Karlos ZURUTUZA
Qandil

Se cierra el cerco contra los kurdos

En vísperas del esperado anuncio de la derrota del ISIS en su último bastión sirio, Bagdad, Ankara y Teherán mueven ficha para expulsar a los kurdos del tablero de Oriente Medio.

El ministro de Interior turco, Suleyman Soylu, anunciaba el pasado lunes el lanzamiento de «una operación conjunta con Irán contra efectivos del PKK» en el este del país «para asegurar la estabilidad en la frontera oriental». Como ocurre siempre en la batalla de la propaganda, se trataba de una información que había que tomar con reservas: la agencia de noticias oficial de Irán, IRNA, citaba una fuente anónima del Ejército, negando la participación de fuerzas iraníes en la ofensiva; por su parte, Qandil trasladaba a este medio que no se tenía noticia de ningún ataque de mayor envergadura que los habituales en la zona.

Podría tratarse de una nueva bravata de Erdogan en vísperas de unas decisivas elecciones locales –todo apunta a que plazas como Ankara pasarán a manos de la oposición–. En cualquier caso, lo cierto es que ha sido la región kurda de Igdir, próxima a la frontera persa así como al enclave azerí de Najicheván, la que ha concentrado la mayor parte de las operaciones del PKK durante los últimos meses, la mayoría de ellos contra convoyes del Ejército turco en la zona. Fuentes cercanas al aparato de seguridad turco consultadas por este medio confirmaban este extremo a la vez que apuntaban a una posible nueva estrategia desde Irán con respecto al PKK. «Si el PKK ha atacado con esa facilidad en Igdir hasta la fecha es porque Irán ha mirado hacia otro lado pero eso puede haber cambiado», acotaban dichas fuentes. No se trataría de luchar hombro con hombro, pero sí de compartir información vital sobre la localización de la guerrilla.

El Estado turco no ha dado detalles sobre la operación supuestamente en curso, pero esta llega en un momento en el que la derrota del ISIS, al menos la territorial, es cuestión de días, y las potencias tanto regionales como internacionales sacan músculo de cara a un nuevo reordenamiento de fuerzas en la región. El pasado domingo, el general Joseph Dunford, jefe del Estado Mayor Conjunto de EEUU, hablaba de «una planificación militar detallada» con sus homólogos militares en Ankara para abordar «cuestiones de seguridad» a lo largo de la frontera entre Turquía y Siria. Un día después, el jefe de Estado Mayor de Irán, el mayor general Mohammad Bagheri, viajaba a Damasco para reunirse con altos oficiales militares sirios e iraquíes. Según fuentes de Damasco, los puntos en la agenda incluían asegurar las rutas Teherán-Damasco para el transporte por carretera y salvaguardar la frontera sirio-iraquí para abrir los dos cruces fronterizos de Al-Waleed y Al-Qaim.

Es precisamente en uno de los puntos de la frontera sirio-iraquí donde se producían unos incidentes que apuntaban a un nuevo golpe de timón contra los kurdos, esta vez por parte de Bagdad. El pasado sábado, al menos seis personas perdían la vida en el valle de Sinjar (de mayoría yezidí) tras un enfrentamiento entre tropas iraquíes y miembros de las Unidades de Resistencia Yezidíes (YBS). Los combates se produjeron cuando fuerzas iraquíes interceptaron a tres ciudadanos españoles y un alemán en el momento en que intentaban acceder al territorio desde Rojava para unirse a las YBS.

«Parece que Turquía, Irán e Irak están sumando fuerzas y la situación se puede complicar mucho aquí, pero no tanto por el Ejército iraquí sino por los de Hashd al-Shaabi (milicia chiíta iraquí)», trasladaba a GARA Delil, nombre en clave de un paramédico gallego en las filas de las YBS desde hace tres años. Paradójicamente, las YBS son una unidad plenamente integrada en el Ejército iraquí; lucen la bandera del país en sus uniformes y reciben su soldada desde Bagdad. Fue el pasado mes de enero cuando, sin mediar aviso, el mando central iraquí decidió cortar el acceso al enclave desde el lado sirio, lo cual tuvo un efecto devastador entre la población local ahora obligada a obtener los suministros básicos desde Irak, mucho más caros que los que llegan desde Rojava.

Campo de Marte para muchos

Escenario principal del genocidio de los yezidíes de 2014 a manos del ISIS, el valle de Sinjar es un campo de Marte para al menos cuatro actores políticos y militares: la milicia chiíta, los kurdos del partido de Barzani, el Gobierno de Bagdad y, finalmente, la milicia yezidí afín al PKK, que no está dispuesta a abandonar la zona tras liberarla del ISIS. Además, el territorio ha sido blanco de varios bombardeos turcos durante los últimos años, como el de agosto de 2018, que se saldó con la vida de Zeki Shengali, un mando histórico del PKK.

Precisamente, el odio hacia el maquis kurdo parece ser el nexo de unión para fuerzas teóricamente antagónicas como Turquía e Irán: la primera no los quiere ni dentro de sus fronteras, ni tampoco al otro lado, como ocurre con los de Rojava; para Teherán, plantean una amenaza tanto en su territorio a través del PJAK como en el de su aliada estratégica siria, donde los kurdos reciben apoyo de Estados Unidos en el noreste del país. Por último, las cada vez más fluidas relaciones entre Ankara y Bagdad desde el fallido intento de referéndum kurdo apuntan a un ángulo cerrado más en el cerco contra el PKK. Al cierre de esta edición, fuentes de Sinjar aseguran estar alertados del despliegue de una división del Ejército iraquí (1.500 hombres) acuartelada en Mosul camino del enclave yezidí.