Maite UBIRIA BEAUMONT
CUARTO SÁBADO DE MOVILIZACIÓN SOCIAL EN EL HEXÁGONO

LA IRA SE EXPRESA BAJO ESTADO POLICIAL

EL ACTO IV DE LOS CHALECOS AMARILLOS DISCURRIÓ EN UN CLIMA DE ESTADO POLICIAL. 89.000 AGENTES SE DESPLEGARON EN EL HEXÁGONO, 9.000 SÓLO EN PARÍS, DONDE HUBO 300 DETENCIONES PREVENTIVAS ANTES DE UNA JORNADA QUE SE SALDÓ CON UN MILLAR DE ARRESTOS. EN EUSKAL HERRIA LA MARCHA POR EL CLIMA SUMÓ EN VERDE Y AMARILLO.

La fuerte labor de propaganda desarrollada por el Gobierno de Emmanuel Macron cara a desestabilizar la protesta del 8 de diciembre tuvo su impacto en la jornada pero, en todo caso, no logró hacer desistir a los chalecos amarillos de su intención de seguir expresando su cólera en las calles. No obstante, las cifras de la movilización fueron sensiblemente inferiores a citas precedentes. Según el balance del secretario de Estado de Interior, Laurent Núñez, 31.000 personas se movilizaron en el Hexágono, de ellas 9.000 en París.

El Ejecutivo no ahorró medios para acotar la protesta y desplegó a 89.000 agentes, 9.000 de ellos sólo en París, que se sirvieron de vehículos y de todo tipo de barreras, dibujando una imagen de ciudad otra vez ocupada.

La capital gala amaneció, de hecho, con un abultado balance de detenciones preventivas que el ministro de Interior, Christophe Castaner, justificó en una comparecencia temprana cerca del Arco de Triunfo, vandalizado durante los disturbios que siguieron a la movilización amarilla del 1 de diciembre.

Sabor a Vichy

Evocando métodos del gobierno colaboracionista de Vichy, la prefectura parisina ordenó, efectivamente, cerca de 300 detenciones de personas que, según explicó, citando genéricamente informes policiales, podrían haber participado en planes destinados a «sembrar el caos» en la capital.

La zona de Campos Elíseos amaneció, en todo caso, bajo un paisaje de guerra. Comercios con empalizadas de protección, museos cerrados, y fuerte blindaje de monumentos y de edificios oficiales. Nada que ver con el ambiente de consumo exacerbado, con visa oro, que en estas fechas navideñas caracteriza esta selecta zona comercial.

Pese a ello, los chalecos amarillos lograron desembarcar en la solicitada avenida, aunque los policías y las barreras móviles se encargaron de rodear en todo momento la protesta, en general tranquila, pero marcada por ese clima asfixiante, debido a la gran presencia uniformada y a los botes de humo que cargaron por momentos la atmósfera.

Ante las cámaras de la televisión, ciudadanos de orígenes diversos, muchos de ellos llegados de alejados puntos del Estado, desgranaban sus demandas, que desbordan la petición inicial de anular la subida de la tasa verde sobre los carburantes, asumida, por fin esta semana, por el ejecutivo.

«Mientras el presidente no nos escuche, estaremos aquí», explicaba un trabajador precarizado del Norte, símbolo de la devastación industrial, resumiendo un sentimiento de decepción social que se expresa con múltiples quejas.

Unas de esas exigencias son concretas –aumento del salario mínimo, bajada de los impuestos a pequeños empresarios o autónomos, no tasación de las pensiones...– otras son más ideológicas, y se desgranan en un tono de «insurrección popular», carácter que Jean-Luc Mélenchon, líder de France Insoumise, atribuye a un estallido popular que dura ya un mes y que, aunque algo debilitado, salió vivo de la cuarta gran convocatoria.

