Raul BOGAJO

VIDAS PARALELAS. OLIVIER SCHRAUWEN Y LA CONSTATACIÓN DE QUE EL FUTURO SERÁ TEBEIZADO

El dibujante belga afincado en Berlín Olivier Schrauwen vuelve a deleitarnos con su magistral fórmula de hacer del tebeo un arte único para narrar historias a través de la línea y el color y para narrarnos a nosotros mismos en forma de caricatura.

Vidas Paralelas” (Fulgencio Pimentel, 2019) es una recopilación de seis relatos futuristas que fabulan en torno a la soledad, la claustrofobia, el miedo, el deseo y la locura que nos hacen humanos, pero que también nos hacen ser el mejor personaje del que mofarnos entre viñetas. Muy lejos del humanismo ingenuo y del pesimismo no future, desmontando convencionalismos, “Vidas Paralelas” nos devuelve a uno de los dibujantes más innovadores del cómic de autor actual y, por supuesto, al Shrauwen más sarcástico y divertido

Olivier Schrauwen (Brujas, 1977) consigue llevar la historieta a los límites de sus capacidades narrativas mínimas. Lo suyo es un ejercicio formal de simplificación en busca de la esencia del tebeo como arte y como forma de expresión única. «Como profesional de la novela gráfica que soy he elegido contar esta historia en forma de cómic. Creo que es precisamente en esa zona gris que se extiende entre lo que puede decirse con palabras y lo que se muestra mejor con imágenes donde radica el lenguaje que puede transmitir con veracidad el misterio profundo de los hechos que llegué a experimentar».

ironía

Un propósito, no exento de la acostumbrada ironía, con el que Schrauwen abre “Vidas Paralelas”. Esa zona gris que media entre las palabras y las imágenes podría ser la excusa perfecta para un tratado de Semiología pero en el caso de Schrauwen sirve de prólogo a una historieta de abducciones extraterrestres que, narrada en primera persona, navega entre la reflexión filosófica existencial y el absurdo de un ser humano neurótico. Por estos territorios grises, entre la revelación y el sarcasmo, caminan los seis relatos que componen este nuevo volumen de un autor, reconocido y galardonado por sus dotes de innovación a nivel mundial y que es todo un maestro en desmontar lo convencional, como lo viene demostrando desde aquella delicatessen “Mi Pequeño y las magistrales Arsène Schrauwen” y “El hombre que se dejó crecer la barba”, todas publicadas por Fulgencio Pimentel.

“Vidas Paralelas” incide en ese juego de subvertir las convenciones, da igual si se trata de poner del revés los recursos narrativos del cómic o de lo que se trata es de darle la vuelta a nuestras tan asentadas costumbres sociales y verlas crujir hasta el absurdo. Da igual porque todo depende de poner distancia de por medio, de llevarlas a un futuro lejano no en el tiempo sino en el espacio. El futuro que propone Schrauwen no es una continuación en el tiempo del presente sino un estado paralelo en la distancia que funciona como atalaya de auto-observación para devolvernos una imágen mucho más caricaturesca y simple de nuestras neuras que la propia caricatura con la que nos dibuja el autor.

«Tebeízame»

La obras de Schrauwen son un constante juego de adivinanzas en torno a las posibilidades de la narrativa del tebeo como arte ilustrado único. Son tebeos y no pueden ser otra cosa ni narrarse de otra forma que en viñetas y páginas. Sus referencias al cómic como metalenguaje se desplazan una y otra vez desde los elementos formales al contenido de sus historietas. “Tebeízame”, tercer relato recogido en “Vidas Paralelas”, es una una aplicación futurista que los personajes se descargan directamente en el cerebro y que tiene la virtud de convertir el mundo en un tebeo, una inmejorable forma de poner en práctica las reglas que maneja Schrauwen en este juego de mundos paralelos, haciendo chanza de la vida en las dos dimensiones impresas del papel. Las historietas de “Vidas Paralelas” son también eso, un juego de dobles que se interpelan: el autor y sus álter egos que son los protagonistas de las historietas; el autor y el lector, constantemente interpelado por los personajes; la historieta y sus códigos narrativos en un continúo homenaje al tebeo clásico; el presente y el futuro que lo desmonta; la vida y la forma de narrarla y narrarse a uno mismo, como el Henry Chinaski ese bebedor empedernido, álter ego literario de Charles Bukowsky, que puede pasar de la mítica nebulosa trágica y autodestructiva del artista a la exageración más chirriante con sólo alejar la mirada.

Pero si, además de todo esto, hay algo por lo que este autor es uno de las referencias más importantes del cómic de autor actual es porque este aparente abuso del formalismo es en manos de este dibujante un juguete manipulado y trucado para exprimir hasta la última gota de la expresividad del tebeo. Con Arsenne Schrauwen, obra en la que el autor tomaba como excusa las peripecias de su abuelo en las postrimerías del imperio colonial belga, inmerso en un descabellado proyecto de construir una ciudad futurista en plena selva, el dibujante belga conseguía emocionar a través de una narración aparentemente naíf y cómica, innovadora en lo formal y, a la vez, inesperadamente profunda.

“Arsène Schrauwen” es una obra maestra indiscutible que recuerda, en cierto modo, tanto por la forma como por el tratamiento alucinado de lo biográfico a la gran Inside Moebius pero, con permiso del gran Jean Giraud, llevando los planteamientos minimalistas mucho más allá en el plano expresivo.

Schrauwen no se contenta con simplificar los elementos formales como la línea y el color; es también la propia narración la que ve reducida a sus mínimos posibles, sin adornos, con un estilo despojado de concesiones literarias. Una apuesta también por la ilustración, por el mínimo expresivo del dibujo como elemento narrativo principal.

En la maravillosa “Arsène Schrauwen” lo biográfico yace en esa profunda sima de la memoria en la que ficción y la realidad se confunden y se convierten en narración. Este desliz de lo real hacia otros mundos oníricos y surrealistas, gobernados por sus propias reglas, es el hogar creativo del dibujante belga y vuelve a ser el techo y las cuatro paredes de “Vidas Paralelas”. Schrauwen advierte que la realidad en su obra, ya sea en esas pequeñas pinceladas que deja entrever, o cuando se pretende biográfica es una quimera. Cuando dibuja, dice, no considera absolutamente nada real, sus historietas son mundos autónomos que se guían por reglas de verosimilitud propias. Las mismas reglas que permiten desmontar y sustituir otros códigos y que huyen, como del diablo, del concepto naturalista de la representación. Dice Schrauwen en “Tebeízame” «no se abandona así Tebeízame, de golpe y porrazo. Uno se aleja gradualmente... Reajustándose a la multidimensionalidad y a los infinitos detalles del mundo real». Los mismos detalles, valga el cachondeo, que él mismo se encarga de volar por los aires. Todo un jolgorio.