Fede de los Ríos
JOPUNTUA

El escroto del Caudillo

Adecir de uno de los periódicos madrileños pertenecientes a la carcundia española, días antes de la exhumación de Franco todo el mundo se preguntaba por el estado en que encontrarán al momio. Adelantaba, tras consultar a embalsamadores de cuerpos, que «las zonas del cuerpo con pocos fluidos como las manos, los dedos de los pies y el escroto se deshidratan más rápido». Una pena. Vale que le falte un huevo y posea una atiplada voz, vale que mida metro y medio con alzas y luzca tripita y prominente culo; pero un caudillo con el escroto a la virulé no es de recibo. Retraiga el hombre común su miembro viril por mor del paso del tiempo y de la muerte hasta su total desaparición, pero un Caudillo por la gracia de Dios no puede hacerlo, un caudillo necesita de un buen falo como Dios manda al cual la plebe pueda rendir culto y pleitesía aun después de muerto..

Qué bonito que ha quedado en la Sexta el traslado desde Cuelgamuros al Pardo. Todo por unos votos. Con sus vivas a Franco, sus Arribaespañas y su Tejero con la ministra de Justicia Dolores Delgado de cuerpo presente velando el traslado a hombros del Caudillo de deshidratado escroto.

Dolores, conocida del comisario Villarejo. La simpática Lola de “Marlaska es maricón” hace un tiempo y hoy compañero de gabinete y martillo de herejes catalanes. De juez nunca descubrió tortura alguna en los múltiples interrogatorios a vascos desafectos, de ministro desvela, en rueda de prensa del 20 de octubre pasado que «las fuerzas policiales (GC y PN) son la vanguardia y representan a toda la sociedad catalana y española para garantizar los derechos de todos los ciudadanos». Incluso de los tuertos y los apalizados. Qué suerte tienen los polacos con tan benemérita representación.

Con el Caudillo no hubo presos políticos, con el Régimen del 78 tampoco. Lo que siempre hay son delincuentes que transgreden la legalidad. Es la cosa de la Transición que nos quedó tan bonita. Un ejemplo que los chilenos siguieron para conseguir la Democracia, oímos decir. Qué felices se les ve.