Iker BIZKARGUENAGA
BILBO
Entrevista
ATILIO BORÓN
SOCIÓLOGO Y POLITÓLOGO ARGENTINO

«Los planes de EEUU para América Latina no se están cumpliendo»

Atilio Borón (Buenos Aires, 1943), una de las voces más comprometidas y respetadas de Latinoamérica, estuvo el lunes en Bilbo para desentrañar las claves de la situación política en aquella región, que EEUU anhela controlar como en tiempos pretéritos.

Un tremendo aguacero cae sobre la ciudad cuando Atilio Borón llega al edificio de La Bolsa. Trae un ejemplar de su último trabajo, “El hechicero de la tribu”, donde refuta las afirmaciones que Mario Vargas Llosa, «uno de los mayores publicistas del liberalismo», hace en el libro “La llamada de la tribu”. El catedrático argentino tiene programada una charla sobre América Latina organizada por Iratzar Fundazioa, Ipes, Ipar Hegoa y Parte Hartuz, pero antes dedica un buen rato a hablar con GARA.

¿Cuál es la situación actual en América Latina?

A grandes rasgos se caracteriza por una contraofensiva brutal de EEUU para retomar el control de la región, que había perdido desde comienzos de este siglo. En esa contraofensiva, se ha anotado algunas victorias importantes: una inesperada, como el triunfo de Macri en Argentina en las elecciones de 2015; otra, esperada y construida, como fue la maniobra para destituir a Dilma Rousseff en Brasil y condenarla sin pruebas; y otra es la traición de Lenín Moreno, que llega al Gobierno como candidato oficialista y se vende de una manera infame. Ello ha debilitado el impulso hacia una armonización y unidad de los países de América Latina.

Pero, al mismo tiempo, hay tendencias que se están oponiendo a esa ofensiva, ya que el imperio americano se enfrenta hoy a un mundo policéntrico y multipolar que erige obstáculos muy serios a la consumación de su proyecto de restauración.

Tenemos, por otra parte, la incorporación, tardía, de México al ciclo progresista latinoamericano, que se ha demorado debido a la peculiarísima situación mexicana y al hecho de que ese país estuvo durante 36 años cogobernado por el FMI y los partidos dominantes, el PRI y el PAN. Pero eso se ha roto con el triunfo de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), y México, con la gravitación enorme que tiene, se incorpora al fin a este ciclo.

Vemos que si bien hay una contraofensiva brutal, que se expresa de la manera más radical en el caso venezolano, donde EEUU ha ido más lejos de lo que jamás le hizo a Cuba en 60 años, porque Venezuela es un objetivo estratégico por el petróleo, también empieza a haber otros movimientos. Por ejemplo, en Ecuador, en unas elecciones regionales hace unas semanas, en dos de las tres provincias más importantes triunfó el correísmo. En Argentina, la resistencia al macrismo es muy fuerte y va creciendo. Esto hace prever que quienes pensaban que se iniciaba un ciclo de derechas en América Latina estaban expresando más un deseo que una realidad, es wishful thinking. Estamos aún en un terreno incierto, complejo, pero donde los planes de EEUU de regresar a la situación imperante el 31 de diciembre de 1958, antes del triunfo de la revolución cubana, se han frustrado. Podrá haber otra cosa, van a insistir, pero lo que tenían planeado no se está cumpliendo.

Hay dos actores, como Rusia y China, con una presencia creciente en el continente. ¿Cree que pueden ejercer de freno a la agenda estadounidense?

Sí, de hecho hasta ahora así ha sido. El caso de Venezuela es claro; las advertencias de Moscú y de Beijing hacia los norteamericanos han sido muy explícitas, diciendo que sería absolutamente inadmisible una intervención militar. Y que han tenido éxito lo demuestra el hecho de que el propio Juan Guaidó, autoproclamado presidente, acaba de decir en una entrevista en el diario “Clarín” que la opción militar está descartada. China y Rusia ejercen un papel de moderación de la beligerancia norteamericana. Por suerte, porque de lo contrario ocurriría lo que ya hemos visto tantas veces en nuestra región, como es una intervención armada.

