Patxi IRURZUN
IRUÑEA
Entrevista
LAURA FREIXAS
ESCRITORA

«Mis diarios son la expresión de alguien que se busca, que va formando su identidad»

La escritora catalana ha publicado «Todos llevan máscara. Diario 1995-96», en donde se reflejan sus primeros pasos como escritora, describe sus experiencias sobre su reciente maternidad y reflexiona sobre uno de sus temas recurrentes: literatura y mujer.

“Todos llevan máscara”, que Freixas presentó en la librería Katakrak, es la segunda entrega de una serie de diarios que la editorial Errata Naturae irá publicando cada tres años y que inició en 2015 con “Una vida subterránea. Diario 1991-1994”.

Hoy Laura Freixas es una autora reconocida, con una trayectoria larga y fecunda a sus espaldas (libros de relatos como “Cuentos a los cuarenta”, novelas como “Entre amigas” o “Los otros son más felices”, colaboraciones en prensa o ensayos como “Literatura y mujeres”), pero en el año en que se fecha “Todos llevan máscara” nos encontramos con una Laura que trataba de abrirse paso en Madrid como escritora, que se enfrentaba a las dudas y temores que le suscitaba la escritura de sus primeras novelas y que acababa de ser madre.

Todo ello, además de reflexiones sobre el propio género del diario o las apariciones de personajes del mundo literario (Jorge Herralde, Soledad Puértolas, Belén Gopegui, Andrés Trapiello…), constituyen los mimbres con los que se trenza este diario que Freixas escribió en su día sin demasiada confianza en que llegara a ver la luz:

«Mi interés por el diario y por la literatura autobiográfica se debe a que estudié en el Liceo francés, viví en Francia e Inglaterra, países donde hay mucho interés y presencia de estos géneros, y de donde me viene la idea de que un diario es una obra literaria. Por eso, cuando escribía el diario –y a cualquier persona que se dedica a la literatura creo que le pasa también– yo en realidad sí pensaba que se podía publicar alguna vez;pero en aquella época estaba escribiendo mis primeras novelas y como no conseguía editor, a la vez también me parecía bastante inverosímil», comenta la autora catalana, afincada en Madrid desde hace años. «Por otra parte, siempre he pensado que para publicar un diario hay que dejar pasar bastante tiempo, porque cuando sabes que lo que estás escribiendo aparecerá al cabo de un año o dos, te contienes, no te sueltas tanto. Todo eso creo que hace que se note que mi diario lo estaba escribiendo para mí, y que me servía un poco de interlocutor y desahogo». Ciertamente, parece extraño que un diario tarde en publicarse casi 25 años en estos tiempos de inmediatez, sobreexposición mediática o «extimidad», un concepto del que habló Freixas en la presentación, una especie de intimidad impostada, de cara a la galería. «A mí el diario me gusta precisamente por lo contrario, porque consiste en dejar madurar las cosas y darse cuenta de cómo se van construyendo, y van cambiando. Otra cosa que me gusta del diario es que no tiene un sentido, una dirección clara. Por ejemplo, aunque con el mismo material escribas una autobiografía o una novela, lo haces a posteriori, ya sabiendo cómo terminó todo, seleccionas el material sabiendo que quieres llegar a ese punto. Con el diario vas improvisando, puedes reflejar la incertidumbre, la duda, mientras que en una novela, por ejemplo, si aparecen estas es para resolverlas. En estos diarios, de hecho, no he cambiado cosas que ahora no me gustan. Por ejemplo, en el primer diario me doy cuenta de que yo, siendo feminista como soy y como lo he sido siempre, era a la vez bastante misógina, y una cosa que yo quiero que se vea es cómo he ido cambiando (por ejemplo, para referirme a mí misma de un modo impersonal decía ‘uno piensa o uno dice’ en lugar de ‘una piensa o una dice’, porque así fue como nos lo enseñaron). Ahora me doy cuenta de que ya no escribo así, pero he querido mantenerlo, para que el diario sea la expresión de alguien que se busca, que va formando su identidad».

