Igor Muñoz, Mirian Diaz de Tuesta, Agustin Gorbea, Pilar Revilla y Amparo Lasheras
Miembros de Ongi Etorri Errefuxiatuak Araba
KOLABORAZIOA

Detrás de la alfombra roja

El 10 de diciembre se cumplieron 70 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos aprobada en París, en la Asamblea General de las Naciones Unidas de 1948. Entre las personas que se encargaron de redactar el documento se encontraba René Cassin, importante jurista francés, presidente del Tribunal Europeo de Derechos Humanos en la década de los 50 y Premio Nobel de la Paz en 1968. Cassin nació y se educó en Baiona, razón por la que, tal vez, el Gobierno Vasco puso su nombre al premio que esta institución creó para destacar a personas o entidades que se han distinguido por su trabajo en la defensa de los derechos humanos. Este año una de las distinciones fue para José Palazón, fotógrafo y fundador de la Asociación pro Derechos Humanos de la Infancia, Prodein, una organización creada en 1987, que trabaja en la llamada frontera sur de Europa, en Melilla. En esta ciudad, los migrantes menores de edad no acompañados viven una situación de total abandono y desprotección, acosados por la violencia policial y víctimas de una constante violación de sus derechos tanto por las mafias que operan en la zona como por las instituciones del Estado español, Marruecos y Europa. Las imágenes fotográficas de Palazón, difundidas por todo el continente y, sobre todo, su actividad humanitaria han roto el silencio y la impunidad que rodea la deshumanización que se ha instalado en la valla de Melilla, originada por las políticas de la UE para fortificar Europa. Por supuesto, su trabajo y su denuncia no son del agrado de las autoridades españolas o marroquíes. El acoso policial y gubernamental a que se ve sometido Palazón y cualquier activista que trabaje en favor de las personas refugiadas, responde a un permanente intento de criminalizar la solidaridad en un territorio que es ejemplo vivo de la miseria y la barbarie neoliberal. Aun así, Palazón continúa con su ayuda a los menores, día a día, sin temor a la amenaza de posibles represalias policiales, administrativas o judiciales y eso siempre merecerá respeto, apoyo y reconocimiento.

En primer lugar, OEE Araba desea dejar claro el apoyo a José Palazón y al necesario trabajo de Prodein en Melilla. Consideramos que la concesión del premio de Derechos Humanos René Cassin a la actividad solidaria de Palazón está más que justificada y merecida. Nuestra indignación y nuestra crítica va únicamente dirigida a la actitud un tanto hipócrita de quien concede el premio, es decir, el Gobierno Vasco y el PNV. Intentaremos explicarlo lo mejor posible. Cuatro días antes de que el lehendakari, Iñigo Urkullu entregara el premio a José Palazón, con el protocolo oficial y mediático que corresponde, la Fiscalía de la Audiencia de Araba obligó a la Diputación alavesa, gobernada por el PNV, a acoger a un menor, procedente de la frontera sur, que se encontraba abandonado en una calle de Gasteiz, sin nada, ni siquiera ropa de abrigo, solo con los papeles que le acreditaban ser menor de edad. Fue atendido por un ciudadano que tras llevarlo a su casa y ofrecerle la primera ayuda de urgencia, contactó con Diputación para que se hicieran cargo del menor. La respuesta fue un «no» tan rotundo, una dejación tan despreciativa e insensible de sus funciones, que esta persona presentó una denuncia en los juzgados y fue la Fiscalía quien obligó a los responsables de la entidad foral a llevar al joven a un centro de acogida para menores extranjeros. A este hecho hay que añadir la denuncia que, un mes antes, presentaron los trabajadores del centro de Bideberria, también en Araba, por las malas condiciones de hacinamiento y falta de atención que sufren los menores extranjeros en esto centro. Sería bueno recordar, al señor Urkullu y a su ejecutivo, que aquí, en la CAV, también existen muros y vallas «disuasorios», las que su administración ordenó levantar en el Puerto de Bilbo para evitar el acceso de las personas migrantes a los ferrys que cruzan a Inglaterra. Las redadas de la Ertzaintza para desmantelar los campamentos entre Zierbena y Santurtzi (en los que también malvivían menores no acompañados) dejaron mucho que desear en el respeto a los derechos humanos. Y ¿qué decir, señores del Gobierno, de las miles de personas migrantes que este verano han cruzado la CAV hacia otros países europeos? Hombres, mujeres embarazadas con hijos y menores no acompañados se han visto obligados a vivir y dormir en la calle. La pasividad de las instituciones y del mismo Gobierno Vasco ha sido vergonzosa, lo mismo que la cantinela de «no hay recursos» para desentenderse de un problema humanitario que a él le corresponde atender y solucionar.

Es cierto que los premios, las distinciones, los discursos humanitarios de días especiales ofrecen a las entidades oficiales y a los gobiernos que los conceden un barniz mediático de justicia social, necesario, tal vez, para mantener ante la opinión pública la buena imagen política, pero... para nada más. Es precisamente en la distancia entre el discurso de focos y alfombra roja y la verdad de la calle dónde radica la hipocresía y el cinismo político. Y esa falta de verdad política es lo que deseamos denunciar en la concesión, este año, del premio René Cassin. No, señor lehendakari, sus bonitas palabras ante José Palazón, no pueden borrar la colaboración sumisa de su ejecutivo a unas políticas de la UE que asolan países, roban recursos, fabrican guerras y desechan y entierran personas como sobrantes de su estrategia económica.