Miguel FERNÁNDEZ IBÁÑEZ
NEGOCIACIONES ENTRE KOSOVO Y SERBIA (II)

Los albanokosovares se dotan de un ejército pese al veto serbio

La decisión del Parlamento kosovar de transformar paulatinamente sus fuerzas policiales en un ejército al uso, ha sido denunciada por la minoría serbia como una violación de la resolución 1244 del Consejo de Seguridad de la ONU. Pristina insiste en que es una cuestión interna en plenas negociaciones con Belgrado bajo los auspicios de la UE.

Pese a que las negociaciones en Bruselas entre Kosovo y Serbia atraviesan una etapa decisiva, el Parlamento de Pristina ha aprobado este mes por abrumadora mayoría pero con la ausencia de la Lista Srpska, que representa a la minoría serbia, la legislación para dotar a la Fuerzas de Seguridad de Kosovo (KSF) de los atributos propios de un ejército.

En una década, Kosovo tendrá una armada operativa al 100%. Pese a la oposición de los serbios de la Lista Srpska, que ven en este movimiento una violación de la resolución 1244 del Consejo de Seguridad de la ONU, los partidos albaneses apoyaron la polémica reforma, que entrega las competencias de un ejército a las KSF. «Con los serbios podemos cooperar, pero no aceptaremos más este bloqueo», asegura Burim Ramadani, vicepresidente de las, de momento, fuerzas policiales.

Los albanokosovares consideran esta reforma una «cuestión interna» que, por tanto, no necesita de diálogo en Bruselas. El Gobierno kosovar ha trabajado desde 2014 para completar esta transición a través de una enmienda a la Constitución. Sin embargo, el veto de Lista Srpska (10 de los 20 diputados de las minorías) impidió la doble mayoría de 2/3 necesaria para reformar esta disposición de la Carta Magna que exige la comunidad internacional para una reforma de semejante calado.

Igor Simic, diputado de la Lista Srpska, subraya la desconfianza que estas leyes generan en los serbios: «Es triste que la comunidad internacional no reaccione. Kosovo no puede tener un ejército bajo la resolución 1244 del Consejo de Seguridad de la ONU y el acuerdo de Kumanovo entre Serbia y la OTAN. ¿Qué mensaje mandan a los serbios? ¿Para qué nos dieron el derecho a veto en esta y otras cuestiones como el patrimonio cultural? Si rompen esta ley, ¿podremos confiar en que no lo harán en otras causas?».

Plator Avdiu, analista de Kosovar Centre for Security Studies, explica que «la comunidad internacional ha rebajado su tono porque sabe que el veto serbio impide enmendar la Constitución». Así, este movimiento del Gobierno llega tras meses de preparación y con un intento fallido en 2017, cuando el actual presidente, Hashim Thaçi, se topó de bruces con el rechazo internacional al intentar introducir las leyes en el Parlamento. Pero los tiempos han cambiado, y parece que el actual primer ministro, Ramush Haradinaj, tiene el respaldo internacional. O al menos el de EEUU, guardián de los intereses kosovares desde antes de la guerra de 1998-1999 y que apoyó, a través de un comunicado de su Embajada en Pristina, «la transformación gradual de las KSF a una fuerza con un mandato de defensa territorial».

«No solo nos apoya un país: la mayoría de los países que nos reconocen aplauden esta transformación, aunque no sé si lo harán público», desgrana Ramadani. Avdiu, por su parte, aventura un respaldo ambiguo, como muchas otras veces ocurre en Kosovo: «De forma progresiva e individual obtendremos el apoyo internacional. En cuanto a la OTAN y la UE –que critican públicamente la reforma–, sabemos que no pueden apoyar la formación de nuestro Ejército porque no todos sus miembros nos reconocen».

Debido a que no es técnicamente una enmienda a la Constitución, y persiste la prohibición de tener un ejército, aun- que sea solo por terminología, estas fuerzas seguirán llamándose KSF. Las tres leyes cambian su mandato y misión, y el número de integrantes se multiplicará por dos, pasando a 5.000 empleados y 3.000 reservistas. «Las funciones», explica Ramadani, «serán defender la integridad territorial, apoyar a las autoridades civiles y al Gobierno y coordinarse con las misiones internacionales de paz».

En paralelo a esta polémica reforma, las KSF han sufrido este año los efectos del conflicto entre Serbia y Kosovo. Como siempre ocurre en Kosovo, la representación en la Administración es proporcional al peso demográfico de cada comunidad. En las KSF los serbios eran 130, representando el 5% de los 2.500 miembros, pero más de 60 han dimitido este año, sobre todo los establecidos en el norte de Kosovo, en Zubin Potok, donde el control de facto corresponde a Belgrado.

«Serbia tiene mucha influencia en los serbokosovares y acusa de traidores a quienes son parte de la KSF. Esos serbios han sido forzados a dimitir por las presiones que han sufrido sus familias», lamenta Avdiu. «Es una evidencia de la politizada situación. Por eso mismo no hay un veto posible para nuestro ejército. Es una lástima, pero le aseguro que hay nuevos candidatos serbios a las KSF», añade, triunfalista, Ramadani.

Pese a las objeciones serbias, la creación de este ejército es un paso más hacia la soberanía completa de Kosovo. A diferencia de la integración en la Interpol, donde el lobby serbio pudo evitar su adhesión, el Ejercito kosovar es ya una realidad: los albanokosovares, unidos incluso en su polarizado Parlamento, han decidido dejar de discutir esta causa y han encontrado el resquicio legal para actuar con relativa unilateralidad. Es relativa porque en Kosovo se dice que todo antes pasa por la Embajada de EEUU. «En este edificio hay oficiales de la OTAN que continuarán aquí», dice sonriendo Ramadani en el Ministerio de las KSF, que en el futuro será el Ministerio de Defensa, para insinuar un respaldo mayor.