Hace énfasis en la situación que vive Venezuela. ¿Le recuerda el caso de Chile durante el Gobierno de Salvador Allende?

Claro. Me lo recuerda, porque yo viví en Chile en aquellos años, pero esto es infinitamente peor. En Chile había un proyecto de desestabilización, de desabastecimiento de productos básicos, pero en Venezuela es mucho peor, porque tienes una frontera beligerante, que coparticipa en el tema del contrabando, y eso es escandaloso. Por ejemplo, la gasolina en Venezuela vale menos de un centavo de dólar el litro; tú llenas el tanque, pagas una bicoca y luego cruzas la frontera en Cúcuta y vendes esa misma gasolina a 1,20, 1.30 dólares el litro. Y hay un Gobierno que es cómplice de eso, que permite que desde Cúcuta, que es la ciudad fronteriza, se organice esa trama. Eso es algo que perjudica a todos los venezolanos.

Es imposible hablar de América Latina sin detenerse en Cuba. La Administración de EEUU ha recuperado su versión más agresiva respecto a la isla.

Cuba es una revolución consolidada, pero las revoluciones están siendo sometidas a unos ataques brutales. Cuando polemizo con estadounidenses o latinoamericanos que son partidarios del bloqueo a Cuba, y sostienen que Cuba ha demostrado que el socialismo es un fracaso, yo les digo: «pues levanten el bloqueo, déjenle diez años sin bloqueo, y después verifiquemos si ha fracasado o no». Pero bajo estas condiciones, ¿cómo se puede decir que funciona bien o funciona mal? Son condiciones absolutamente irregulares en las que ninguna economía funcionaría. Imagina que en España hicieran lo mismo. O en Italia, o EEUU… habría una guerra civil.

En Cuba tienen una población muy educada, están muy acostumbrados a estas privaciones. Está resultando muy difícil, pero se están preparando para ello y hay una ayuda importante de China en términos económicos.

Pero es una ofensiva brutal, y a mí me duele mucho el silencio, la indiferencia de los gobiernos europeos. ¿Cómo es que aceptan la extraterritorialidad de la ley americana? ¿Por qué no valen las leyes europeas en Estados Unidos y sí al revés? Pues porque este es un imperio, en decadencia, pero un imperio, y los gobiernos europeos han aceptado esa condición de sumisión que debería ser revisada urgentemente. En primer lugar por el propio bien de Europa, y en segundo lugar, por el bien de los países de América Latina.

Hablaba antes de la incorporación de México al ciclo progresista. Hablamos de un país grande, también económicamente, y fronteriza con EEUU. ¿Le van a dejar a AMLO aplicar un programa de progreso?

Le van a dejar muy poco. Yo hice el doctorado en la Universidad de Harvard y he sido alumno de Samuel Huntington, el teórico del “Choque de civilizaciones”, un hombre muy conservador. Y decía siempre que el país más importante del mundo para Estados Unidos es México. Más que Israel, Arabia Saudí o que el Reino Unido, porque, según decía, «México, por un imperativo geográfico, va a estar siempre al lado nuestro, y han demostrado ser una población totalmente inasimilable al modo de vida y los valores estadounidenses». Él decía eso incluso cuando todavía existía la URSS, que consideraba que era una cosa transitoria, pero México, insistía, «es inasimilable, lo tenemos ahí y es un problema permanente».

Mire, al día siguiente de que el Consejo Nacional Electoral ratificara oficialmente la victoria de AMLO, Mike Pompeo (secretario de Estado de EEUU y exdirector de la CIA) y Mike Pence (vicepresidente de Estados Unidos) viajaron a México a hablar con López Obrador. Eso nunca había ocurrido. Y le habrán ido a decir, «mire, usted habrá ganado las elecciones, pero en este continente mandamos nosotros, no se le ocurra hacer locuras».

México lo que puede hacer es moverse lentamente. Pero lo que ya ha hecho López Obrador es de una enorme valentía, al salirse del grupo creado por Obama y ratificado por Trump para facilitar la destitución de Maduro. El hecho de que México, el país más importante de todo ese grupo, se haya ido es un gesto que habla muy bien de López Obrador y de su intención de recuperar lo mejor de la tradición diplomática de México. Tengo confianza en que va a ser un Gobierno moderadamente reformista, que para las condiciones de México y para el mundo de hoy es un salto extraordinario.