Disolver la asamblea

Coincidiendo con el afán de votar expresado por algunos chalecos amarillos, mediante pancartas que pedían un referéndum o directamente el paso a la VI República, el líder opositor de izquierda sugirió «una disolución de la Asamblea Nacional» como «una salida razonable» al choque entre dos legitimidades, la de la ciudadanía movilizada y la de un presidente votado por los franceses hace tan sólo año y medio, pero que encadena descensos de popularidad a ritmo frenético.

La jornada dejó, por lo demás, algunos signos con respecto a la convergencia de luchas que, con todo, no termina de cuajar.

Los chalecos amarillos hicieron cerca de Etoile un acto de arrodillado general, en solidaridad con los estudiantes de un liceo de Yvelines que soportaron un arresto masivo que, una vez más, devolvió a la memoria los tiempos de la ocupación nazi.

Guiño a los barrios populares que, hasta la fecha, han observado desde lejos una protesta que ha sacado a las calles a los castigados por las desigualdades que se han acrecentado con la última crisis, pero no a las capas de la población ya expulsadas desde antes del sistema.

Ayer, desde organizaciones sindicales a movimientos anti racistas se sumaron, no obstante, a la dinámica de protesta a través de una marcha que partió de la estación de St Nazare y que llegó a converger, a duras penas, con el acto de los chalecos amarillos en Campos Elíseos.

El contagio de luchas se escenificaba de forma tímida en esa protesta amarilla que, sin embargo, no marcó el único punto de interés del super sábado movilizador que ayer se vivió en París pero también en muchos puntos del Hexágono.

Ciertamente, mientras los bomberos trataban de apagar algunas barricadas ardientes y seguían los choques aislados entre policías y grupúsculos de manifestantes, en otro eje de la capital, place de la Nation, se desarrollaba, por la tarde, la marcha por el clima, que tuvo réplica en al menos otros 150 puntos del mapa hexagonal.

Los chalecos, esta vez de color verde, sirvieron para encuadrar la marcha parisina, que congregó a menos de 5.000 personas, y que discurrió en un buen ambiente. El desfile concluyó en la plaza de la República, y hasta ese lugar se acercaron también algunos manifestantes que habían participado por la mañana en el cortejo amarillo.

Las dos orillas de Baiona

La movilización internacional por el clima tuvo su reflejo en Euskal Herria en forma de una doble convocatoria en Donibane Garazi y Baiona. Según la estimación de uno de los colectivos convocantes, Bizi!, 1.200 personas se sumaron a la concentración organizada ante el Ayuntamiento de la capital labortana, plaza a la que se acercaron también varios representantes del colectivo de chalecos amarillos que, desde primeras horas de la mañana desarrolló otras movilizaciones. Así, hubo ocupación de peaje en la A63, en Biarritz, mientras que en el peaje de Biriatu los chalecos procedieron al cierre de la muga, lo que provocó los habituales atascos tanto en la A8 como en los accesos a Irun, Hendaia o a la carretera 121A hacia Nafarroa.

En Baiona, la convergencia entre el amarillo y el verde se limitó al acto en la Plaza de la Libertad, ya que luego, militantes en favor del clima siguieron su marcha hacia el centro de la ciudad, con parada incluida para proceder a un limpiado simbólico de la agencia de Societé Genérale, mientras que los chalecos amarillos volvían a cruzar el puente rojo, hacia Saint-Esprit, su punto de acción en la capital.

Según explicó Anne Denoroy, portavoz de la «patrulla de limpieza», «Societé Genérale es líder en la inversión en energías sucias y peligrosas, y con nuestra acción hemos expresado que el dinero de sus clientes puede y debe servir para financiar la transición energética».

La marcha por el clima, al igual que la movilización de los chalecos amarillos, seguirá a partir de la jornada clave vivida ayer. El cuarto sábado de acción que, discurrió de forma más tranquila que citas precedentes, en gran medida gracias a ese imponente despliegue policial, que se sintió especialmente en París, dejó sentado que quienes piden un cambio social y quienes abogan por un modelo «que respete los derechos de las personas y del planeta» están dispuestos a seguir alzando su voz.