Aritz INTXUSTA
IRUÑEA

Los profesores fueron los reyes del «bullying» durante las dictaduras

El Departamento de Educación ha publicado la obra de Guillermo Iriarte en la que describe cómo ha funcionado la educación en Nafarroa desde mediados del XIX. El libro anota elementos positivos, como la decisión de multar el absentismo escolar que redujo notoriamente la tasa de analfabetos, pero también detalla algunas de las prácticas de aquellos tiempos de «la letra con sangre entra» y el sometimiento a tortura sicológica a los menores.

Lo peor no fueron los palos, correazos o los reglazos que daba el profesor por no saber la lección. «Muchas veces, esas formas de tratar a los niños las fomentaban los propios padres», comenta Guillermo Iriarte. Los métodos para humillar a los niños que se han dado en las aulas de Nafarroa, se tornaban en ocasiones mucho más crueles.

El autor de “Escuela Ilustrada de Navarra 1828-1979”, menciona uno que le relataron en un colegio de monjas. En cada aula había una pequeña figurilla del corazón de Jesús. Si alguna de las alumnas cometía algún comportamiento que se consideraba censurable, tenía que clavarle un alfiler. Y esto sucedía en paralelo a un adoctrinamiento religioso por el que Jesús era lo más importante. El comportamiento general de la clase se medía en función de cuántos alfileres tenía la figurilla cada determinado tiempo.

Otros de los castigos de mayor dureza lo sitúa Iriarte en su propio pueblo, Cadreita. Se trata las famosas orejas de burro, pero con la variante particular de que el llevar las orejas de asno no quedaba circunscrito al centro, sino que el verdadero escarnio al menor sucedía por las calles del pueblo por las que tenía que desfilar a la vista de todos.

Este tipo de comportamientos se acentuaban durante las dictaduras. La de Primo de Rivera cortó de raíz con las técnicas de enseñanza más innovadoras. Y, en particular en Nafarroa, también eliminó ciertos contenidos sobre la historia e identidad propia del Reino que sí existían durante el siglo XIX. Esto se sustituyó por un mayor ensalzamiento de la idea de patria española. La orden de colocar una bandera española en todos los colegios surgió entonces.

El control ideológico y moral de la población estaba en gran medida en manos de los profesores, junto con los curas y los mandos de la Guardia Civil. En Nafarroa existía un castigo propio para erradicar el euskara. Era de tipo sicológico, tan solo un simple anillo. Aquel aro conllevaba deshonra, como las orejas de burro, y lo debía portar en el dedo el último alumno que dijera una palabra en euskara. La particular crueldad del invento es que no era el profesor quien determinaba quién habría de llevar aquel anillo, sino los propios estudiantes. De este modo, se vigilaban y castigaban unos niños a otros

La lucha porque la población abandonara su lengua propia se dio de forma más acusada en el franquismo que durante el siglo XIX. A lo largo de ese siglo, Iriarte ha recogido diversos documentos bien de autoridades locales bien de otras instituciones solicitando profesorado euskaldun como una forma de atajar el absentismo. También se consideraba la forma más directa de evangelizar en determinadas zonas. Además, durante la República, había tres ikastolas.

El control al profesorado

La figura del profesor, asimismo, tampoco estaba libre de un férreo control ideológico. Los alumnos del pueblo eran sometidos a exámenes por parte de alcaldes, curas y potentados. Esta costumbre data de 1831, de cuando Nafarroa todavía era Reino, y servía para controlar a los niños, pero también en «rendimiento» del maestro. El resultado de estos exámenes podía acarrear tanto premios como castigos. Si bien los segundos, según detalla el autor, rara vez eran físicos.

En el franquismo también se controlaba al profesor con cursos regulares de formación religiosa y política. «Se quería que los profesores fueran mitad soldado, mitad cura. Y las profesoras, un híbrido entre una flecha y una monja», dice Iriarte.

No todos son sombras. Una ley propia de Navarra de 1957, en pleno franquismo, incluyó a los padres como parte de la comunidad escolar. Y estableció un sistema de multas para castigar el absentismo escolar. A partir de entonces, la tasa de analfabetismo se eliminó de forma casi total, despuntando Nafarroa sobre el resto del Estado.