Arturo Puente
Periodista
JO PUNTUA

La era de la inestabilidad

Si la participación de la izquierda no pincha ni Rivera obtiene un resultado excelente que le permita gobernar mano a mano con Sánchez, el escenario que tiene más probabilidades de ganar el 28 de abril es la inestabilidad. Fragmentación, sumas variables a tres, a cuatro o hasta a ocho, como ocurrió en la moción de censura a Rajoy, gobiernos en minoría e ingobernabilidad en general. Bienvenidos al ciclo político del caos.

Todas las etapas de inestabilidad entrañan grandes riesgos y grietas de oportunidad. Los riesgos los conocemos: la derecha se extrema, arrastrada por un partido franquista que puede condicionar el Gobierno, quién sabe si desde dentro. Mientras, el centro neo y socioliberal trata de ampliarse hacia los márgenes, gritando que viene el lobo. Si el 28 de abril los escaños del PSOE y C’s suman 176, pocas dudas caben de que habrá un Gobierno de Sánchez con Rivera, y que la izquierda alternativa quedará hundida para mucho tiempo.

La inestabilidad, verdadera kriptonita para el statu quo, genera reacciones asustadizas y pactos contra natura. Es por eso que las posibilidades de que alguno de los tres partidos de la derecha acabe en el Gobierno es altísima. Solo hace falta mirar lo que ha pasado en Navarra, donde UPN y C’s acudirán juntos, entregando la llave del Convenio foral a un partido que es explícito en su voluntad de acabar con él. Lo impensable de pronto es posible y lo que se daba por hecho, de pronto, debe lucharse.

¿Esto es todo? ¿Es hora de correr en círculos agitando los brazos? No todavía. Las grietas de oportunidad son pequeñas, pero se ven. La misma inestabilidad que amenaza a las minorías pueden convertirlas en necesarias para articular pactos de gobierno. En una mesa a la que se sientan varios jugadores, todos tienen los mismos turnos y a todos les puede caer la mano de su vida. La era de la inestabilidad puede convertirse en un ciclo negro para izquierdas e independentistas, pero también puede brindarles la oportunidad de condicionar las mayorías estatales como nunca antes. Y si eso pasa, más vale que sepan jugar las cartas.