hasta cierto punto a Irlanda también, es que se hizo mucho al más alto nivel político, pero poco en la base. ¿Sabes? Tienes esos acuerdos, a gente como Mandela y De Klerk, a líderes con visión y capacidad de hacer concesiones, que entienden que hay otras visiones legítimas y se comprometen con ellas, pero la gente no tiene esas experiencias, y cuando hay un acuerdo, se celebra, pero la gente no lo ha hecho suyo, no lo siente como propio. En Euskal Herria he visto a tanta gente diferente comprometerse, que me ha roto esquemas. Quizá porque he llegado a la conclusión de que, a largo plazo, el modelo vasco es más sostenible que otros que se han cocinado de manera secreta, al más alto nivel».

No golpear los mismos clavos

Es difícil no caer en la tentación de preguntarle cuántas veces se ha sentido frustrado durante estos años. Responde tras un gran suspiro: «¡Tantas veces! Costó mucho tiempo, quizá demasiado, decidir y encontrar un camino para que las fuerzas vascas compartieran un esquema y trabajaran juntas. Si queremos cambiar la situación de las cárceles, por ejemplo, eso no va a conseguirse porque Sortu o EH Bildu se pongan a corearlo. Solo será posible si las fuerzas de este país trabajan juntas, sobre una base amplia y compartida. Si dejan de golpear siempre los mismos clavos y salen ahí fuera a trabajar unidas. Hay temas en los que la gente tiene un objetivo común, dejémosles trabajar».

Y deja una última reflexión punzante: «Llegué a la conclusión de que Madrid dijo ‘no’ al proceso de paz porque nunca quiso el fin de ETA, porque hacía del conflicto un tema de seguridad y le permitía presentar sus actos ante el mundo como si fueran en defensa propia ante una banda criminal. Ahí estaba cómodo y se sabía ganador. Pero cuando se le quita la excusa y ETA decreta el final, ¿qué queda? La cuestión política. Y mejor antes que tarde, tendrá que abordar el derecho a decidir».

«Rubalcaba me dijo tras la T4: ‘Si consigues que Batasuna condene a ETA, hablaremos’»

Empezamos a conocer a Currin en tiempos duros, de violencia, de ilegalización, de ausencia de diálogo político normalizado. Por ello, cuando mira ahora atrás, ¿le parece que hemos pasado de la medianoche al mediodía, de la oscuridad a la luz? «Soy muy cabezota, muy persistente, si veo algo que quiero y quiero conseguirlo, es muy difícil pararme. Nunca pensé en la oscuridad, que cayó la medianoche para siempre. Por ejemplo, después del atentado del aeropuerto de Madrid en diciembre de 2005 me reuní con el ministro de Interior Rubalcaba. Yo pedí aquella reunión a través del embajador de Sudáfrica en Madrid porque entendimos que estaban tentados de volar todos los puentes, todas las vías de contacto, todo diálogo con ETA. Fue a principios de 2006. Hasta entonces había canales de diálogo, secretos, sí, nadie quería hablar con Batasuna a nivel público, pero estaban abiertos y era algo positivo».

«En aquella reunión –recuerda– me dijo Rubalcaba: ‘Si consigues que Batasuna condene la violencia de ETA, entonces, y solo entonces, volveremos a hablar’. Ese era el desafío y sabía que así formulado nunca funcionaría. Aun y todo, le dije: ‘Bueno, trabajaré en eso y veremos lo que podemos conseguir’. Fue un momento crítico, daban ganas de coger los bártulos e irse. Pero no soy así. Contacté con mucha gente, y creé un fórum de discusión, anterior al Grupo Internacional de Contacto, para buscar luz, para mantener los canales de comunicación, incluso después de que el proceso de paz colapsara. Entonces invité a Ray Kendall a venir aquí. Para mí nunca fue una cuestión de quejarme de lo terrible que fueron ciertos acontecimientos o lo tenebrosas que fueron ciertas coyunturas, sino más bien de un ‘¿qué hacemos ahora?’ para mantener abiertos los canales de comunicación mientras esperamos que ocurran ciertas cosas. Ahí empecé a pensar sobre la necesidad de la izquierda abertzale de dar pasos unilaterales. Preparé un documento basado en el modelo sudafricano del Frente Democrático Unido y empecé a trabajarlo con ellos».

«Paralelamente –continúa–, ellos habían estado pensando en lo mismo. Sabían que entonces su proyecto político estaba fallando con estrépito. Para mí siempre fue una cuestión de hacer, de seguir haciendo, de perseverar, nada de estar quejándose de lo terrible que era la situación, de lo malos que eran unos u otros. Siempre veo luz al final del túnel, siempre. Aunque algunos piensen que estoy loco».M. Z.