Imanol INTZIARTE
FUNERAL POR MARIANO FERRER

DESPEDIDA EN CRISTINA-ENEA TRAS DÉCADAS DE COMPARTIR DESAYUNOS

HUBO UN TIEMPO EN EL QUE LOS KIOSCOS NO ESTABAN EN VÍAS DE EXTINCIÓN. UN TIEMPO EN EL QUE UNO DE ELLOS ENTRABA EN LOS HOGARES PARA OFRECER UN SOSEGADO ANÁLISIS DE LAS NOTICIAS. ASÍ SE MASTICABAN CON FACILIDAD, COMO UNA GALLETA MOJADA EN LECHE.

Ese kiosco tenía apellido, era «el de la Rosi», en reconocimiento a un puesto de venta de periódicos y revistas que sigue en activo en la Avenida de Donostia. «El kiosco de la Rosi», así se llamaba el programa de radio dirigido durante tres décadas por Mariano Ferrer. En Radio Popular-Herri Irratia. Historia de la radio en Gipuzkoa.

Mariano Ferrer falleció el pasado domingo, a los 79 años de edad. Ayer por la tarde, en el parque de Cristina-Enea, se celebró su funeral civil. El primero que se llevaba a cabo en este espacio, habilitado para tal fin por el Ayuntamiento hace tan solo un par de meses.

El edificio, situado en la parte alta del parque, tiene un aforo para poco más de cincuenta personas. Obviamente, se quedó pequeño. Minúsculo. Estaba previsto, así que todo se había organizado en el exterior.

Cristina-Enea, también llamado Gladys-Enea, está precioso en verano. Cuándo no, sería la pregunta. Junto a la entrada principal, los niños y niñas jugaban en los columpios o en la amplia explanada de verde hierba, mientras que a media ladera el estanque con los patos y los cisnes es protagonista. Pero desde una hora antes del inicio del funeral se veía a mucha gente caminar hacia arriba, al lugar donde reinan los pavos reales.

Una pila de periódicos

Rostros conocido de los más diversos ámbitos. El periodismo, la política, el euskara, la cultura, el deporte… Mucho ex, gentes con importantes responsabilidades que en su día pasaron por su micrófono y que ayer, ya retirados de la vida pública, no faltaron a su despedida. No hace falta una lista de nombres y apellidos destacados en negrita. Y muchas personas anónimas, oyentes, que antes de comenzar recordaban «su voz ‘goxua’».

Presidía el lugar una imagen del propio Ferrer, sentado sobre una pila de periódicos y delante de un kiosco de prensa. De su kiosco de la Rosi. Tiempos mejores para las noticias impresas sobre un papel. Ahí estaba, joven, sonriente. Su hija Esther tomó la palabra. «Sabíamos que no íbamos a caber. Esperábamos que viniera gente, pero no tanta».

Hubo un tiempo en el que una canción, de autor y título desconocido para la inmensa mayoría –se llama ‘Aurora’ y el grupo Nova–, sin letra y con sonido de futurista viaje espacial, era la banda sonora del desayuno. Volvió a sonar en medio de un silencio respetuoso, profundo, aderezado con buenas dosis de nostalgia.

El periodista Sabino Ormazabal ejerció de maestro de ceremonias. Con puntualidad, como le hubiera gustado a una persona con una trayectoria ligada a la radio, un medio tan sometido a las manecillas del reloj. «No nos gustaría hablar de su muerte. No ha muerto, ha vivido Mariano Ferrer, qué suerte haberle conocido».

Ormazabal reveló que la familia quería un acto «como era él, discreto, cuanto menos mejor, sin loas». Así fue. Breve, sin aspavientos, desde el corazón.

«Le costaba decir que no»

El periodista donostiarra recordó todos los adjetivos elogiosos que se han escuchado y leído desde que se conociera la noticia de su muerte. «Y eso que se mojó en asuntos realmente difíciles, hizo mucha cocina, ante el micrófono y fuera de él. Haciendo de moderador o de portavoz en plazas nada fáciles. Le costaba decir que no». Puede dar fe de ello el propio Ormazabal, que estuvo imputado en el proceso 18/98.

El txistu de José Ignacio Ansorena dio paso al testimonio de Txema Auzmendi. Como compañero de batallas radiofónicas de Ferrer destacó «la credibilidad que le daba su forma de transmitir las cosas», y en el aspecto personal, «su cercanía y su capacidad de escuchar, algo hoy en día tan difícil de encontrar».

Itziar Zamora, con su voz y su guitarra, dio un respiro a las emociones antes de que volviera a intervenir Esther Ferrer, que comparte nombre con su tía, reconocida artista plástica.

La hija de Ferrer celebró lo que definió como un encuentro de personas que «hemos podido compartir los desayunos con Mariano», y remarcó que su padre quizás no se reconocería en el calificativo de «maestro» que tanto se ha pronunciado estos días, porque «él se veía como alumno. No solo porque seguía estudiando euskara, sino por sus continuas ganas de aprender». «Como padre, compañero y amigo ha sido un hombre bueno, generoso e íntegro», destacó.

En la recta final volvió a sonar el txistu de Ansorena para acompañar a los presentes entonando el ‘Txoria txori’ de Mikel Laboa, aunque fue el propio fallecido el que puso el punto y final con un corte de una de sus despedidas del programa. «La vida debe continuar, que un buen viento les proporcione muchos días de felicidad». Que así sea.