AFP
Kiambu (Kenya)

EL ESTIÉRCOL, BASE DE UN «MILAGRO» PARA LOS CULTIVADORES DE KENIA

Un informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) presentado esta semana aboga por extender prácticas agrícolas sostenibles que sirvan para alimentar a una población creciente. Kenia alberga un eficiente ejemplo.

En los 35 años que lleva trabajando la tierra, Josphat Muchiri Njonge nunca había visto sus cafetos cargados con tantos frutos en su parcela ubicada en una colina en los arrabales de Nairobi, la capital de Kenia, país de más 46 millones de habitantes. Lo mismo que con los arbustos de café sucede con los bananos y los aguacateros de esta granja familiar de una hectárea situada en Kiambu. Sin olvidar la col rizada, las espinacas, el maíz y el amaranto.

El arma secreta de este cultivador keniano de 67 años se oculta bajo tierra. Ahí, en un tanque de ladrillos, el estiércol de sus diez vacas lecheras se transforma en un rico fertilizante orgánico que, como él mismo explica, enriquece el suelo y alimenta los cultivos. No es esta la única ventaja para Njonge y para decenas de miles de pequeños agricultores que a través de África se benefician de los «biodigestores».

Estos contenedores, ya sean obra de albañilería o fabricados con modernos plásticos, funcionan como una especie de mágico estómago mecánico. En la oscuridad, microorganismos naturales descomponen el estiércol en ausencia de oxígeno para crear compost o biogás, una fuente de energía limpia y renovable.

Kenia posee más biodigestores que cualquier otro país de África, un “poo power” (energía de caca) utilizado para hacer funcionar un poco de todo: desde los aparatos de cocina hasta los equipos agrícolas pasando por los cargadores telefónicos y los calentadores de la ducha.

Se trata de un uso inteligente de las tierras que, según afirma el principal grupo científico de la ONU sobre el calentamiento global, será crucial para mantener las temperaturas del planeta en niveles más aceptables al mismo tiempo que se alimenta a una población en crecimiento.

En un informe especial publicado esta semana, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés) explica con detalle cómo la agricultura intensiva ha degradado el medio ambiente –una crisis que exige repensar en profundidad la forma en la que se producen los alimentos y se utilizan las tierras–. La agricultura y la deforestación producen cerca de un cuarto de las emisiones de efecto invernadero; el metano emitido por el ganado contribuye de manera importante al calentamiento global del planeta.

El biogás es, fundamentalmente, neutro en carbono y contribuye a reducir las emisiones de combustibles fósiles reemplazando la leña y el carbón vegetal tradicionalmente quemados en las cocinas de África. La enorme demanda de estos recursos de bajo coste ha devastado los bosques de Kenia y degradado sus suelos.

Además, sus emanaciones matan, con más de 15.000 fallecimientos al año debidos a la contaminación en el interior de los edificios, según cifras del Gobierno keniano.

«Para mí es muy práctico. Antes utilizaba leña, carbón vegetal, pero ya no la uso», comenta Anne Mburu, una agricultora de Kiambu que gastaba 2.000 chelines (entre 17 y 20 euros) al mes en leña antes de instalar un digestor moderno cerca de su establo.

La energía del futuro

El biogás viene a llenar un vacío en África oriental, donde las economías en desarrollo están creciendo rápidamente pero donde la energía todavía es cara, poco fiable o inexistente.

Esta tecnología está implantada en Kenia desde los años 1950 pero permaneció desatendida hasta que, hacia 2009, el Programa de Biogás de Kenia (KBP) comenzó a promover los esfuerzos para desarrollar y comercializar el sector. Desde entonces, más de 100.000 personas han tenido acceso al biogás en sus hogares, más que en cualquier otro lugar del continente, según resalta el KBP. Etiopía rivaliza con Kenia en la producción de biogás, mientras que otras iniciativas se aceleran en Uganda, Tanzania y Ruanda.

Para Tim Mungai, director de desarrollo comercial en KBP, hay «enormes oportunidades» de crecimiento para el mercado keniano, donde dos millones de agricultores crían ganado en sus granjas. «El biogás formará parte del mix energético en el futuro», declara a la agencia France-Presse.

Empresas locales y extranjeras –entre ellas, SimGas (Países Bajos), Sistema (México) y HomeBiogas (Israel)– aportan nuevas tecnologías en África oriental.

Los modelos más simples, a menudo fabricados a partir de plástico reciclado en lugar de los ladrillos y el mortero tradicionales, pueden ser instalados en apenas unas horas y genera gas al cabo de una jornada.

Los fabricantes prueban materias primas distintas al común estiércol de vaca, que se mezcla con un poco de agua para evitar que el sistema se obstruya.

En Kenia, algunas instituciones de enseñanza utilizan para los fogones de sus cocinas excrementos humanos y el producto de las letrinas de los barrios marginales de Nairobi se transforma en energía verde.

Otros recogen los restos de la comida y los desechos de los mataderos, mientras que los invernaderos del lago Naivasha, donde florecen las rosas de Kenia mundialmente conocidas, también producen energía a partir de los restos de flores.

Necesidad de adaptación

En todo África, los agricultores aprenden a adaptarse a la reducción de superficies cultivables, que son víctimas de la urbanización. La desertificación, la deforestación y la degradación de los suelos también pesan sobre las tierras y los agricultores.

En la región montañosa de Kiambu, cerca de Nairobi, cafetales y hormigón se disputan el espacio. Las tierras agrícolas han disminuido rápidamente a medida que la capital se extendía, construyendo viviendas junto a las plantaciones destinadas a alimentar a una población en plena expansión.

«Los agricultores tienen que adaptarse a una agricultura respetuosa con el clima», señala Mungai. Los lodos resultantes de la producción de biogás son un activo adicional para la regeneración de la tierra. Sirven como alimento para los animales al criar lombrices de tierra, reemplazan a los pesticidas químicos y restauran los niveles de humus en suelos sobreexplotados.

Njonge, el cultivador de café, no pide más. Su producción se ha doblado en menos de tres años y la calidad de sus granos ha mejorado. Además de los rendimientos más altos y el ahorro en leña, también le permite ayudar a uno de sus hijos alimentando con biogás su casa vecina.

Todo gracias a sus vacas. «Es como un milagro», dice sonriendo.