Miguel FERNÁNDEZ IBÁÑEZ
Presevo
NEGOCIACIONES ENTRE KOSOVO Y SERBIA (Y VI)

EL VALLE DE PRESEVO REGRESA AL MAPA GEOPOLÍTICO BALCÁNICO

Las negociaciones en Bruselas podrían concluir en un acuerdo de corrección fronteriza por el que el valle de Presevo, región de mayoría albanesa en Serbia, pasaría a ser parte de Kosovo. Los locales, en su mayoría, no lo consideran posible, pero elevan la discriminación para justificar sus deseos unionistas.

Blerim Miftari, oriundo del valle de Presevo, insiste: «Viviremos mejor si nos unimos a Kosovo. Es el sueño de cada habitante del valle». A sus 30 años, este albanés recuerda la autonomía del Imperio otomano que, tras el Congreso de Berlín de 1878, posibilitó la unión administrativa de Presevo y Kosovo, y ansía enmendar un pasado que, después de la sublevación albanesa que siguió a la caída de la antigua Yugoslavia, se olvidó de rescatar Presevo del yugo serbio. Y en esta tierra de desesperanza, continúa, nadie sabe cuándo habrá otra oportunidad: «No tendremos otra salida que cuente con el apoyo internacional». «Podría ser nuestra única opción, aunque sé que nuestros hermanos de Kosovo no quieren este acuerdo», coincide Shaip Jusufi, empleado de una casa de apuestas.

Las tensas negociaciones en Bruselas entre Serbia y Kosovo dieron un nuevo giro cuando este verano se hizo público un posible acuerdo para desbloquear el conflicto: la corrección fronteriza. Eso se traduce, además de aceptar la integración internacional de Kosovo, en que Belgrado obtendría los cuatro municipios al norte del río Ibar, incluida la parte norte de la ciudad de Mitrovicë, a cambio de entregar a Pristina regiones de Presevo, Bujanovac y Medvedja. Un intercambio de aproximadamente mil kilómetros cuadrados para dirigirse hacia la homogeneidad étnica en los Balcanes: el norte Kosovo es habitado mayoritariamente por serbios y, pese a que el último censo fue boicoteado, se estima que los albaneses suman más del 60% de los 90.000 habitantes del valle de Presevo: Presevo (90%), Bujanovac (60%) y Mevdevja (26%).

El acuerdo, sin embargo, choca con varios inconvenientes: el rechazo de las comunidades serbia y albanokosovar, la dudosa mayoría albanesa en Mevdevja y la posición geoestratégica de Presevo. Este último puede ser el más importante. En Presevo está la autopista que conecta Serbia con el sur de los Balcanes y la moderna base militar en la periferia de Bujanovac, abierta en 2009. Zoran Stankovic, presidente del Órgano de Coordinación del Gobierno de la República de Serbia para las municipalidades de Presevo, Bujanovac y Medvedja, asegura en un cuestionario que «Presevo no es parte de la negociación»: «La comunidad internacional nos ha asegurado que las cosas permanecerían sin cambios. Algunos líderes albaneses utilizan la anexión para sus goles políticos, pero la realidad es bien distinta».

Así, son pocos los que creen que Presevo vaya a incluirse en el acuerdo final. Lo que no evita que sea la comidilla en los cafés, una dosis de ilusión para los deseos panalbanistas de Miftari, que, sentado en la terraza de un bar en un soleado día de noviembre, arguye: «Entregar Mitrovicë sería una medida pragmática porque allí apenas quedan albaneses. No es un movimiento ético, pero tiene el respaldo internacional y ayudaría a pacificar la región». Para Jusufi, en cambio, todo es más simple: «Aquí no hay trabajo. En Kosovo tampoco, pero es un país de gente albanesa. Creo que es suficiente».

Guerra y desarrollo

Los albaneses han atravesado varias etapas bajo el dominio serbio. Con Tito, la convivencia fue posible, beneficiada por el desarrollo de Yugoslavia. Sin embargo, su muerte y los problemas sociales y económicos de los años 80 ayudaron a sembrar el terreno para la futura confrontación. A finales de esa década, con Slobodan Milosevic al frente, Belgrado excluyó a los albaneses y les retiró derechos lingüísticos o educacionales que sostenían la convivencia.

Los rencores de dos décadas de represión dieron paso a la guerra de 1998-1999 en Kosovo. Serbia fue derrotada, pero el conflicto no se detuvo ahí. Era el momento del nacionalismo albanés, envalentonado por el apoyo estadounidense, y la guerrilla del Ejercito de Liberación de Kosovo (UÇK) encendió sin dilación la mecha de la revuelta armada en dos países con presencia albanesa.

En Macedonia, donde suman un 25% de la población, la contienda de baja intensidad de 2001 concluyó con la obtención de importantes derechos en los Acuerdos de Ohrid. En Presevo, Bujanovac y Medvedja, en cambio, no tuvieron tanto éxito: perdieron el apoyo de la comunidad internacional, inquieta por tanto exceso albanés y consciente de que el UÇK organizaba la resistencia desde Kosovo, administrado entonces por la ONU, y la zona de exclusión terrestre impuesta a Serbia en Presevo.

