Koldo LANDALUZE
CRÍTICA «Hellboy»

Directo al precipicio y sin mirar atrás

El prólogo ya nos advierte de los senderos por los que transcurrirá el resto del metraje, un paisaje tenebroso habitado por criaturas malvadas, una bruja empeñada en convertirse en azote de la humanidad y un rey Arturo que debió perderse en su regreso a Camelot coinciden en un arranque festivo y bullanguero, de esos que tanto apasionan a los seguidores del cine de terror de serie Z. Del resto poco o nada se libra, tal vez el saludable desparpajo con el que este filme avanza irremediablemente hacia su precipicio. Jamás encontramos en este nuevo acercamiento al imaginario comiquero de Mike Mignola señal alguna de que el lisérgico Neil Marshall pretenda levantar el pie del acelerador mientras conduce este despropósito porque, al igual que Thelma y Louis, el único camino que le quedaba por recorrer a esta producción era lanzarse al vacío esbozando una mueca de satisfacción y sin mirar atrás. Diametralmente opuesta al saludable ejercicio fantástico que planteó Guillermo del Toro en sus dos acercamientos al universo de “Hellboy”, en esta oportunidad prima el subrayado gratuito y la sangre a raudales.

Incluso podría decirse que los efectos especiales de baratillo que animan la función le vienen muy bien a esta función guiñolesca que, todo es posible, podría ser considerada de culto por muchos aficionados a este tipo de cine tan incompresible como prescindible.

El encanto que Ron Perlman aportó al protagonista desaparece por completo en la nueva caracterización de un David Harbour condenado a citar chistes de saldo y frases lapidarias escuchadas infinidad de veces. Tomada como una broma, la película puede tener su punto de gracia, pero genera demasiado desconcierto debido a sus excesos visuales y a su montaje “abstracto”.