En el otro extremo está Brasil.

Creo que Bolsonaro va a correr una suerte muy diferente a la de Fernando Color de Mello, es decir, no va a terminar su mandato. Es un hombre mediocre, que está manchado ya por la corrupción, un personaje que fue expulsado del Ejército, y que fue elegido por la conspiración liderada por “O Globo”, “Estado de Sao Paulo” y otros medios porque no tenían otro candidato mejor. Él no era el candidato que quería el establishment brasileño, sino Gerardo Alckmin, que era gobernador del Estado de Sao Paulo. Pero resulta que Alckmin no pasaba del 6% de intención de voto, y Bolsonaro tenía un 18-20%. Entonces, radicalizaron el discurso y captaron buena parte de las iglesias evangélicas, a las que está vinculado uno de cada tres brasileños.

También armaron una gran campaña, con el manejo de la tecnología, el Big Data y gente de Cambridge Analytica, e hicieron una farsa, como fue el apuñalamiento de Bolsonaro, que ha sido puesto en cuestión. Pero el Ejército ya dice que no quiere que Bolsonaro siga, Mourao (Hamilton Mourao, general retirado y vicepresidente) dice una cosa y Bolsonaro otra. El empresariado paulista tampoco está de acuerdo con su política ultraliberal, porque es una burguesía diezmada y lo poco que le queda es asegurarse con un esquema proteccionista dentro de Mercosur, y Bolsonaro está anunciando el fin de Mercosur.

Mi impresión es que Bolsonaro va a ser reemplazado, y no sé si no ocurrirá antes de fin de año. Y ahí queda Mourao como en una especie de dictadura militar surgida del voto popular. A este respecto, hay un dato muy llamativo: hay más militares en el Gabinete de Bolsonaro que los que hubo en 21 años de dictadura militar. Ese es un dato duro. Ante un general, como es el vicepresidente, o un fantoche como Bolsonaro, creo que este tiene sus días contados. Y por sorprendente que pueda parecer, Mourao es un hombre más moderado en sus posiciones.

Hay otro dato significativo: ni Argentina ni Brasil, que están siendo la vanguardia de este proceso de reconstrucción de la derecha, están dando señales de estabilización. En Argentina, la debacle económica que ha generado Macri es una de las peores de nuestra historia independiente, y en Brasil la situación económica, sin ser tan grave, sí está descontrolada. Creo que estamos en un momento de muchas tensiones, de tiras y aflojas, y no me sorprendería una lenta reconstitución de un proceso de progresismo latinoamericano, no igual que antes, porque ya no está Chávez, no está Fidel, Correa está exiliado, Lula está preso, Cristina (Fernández) está amenazada con ir a la cárcel..., pero sí quizá algo parecido.

Ha criticado a los gobiernos europeos, ¿cómo ve Europa?

Me gustaría que en los pueblos de Europa hubiera más conciencia del daño que el imperialismo le está haciendo, de cómo los expone. El imperialismo de EEUU hace guerras en el jardín de la casa de Europa, que tiene que recibir a millones de personas, y lo hace tranquilo, porque nadie va a cruzar el Atlántico Norte con pateras. Los productos de la guerra se los manda a Europa. Y el auge de la derecha radical tiene que ver con eso. Cualquier sociólogo te dirá que cuando llega de repente un flujo de millones de migrantes, con una cultura diferente, lo que vas a tener es el fortalecimiento de sectores reaccionarios. Ocurre en cualquier lugar del mundo.

Me preocupa que no haya conciencia de eso. Y que no haya conciencia de una Europa con una política exterior independiente, sino que ha hecho suya la de EEUU; que no tiene una política de Defensa independiente, sino que hace suya la del Pentágono... Ahí hay una larga lucha por la independencia, y esa es una palabra significativa en Euskadi; cuando se habla de independencia ustedes saben muy bien a lo que me refiero.