Como consecuencia, la comunidad internacional relajó la zona de exclusión terrestre que impedía a la Policía serbia actuar en Presevo. Tras un año y medio de enfrentamientos que dejaron alrededor de un centenar de víctimas y 10.000 desplazados, con la lucha intensificándose en Macedonia, la guerrilla aceptó negociar. La paz, firmada en Konculj en mayo de 2001, estipuló una amnistía para los combatientes y promesas para desarrollar la región y aumentar los derechos de los albaneses y su inclusión en la administración.

Han pasado casi 20 años y la vida en el valle de Presevo aún es difícil. Wl salario medio es de 200 euros, la mitad que la media serbia, y el desempleo elevado; apenas hay industrias; y el sustento son el contrabando y las remesas e inversiones de la diáspora. En la carretera que corta con la autopista que conecta con el sur de los Balcanes aparecen sin cesar talleres de reparación de coches y tiendas para la construcción y el mobiliario del hogar. Los chalets, nuevos o en construcción, están vacíos, y se suceden coches de alta gama con matrículas extranjeras. Es la influencia de la diáspora. «Si no fuera por la diáspora ya habríamos quebrado. Aquí no hay futuro, y menos para un albanés», manifiesta Jusufi.

Stankovic, quien enumera logros en empleo e infraestructuras, da una de las razones que frenan el desarrollo de Presevo: «Los locales desean mejorar las condiciones de vida y rara es la vez que comentan la unión con Kosovo. La situación es estable y las relaciones interétnicas son buenas, pero las irresponsables declaraciones de algunos líderes albaneses sobre la anexión de Presevo a Kosovo y Metohija son molestas para los potenciales inversores».

Dashim, de 28 años y dueño de un taller de reparación de coches, se preocupa precisamente por el trabajo y el bienestar social. Razones por las que rechaza la unión con Kosovo. «Soy albanés, y me gustan los albaneses de Kosovo, pero no quiero la unión: allí no hay trabajo y detesto a sus políticos. El sistema de salud es mejor aquí y nuestros derechos no están mal», asegura. Después, junto a un amigo, forma con sus manos un águila, símbolo panalbanés.

Discriminación

Además de la difícil situación económica, que padece incluso Leskovac, región de mayoría serbia famosa por su parrilla, los derechos de los albaneses llegan a cuentagotas, refrendando el sentimiento de minoría. «Nos discriminan, sobre todo en educación: no hay educación en albanés y no nos permiten educarnos con libros de Kosovo», se queja Miftari. Sus palabras no son del todo correctas: existe educación en albanés, aunque de menor calidad y, por tanto, discriminatoria. El informe de 2013 del Consejo Nacional Albanés, órgano que mira por el desarrollo de la lengua albanesa en Serbia, aplaudía la apertura de las primeras facultades universitarias en albanés, pero alertaba del limitado número de escuelas primarias. Además, si bien subraya el uso generalizado del albanés en el valle de Presevo, recuerda que Belgrado sigue sin usarlo en muchos ámbitos: leyes, partidas de nacimiento y defunción, o documentos de la Policía. Es más, evidencia que Belgrado utiliza el serbio cuando puede.

Las municipalidades dominadas por albaneses, que son las que han desarrollado el albanés, también encuentran un escollo en los libros escolares autorizados por Belgrado, sobre todo en las asignaturas de Historia y Geografía: el relato de los hechos históricos habla de héroes y villanos antagónicos, y los albaneses no quieren que sus hijos consideren al UÇK un grupo «terrorista». «Teniendo en cuenta la complicada relación histórica, no podemos aceptar alegaciones que, en algunos casos, son un insulto a nuestra gente», explica Stankovic.

Así, la tensión por la dispar percepción de la realidad sigue latente. En 2013, Belgrado derribó una escultura en Presevo dedicada a un mártir de la rama local del UÇK. Hubo protestas que se extendieron a Kosovo, donde turbas albanesas atacaron monumentos y propiedades serbias, reflejando ese ciclo de rencor que, en otros casos, sigue el sentido opuesto.

La discriminación, insiste Jusufi, continúa. Pero ha mutado: ahora no es en forma de detención, «sino con la pluma», una multa de tráfico u otra sanción por la que no se castigaría a un serbio. Miftari, coordinador del Festival Pre-Foto, añade que Belgrado no destina dinero a la cultura albanesa.

Esta percepción discriminatoria, sea o no infundada, no hace más que refrendar el resultado del referéndum de 1992 en el que más del 90% de los locales apoyaron la unión a un futuro Kosovo independiente. Tal vez por eso, aprovechando que Presevo vuelve al mapa geopolítico, es momento de hablar de discriminación y desempleo.