Ingo NIEBEL
COLONIA

La ejecución de Rosa Luxemburgo apela al SPD cien años después

Hace un siglo militares ultraderechistas ejecutaron a los cofundadores del Partido Comunista de Alemania (KPD), Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht. El Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), centrado en sobrevivir políticamente, sigue sin reconocer su responsabilidad histórica en un crimen que sigue en discusión.

En torno a aquel crimen político que rodea la muerte de los dos revolucionarios alemanes, habría sido noticia que el SPD de Andrea Nahles hubiera reconocido su responsabilidad en el hecho histórico que durante un siglo divide a la izquierda en Alemania. Pero no, según el semanario “Der Spiegel”, la actual líder socialdemócrata ha dado marcha atrás.

Aún en noviembre, cuando el SPD recordó el centenario de la revolución de 1918, que en Alemania acabó con la Primera Guerra Mundial y la monarquía, Nahles afirmó que «que Gustav Noske estuviera involucrado en el asesinato de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht es muy probable». El socialdemócrata era el responsable para asuntos militares en el aún «revolucionario» gobierno de su presidente Friedrich Ebert.

En el mismo discurso, Nahles reclamó el legado de la revolucionaria para su partido aunque la histórica líder política ya no pertenecía al SPD cuando murió. El apoyo que su formación prestó al emperador Guillermo II a la hora financiar la contienda en 1914 la separó, igual que a Liebknecht, cada vez más del SPD. Por su posición pacifista ambos dieron con sus huesos en la cárcel. Recuperada la libertad después de la «revolución de noviembre», ambos fundaron el KPD que quería tomar el poder en Alemania, tal y como Lenin lo había hecho en Rusia.

No obstante, el ejemplo soviético no se podía copiar y pegar a la situación en Alemania. En su contra el dúo tenía a la cúpula del SPD y a los oficiales ultraderechistas del ejército imperial que contaban con suficientes hombres para hacer fracasar la revuelta comunista en Berlín. Ebert incluso detestaba la república en aquellos momentos.

En este ambiente de guerra civil el capitán Waldemar Pabst detuvo a los dos revolucionarios el 15 de enero. Sus hombres los llevaron al lujoso Hotel Eden, que les servía de cuartel general de su división. Para acabar con Liebknecht y Luxemburgo, recibió por lo menos el visto bueno de Noske. Si hubo incluso una orden expresa para liquidar a los dos, es uno de los debates que perduran hasta hoy en día.

Pabst y sus secuaces los ejecutaron con pocas ganas de fingir el crimen. A Liebknecht le dispararon por la espalda, escenificado su supuesta fuga, a Luxemburgo le pegaron un tiro en la cabeza. Echaron su cuerpo sin vida a uno de los canales de Berlín donde apareció meses más tarde.

Convertidos en mártires, las discusiones sobre este crimen continúan. En 2009 el jefe forense del prestigioso hospital Charité de Berlín, Michael Tsokos, llamó la atención sobre la posibilidad de que el cadáver de Luxemburgo pudiera hallarse en la morgue del instituto que dirige. Pero la identidad del cuerpo femenino sin manos, pies y cabeza sigue siendo un misterio por falta de pruebas de ADN.

Sin más pruebas, es de suponer que Luxemburgo sí recibió sepultura el 13 de junio 1919 en el cementerio berlinés de Friedrichsfelde, donde descansaba junto con Liebknecht, hasta que los nazis profanaron sus tumbas.

En 1969 Pabst y sus cómplices salieron absueltos en otro juicio más. El capitán hizo carrera con el SPD en la República Federal de Alemania. Incluso llegó a jactarse de su delito en varias ocasiones, responsabilizando a Noske de la ejecución. La República Democrática Alemana (RDA) convirtió el cementerio de los dos revolucionarios en el «memorial de los socialistas» y los homenajeó con una marcha aunque sus ideas no compaginaron con el modelo socialista en vigor. En 1989 manifestantes en la RDA pidieron reformas bajo el lema de Luxemburgo: «Libertad es siempre la libertad del que piensa diferente».

El sábado, unas 3.000 personas acudieron a la Conferencia Rosa Luxemburgo, organizada por el diario izquierdista “Junge Welt” y grupos afines. El domingo, varios miles de personas marcharon al «cementerio de los socialistas» para dejar claveles rojos. Casi todo, como siempre, con una izquierda dividida y muy ocupada consigo misma, solo que este año son Nahles y su SPD los que luchan por sobrevivir políticamente.