El diario, pues, y su autora misma, como obra en construcción. Freixas reflexiona constantemente en “Todos llevan máscara” sobre el propio género, acaso porque en aquellos días estaba preparando para “Revista de Occidente” un monográfico sobre el mismo que se convirtió en una referencia.

«El diario es el único espacio en el que se puede sin más ni más, sin andamiaje alguno (ni teórico ni argumental ni nada de nada), cogiendo al toro por los cuernos y a la realidad por las solapas, meditar sobre la vida», escribe en su libro en un momento dado.

Y así, además de las dificultades que encuentra con la escritura de sus dos primeras novelas (dificultades técnicas, para encontrar editor, sensación de fracaso de antemano por que la obra no llegará a estar a la altura de lo que pretende...), en las páginas de “Todos llevan máscara” nos encontramos con otras vivencias más intimas de la autora, como la relación con su marido o su maternidad, que atraviesa todas las páginas del diario como un cordón umbilical y que, paradójicamente, dadas las diferentes características del género del diario frente a la novela (ausencia de estructura o de otras exigencias narrativas, ritmo, extensión...) hacen que este diario pueda ser leído como una novela, con situaciones y una psicología de la autora perfectamente definidas y verosímiles, pues toman su materia prima de la vida misma.

La maternidad

«La maternidad para mí como para cualquiera fue una experiencia muy importante en mi vida», dice Freixas. «Me hizo cambiar ideas sobre muchas cosas, y haber escrito sobre ello también me llevó a publicar este diario, pues yo como escritora soy una autora que también reflexiona sobre mi escritura, entre otras cosas porque hay dos aspectos de la misma que para mí han sido problemáticos: uno es el hecho de ser mujer y hacer una literatura que lo muestra; como eso está muy desvalorizado he tenido que armarme contra eso. Y el otro, que la autobiografía, los diarios, son un género muy desprestigiado. He tenido que reflexionar sobre las dos cosas y en esa reflexión me he dado cuenta de que la experiencia de las mujeres está muy poco reflejada y valorada en la cultura, lo cual me convenció de la idea de publicar un libro en el que la experiencia de la maternidad estaba muy presente. Y también porque me di cuenta de que apenas hay diarios de escritoras entre nosotros, tenemos los de Gil de Biedma, Pla, Max Aub, pero de escritoras a Rosa Chacel y poco más. A Rosa Chacel, por cierto, debe mucho mi diario, porque es una diarista muy introspectiva, muy dura consigo misma, con una lucidez corrosiva y mucha personalidad, algo que me interesa mucho».

Preguntamos a Laura, puesto que menciona algunos de estos nombres propios, sobre ellos y sobre otros que aparecen en clave en su obra (esa especie de papel couché de la literatura que a veces despierta el lado más oscuro o cotilla del lector de diarios). «A ese respecto se suscita el debate de hasta qué punto el autor tiene derecho a escribir ciertas cosas sobre otras personas, hay quien piensa que tiene todos los derechos, yo no lo creo, pero tampoco creo que no tenga ninguno», dice.

En “Todos llevan Máscara” Freixas ha optado en algunos casos –en los que salen peor parados– por cambiar el nombre y detalles reveladores, en otros ha pedido permiso a amistades para contar ciertos pasajes... «Pero el verdadero problema son las personas más próximas, que no las puedes disimular, padres, marido, hijos...», dice Freixas.

Todo esto (y mucho más, las sesiones con su psicoanalista; las discusiones con su padre, que encarna una idea establecida socialmente según la cual el mérito o el reconocimiento profesional y social está ligado a lo económico y al sentido práctico, frente a los cuales la literatura no tiene ningún mérito ni ningún valor...) se refleja en las páginas de este diario que a pesar del momento de incertidumbre y temor en que fue escrito dejan cierto poso feliz, pues se corresponden con la época en que la autora toma la decisión de ser lo que siempre quiso ser: escritora.